sábado, 4 de mayo de 2019

Otro día de dedicatorias.





Buenas noches amigos. De nuevo con vosotros y esta vez sí, como la mayoría de las veces, para compartir alegrías. Llevaba mucho tiempo sin contaros historias y me he preparado como hacía meses que no lo hacía: con un buen té y una barrita de incienso que crea, ella sola, la atmósfera que me centra cuando me quiero dirigir a vosotros y compartir mis ilusiones. Hoy os quiero hablar, como en otras ocasiones vividas en las Ferias del Libro, de mis sensaciones el pasado 27 de abril en la de Valencia, donde bien sabéis, mis seguidores más fieles, volví a ofrecer todo lo que guarda en sus páginas, que es mucho más de lo que yo esperaba de él cuando lo escribí, “La nota que faltaba”.

Mi primer álbum ilustrado es fantasía; es respeto; es compañerismo; es música; es espíritu de superación; es el alegrarse por los éxitos del compañero. “La nota…” es valores en estado puro (https://jrdecea-cuentamelos.blogspot.com/2018/05/el-porque-de-la-nota-que-faltaba.html). El País ( https://jrdecea-cuentamelos.blogspot.com/2019/03/la-nota-que-faltaba-en-una-lista.html ) así lo ha dicho: está en la lista de los cinco libros que mejor tratan la Amistad y la Creatividad en los niños —sí, y en las niñas también…—.

La firma tuvo lugar al amparo de la prestigiosa librería, ABACUS, experta en Literatura Infantil, que gentilmente me invitó a compartir espacio con ellos en su caseta llena de historias ilusionantes creadas para hacer viajar a los más pequeños a mundos imposibles cargados de sorpresas, aventuras y, sobre todo, enseñanzas que les muestren el camino que deben ya empezar a andar. ABACUS, me dio la oportunidad de poder volver a compartir la experiencia inigualable de meterme en el corazón de las personas que, aquella mañana soleada, paseaban por los Jardines de Viveros, a través de ese túnel de cultura que formaban las casetas repletas de su cargamento literario para la 54 Feria del Libro de Valencia. Aunque solo fuese para pasear hubiese merecido la pena, aquella mañana, el haberse acercado a la Feria. Antes de que se me olvide, que no se me olvida, quiero agradecer a la gente de ABACUS, allí en la Feria, Pepe y Tania, su cariñosa acogida y su exquisita colaboración para que todo saliese bien. Gracias a ambos y recibid mi cariñoso abrazo agradecido, por ello.


Sí, tuve la oportunidad de contar mil y una veces más la historia del jovencísimo Sax al que sus padres, por avatares de la vida, no tuvieron tiempo de enseñarle todas las notas que un saxo como él debía conocer. Necesitaba que alguien le enseñase a tocar la única nota que le faltaba conocer de su registro: la nota sol. De eso va la historia y de cómo todos sus compañeros en la banda a la que pertenecían intentaron, por activa y por pasiva, enseñarle, de manera más o menos divertida, a tocar la nota sol. Es muy agradable el contar lo que uno ha creado. ¿Sabéis una cosa? Que se hace con mucha pasión. La verdad es que yo hago todo lo que me propongo con una gran dosis de pasión.
Bueno, pues con “mucha pasión” me levanté aquella mañana de sábado y tras desayunar más rápido que de costumbre cogí, como suelo hacer, una de las bicicletas públicas que invaden Valencia y, más feliz que unas pascuas, me dirigí a la caseta que todavía no había izado su persiana. Faltaba una media hora para ello.
No empecé bien el día…En mi camino a los Jardines de Viveros alguien no estaba demasiado de acuerdo en relación con el modo como conducía mi bicicleta. “Gilipo…”. Sí, eso me llamó. Y se quedó tan ancho. Con lo contento que iba yo…y ya empezaba el día con un “apellido” con el que no me sentía identificado, ni mucho menos. Quizá, ahora que nadie me oye, algo tuve yo de culpa para recibir semejante piropo. Seguí pedaleando como si nada hubiese oído procurando olvidarme lo más rápidamente posible del incidente. No quería que se me torciese ese día que tanto prometía.


Al entrar en los jardines noté en las mejillas esa caricia húmeda de cuando todo alrededor se ha regado o la madrugada ha dejado caer su fresco manto que revitaliza todo lo que cubre. Daba gusto pasear en esos momentos de cierta complicidad con el día que estaba por vivir. Me crucé con libreros que, en la puerta de sus casetas con la persiana a medio abrir, apuraban sus cigarrillos comentando lo que les supuso el día anterior. Entonces me enteré que hubo un apagón generalizado que les dificultó mucho las ventas por medio de tarjeta de crédito. Un hombre con una ristra de lotería prendida en su pecho me ofreció el billete que seguro va a tocar —seréis los primeros en saberlo—. ¡Por supuesto que se lo compré! Es que era el que iba a tocar. Estoy seguro que la suerte, esa mañana, se cruzó conmigo…y no la dejé pasar.
Eran las once cuando, ABACUS, con puntualidad británica, abrió su persiana con ese ruido característico cargado de ilusión. Por cierto, no sé por qué digo lo de puntualidad británica, si todos sabemos que los británicos son tan puntuales o impuntuales como el resto de los humanos, seamos o no de aquellas islas. Y sé de lo que hablo pues he trabajado con unos cuantos…lo que pasa que, créate la fama y échate a dormir, que dicen por nuestras tierras españolas.
Todo estaba preparado. Cuarenta libros ansiosos de compartir sus letras de imprenta con las de mi bolígrafo favorito —el que uso para escribir y para firmar— estaban pacientes esperándome. Me gustó, de nuevo, olerlos por dentro. Saborear una vez más el olor a imprenta y a pintura de ilustración, en este caso de bellas ilustraciones, que son las que mi compañera en este proyecto, Tania Rico, diseñó. Un gran abrazo también para ti, Tania.
Antes de contaros mis vivencias de ese día, si me permitís, quiero compartir con vosotros un sentimiento junto con mi opinión. Desde hace años, la Feria, como muchas de las cosas que se hacen en Valencia últimamente, mira solo para un público determinado. En cierta manera se percibe un grado de sectarismo importante que deja de lado a todos aquellos que —aun hablando tres idiomas, como es mi caso— no hablamos valenciano…y yo incluso diría catalán. ¿Por qué todo tiene que estar rotulado en valenciano —a veces en catalán—? ¿Por qué todos los mensajes por megafonía se dan en valenciano —a veces algunas palabras son catalanas—? ¿Por qué los organizadores nos tratan de aislar a los no valenciano-parlantes? ¿Quiénes son ellos para arrogarse la cultura en Valencia? No hay derecho a eso. No hay derecho a que una de las señoras que, amablemente, adquirió uno de los ejemplares que estuve firmando dijese: “¡qué bien, está en castellano!” aliviada por encontrar algo que le gustaba, relacionado con la Literatura Infantil, en la lengua oficial del Estado Español, según nuestra Constitución. Me parece bien que haya literatura en valenciano…¿pero casi toda? Sí, prácticamente todo lo infantil que se ofrece en la Feria está en valenciano. No hay derecho a esto. Desde aquí protesto enérgicamente con esta manera sectaria de arrogarse la forma de transmitir las ilusiones a los niños valencianos en la Feria del Libro de Valencia, utilizando muy mayoritariamente el valenciano y —parece mentira— el catalán. Es mi opinión y en nuestro rincón la quiero expresar sin rodeos para meteros en el ambiente de la Feria de la ciudad en la que, de momento, vivo.
Pues ya con la persiana levantada y con mis compañeros de caseta preparados a recibir a los ávidos lectores, saqué de mi mochila unos marcapáginas que traía, mis tarjetas personales, para fidelizar a mi blog a todos aquellos con los que fuese a interaccionar, y mi bolígrafo. Todo listo. ¿Quién hay por los alrededores? Vaya, ese parece que pueda ser un buen candidato a llevarse mi “La nota…”. Hola buenos días…



No había pasado un cuarto de hora cuando ya había firmado el primero y así, a ese ritmo, las tres horas y media que disfruté hablando de mi historia y llenando la página donde suelo expresar mis sentimientos y deseos para el futuro del pequeño al que va destinado ese regalo. Si lo pensamos bien —y yo lo miro así, y diréis que es porque me conviene…y, a lo mejor, no os falta razón— y teniendo en cuenta la gran oferta que allí había y la cantidad de gente que buscaba libros, algunos de forma desinteresada, como complemento a un tranquilo paseo en un buen día de primavera, creo que fue un muy buen día para mi primer álbum ilustrado. Sí, al final del día no cabía en mí de contento. Creo que fue un gran día de firma.


Allí me encontré con amigos de otras andanzas, sorprendidos de mi nueva afición, aunque ya venían sabiendo lo que encontrarían: a mí entre libros de ilusiones y de esa magia especial que recorre, sin cortapisas y más libre que el vuelo de una hoja en otoño, las mentes curiosas de nuestros pequeños.



También se acercaron amigos de una muy buena pareja de otros, de no hace demasiado tiempo, aunque mi sensación es de haberlos tenido en mi vida de siempre. Fue una grata sorpresa verlos allí y el rato de charla que compartimos formó parte de las mejores vivencias del día. Gracias, Vicente y Luisa.


Viví, también, las emociones de alguien —buen amigo de años jóvenes— al que le llegó muy adentro mi dedicatoria hecha con el corazón a pesar de experiencias conjuntas, del pasado reciente, no demasiado agradables.


Cómo no, el idioma, al que me he referido antes, tuvo también su protagonismo en mi día de firmas.
Se me acercó una valenciana, su deje la delataba. Encantadora, por cierto. Así se mostró durante la conversación que tuvimos. Me preguntó si “La nota…” la teníamos en catalán. Le dije que no, pero que como ella hablaba perfectamente el castellano seguro que disfrutaría el ejemplar que tenía en mis manos y sobre el que estábamos hablando. Me dijo que bueno, que no importaba, que se lo llevaba porque la historia le encantaba. Se lo firmé y creo que se asomará por nuestro rincón, aquí, un día de estos.


También, relacionado con la controversia del idioma en la Feria, y ya lo apunté antes, una mujer de edad que no debo decir —tampoco la sé— ojeando el libro que le acababa de firmar me dijo, alzando la voz pues ya estaba pagando en caja y a unos metros de donde yo me encontraba, ¡qué bien, está en castellano! Está claro que esta política de inmersión en el idioma que no todos hablan, e incluso viene de otras comunidades, no es del gusto de todos los valencianos. ¡Menos mal! Ella fue mi pequeña vengadora.
Recuerdo con cariño a una niña que parecía un rabo de lagartija recién cortado, acompañada por su madre que no daba abasto a frenarla en su tocar aquí y allá, sin un objetivo claro. Atrapada por esa locura de niña, la madre, con una gran educación y tratando de encontrar lo mejor para aquel terremoto que no le llegaba al ombligo, no dejó de prestarme atención en mis explicaciones sobre lo que aportaba mi álbum ilustrado. Se lo firmé especialmente con el deseo de que Sax y sus amigos fuesen capaces de aportar sosiego a la pequeña. Es que, por las casualidades, o no tanto, de la vida, el terremoto se llamaba Cecilia y estaba empezando a tocar un instrumento musical que no recuerdo. ¡“La nota que faltaba” estaba predestinado para formar parte de su biblioteca!
Pues con unos y con otros, con risas, sonrisas y excusas educadas de me doy una vuelta y, si eso, luego vuelvo —alguno sí que volvió...me acuerdo de un chaval que trajo arrastrando a sus padres para que se lo comprasen—, terminé mi participación en mi cuarta Feria del libro.


Fue un éxito y lo pasé fenomenal. Hoy lo he compartido con vosotros porque todo lo bueno que me pasa lo quiero traer a esta ventana, cita con las ilusiones.
Buenas noches os deseo, mis queridos seguidores, con el de que seáis felices y no dejéis nunca de soñar en eso que os aporta tranquilidad y sosiego.
Un cariñoso abrazo.
José Ramón.

2 comentarios:

ethan dijo...

Me alegro!! Enhorabuena por la firma de tantos ejemplares. Un abrazo!!

José Ramón de Cea dijo...

¡Muchísimas gracias, Ethan! Fue un gran día y muy, muy divertido. ¡¡Un abrazo!!