domingo, 23 de diciembre de 2018

VIENTO DEL SUR






Hola, queridos amigos de Cuentos & Dreams, nuestro espacio para la tranquilidad y para el viaje a nuestro mundo, cada uno al suyo, a ese que le evoca lo que aquí lee y disfruta. Estamos ya llegando al final de 2018 y quiero traeros uno de mis cuentos, como ya sabéis, favoritos. Me refiero a “Viento del sur”. He estado un año y medio sin hablaros de él pues estaba circulando por editoriales y, sobre todo, participando en un importante concurso en el que no hemos tenido suerte. No creo mucho en los concursos, la verdad, pero mi compañera en este trabajo y yo pensamos que podría “sonar la flauta” y nos pusimos mano a la obra y presentamos nuestro proyecto de manera excelente, bajo nuestro punto de vista. Nos dio la sensación de que buscaban un perfil de álbum distinto al que nosotros presentamos…pero, bueno, eso es lícito y no hay nada que decir. Lo que sí os puedo decir que esto nos hizo ganar experiencia en este tipo de asuntos que, yo al menos, no tenía ninguna. Así es que bien empleado el tiempo y dinero que empleamos en presentar un buen trabajo que, sin duda, nos servirá para el futuro. Marta Sedano, mi compañera en el proyecto (http://www.martasedano.com/) (todos los derechos reservados), y yo estamos seguros de que “Viento…” saldrá a la luz más pronto que tarde porque la historia repleta de valores (hablaba sobre ella en la entrada del 13 de julio de 2017 y os recomiendo que volváis a ella. Aquí tenéis el enlace directo:
 https://jrdecea-cuentamelos.blogspot.com/2017/07/nuevo-viento-del-sur.html) y tiene una calidad artística extraordinaria. Hoy podéis ver parte de ella en esta entrada.
Pues nada más, mis queridos seguidores. Os envío un cariñoso abrazo en este día previo a la Nochebuena.
José Ramón.

“Viento del Sur” nos permite acercarnos al seno de una familia nómada y vivir y sentir, a través de la historia contada, la acogedora calidez de sus gentes y la sencillez y fragilidad de sus vidas en manos, siempre, de un desierto protector unas veces, y otras cruel, inhóspito e implacable.
En este relato se ensalzan los valores de la familia y las tradiciones que, de abuelos a nietos, se traspasan como un tesoro de valor incalculable pues representan los verdaderos cimientos de toda una vida nómada entre arena, cabras y dromedarios; castigada, a veces, por el viento que venía del sur.


El cielo era como una bóveda que acogía todo lo que, en la noche estrellada, alcanzaban a ver aquellos ojos cansados tras la dura jornada.
Todo brillaba como si algún ser superior hubiera encendido, una a una, las estrellas que colgaban, elegantes, de ese oscuro universo tan característico de las noches del desierto.
A mi padre, Ahmed, y a mi madre, Zaila, les veía contemplar cada noche semejante espectáculo  que les hacía sentirse unos privilegiados y agradecidos a ese Ser superior que todo lo controlaba. Sé que por ello daban gracias, también, por haber llegado a la noche vivos y con buena salud, de la que gozábamos, igualmente, mis hermanos y yo. Habib, mi hermano mayor, tenía unos dieciséis años, más o menos, cuando sucedió lo que hoy os quiero contar; Haira, la pequeña de la familia, a la que queríamos todos con locura, tenía tan sólo seis. A mí me pusieron el mismo nombre que a mi padre, cosa que siempre me ha enorgullecido: mi padre era el modelo al que me gustaría parecerme cuando fuese mayor y tuviese una familia como la que teníamos. Mi padre nos cuidaba a todos y estábamos muy orgullosos de él. Yo debía tener unos trece años por aquel entonces.
Unos de mis momentos preferidos del día era cuando nos tumbábamos todos  alrededor de una pequeña hoguera que solía preparar mi hermano mayor, Habib: a él era al único que mi padre le dejaba hacerlo. Decía que ya tendría tiempo de ser yo quien la preparase pero que, entonces, todavía tenía mucho que aprender. No me importaba demasiado porque disfrutaba viendo a Habib hacerlo y ayudándole cuando colocaba las ramas secas en la pequeña cavidad que con las manos preparaba en la arena. Lo hacíamos para protegernos del frío, a veces gélido que, al ponerse el sol, se apoderaba del territorio y de todos nosotros. Era un momento que recuerdo lleno de paz y tranquilidad, y que disfrutábamos en toda su plenitud toda nuestra familia nómada que, como seguro habéis adivinado, es la protagonista de esta historia. Algo que me entusiasmaba era quedarme extasiado mirando la multitud de estrellas fugaces que recorrían ante nuestros ojos, de lado a lado, el firmamento que ante nosotros se desplegaba.  Permanecíamos  hechizados por el brillo acogedor de las llamas, a la vez que nos dejábamos invadir por el cálido aroma de un vaso de té verde que sabía preparar muy bien mi madre.
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También, en esas noches, mis padres aprovechaban para transmitirnos a los hermanos las normas de respeto a los mayores, muy unidas a los principios y costumbres por los que se rigen las gentes del desierto. Y, por supuesto, las normas básicas para sobrevivir en tan inhóspito, peligroso y, a la vez, cautivador entorno: con sus arenas formando las altivas dunas; su viento que castiga la piel de los seres vivos que lo recorren, como si de perdigones se tratase y, sobre todo, su bóveda estrellada que tantas miradas de esperanza, sueños y proyectos, captura. Nos hablaban de la escasa vegetación que podríamos encontrar, sobre todo de unos grandes arbustos denominadas “graras”, con ramas entrelazadas y llenas de afilados pinchos como agujas que las protegían de los animales.
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Nos pusimos en marcha diligentemente.
Tras varias horas de penoso caminar entre las dunas y las llanuras pedregosas,  papá ordenó un alto; los dromedarios fueron obligados a arrodillarse entre protestas y miradas de desagrado, como lo son siempre las de estos animales. Nos indicó que debíamos aprovechar para comer un poco de carne seca y dátiles y así reponer fuerzas.
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viernes, 14 de diciembre de 2018

LUCES DE NAVIDAD




Buenas noches, amigos. Ya caminando por diciembre, a toda velocidad, y divisando el final de estas vías que nos han conducido por este apasionante 2018. Sí, creo que ha sido un buen año, al menos así lo he sentido yo…pero ya habrá tiempo de hablar de él cuando estemos a las puertas del que ya llega empujando.
Como digo, ya empezado este diciembre con ritmo, con ganas de llegar a mi tiempo favorito del año. Los antiguos del blog lo sabéis de sobra pues siempre me gusta mencionarlo. Sí, con ganas de abrazar la Navidad. Ya sé que deberíamos hacer del resto del año Navidad…pero la realidad es que nos olvidamos y yo tampoco soy distinto. Solo vivimos el ambiente de la Navidad en este mes de diciembre y, quizá, en el de enero. Pero bueno, somos así aunque no debiéramos. Y como somos así, disfrutemos y hagamos disfrutar a nuestro entorno de este tiempo para las ilusiones, las buenas maneras, los buenos rollos, en fin, para la concordia y el disfrutar de los demás; de esos que nos caen mal o no tan bien como debieran; de los que no soportamos y en estos días tenemos que verles; especialmente a estos son a los que debemos hacerles la vida agradable y demostrarles que, aunque solo sea en Navidad, son algo importante o, al menos, significativo para nosotros. Quizá así los descubramos. Quizá así obre el milagro de la Navidad y descubramos gente que merece la pena. Probadlo, amigos. Y os invito a que en los comentarios de esta entrada, cuando sea, compartáis con nosotros si realmente el milagro de la Navidad se acercó a vuestro entorno.
El tiempo de Navidad es una mezcla de todo. En ella tienen cabida, principalmente, los que la sienten como lo que su nombre indica; pero también están, por supuesto, todos aquellos que disfrutan con esa atmósfera que se crea y conforma un tiempo especial del año; también los que tradicionalmente quieren reunirse con sus seres queridos que, el resto del año, se encuentran fuera por motivos de trabajo o porque la vida les ha apartado de sus orígenes y vuelven a ellos en Navidad. Eso tiene la Navidad que tiene un calor que a todos acoge y, por eso, me gusta tanto este tiempo.
Y de ilusiones, magia, milagros y, sobre todo, Navidad, va la entrada de hoy. Ya este cuento es conocido por todos los que lleváis enganchados a este blog unos años pero…es que me resisto a que llegue Navidad y no os lo traiga de nuevo…aunque ya lo conozcáis. Así tengo la posibilidad de hablaros de este entrañable tiempo. Sí, “Luces de Navidad”, es un cuento exclusivamente de Navidad. Es una historia en la que he querido meter todos los personajes que, de una u otra manera, están presentes en nuestras Navidades. En esta historia se ven reflejados todos nuestros, “yo pequeño”, y todas las ilusiones que cada uno de nosotros queremos seguir manteniendo en nuestro entorno más cercano, el de la familia. Eso pretende ser “Luces de Navidad” y aquí os dejo la sinopsis:

Si hay una época adecuada para que nuestros deseos se cumplan, esa es, sin duda alguna, la de Navidad.
Esta historia es un canto a la Navidad que llevábamos dentro cuando éramos niños; a la Navidad que llevamos dentro ahora que no lo somos tanto. A esa Navidad en la que Los Reyes Magos, Papá Noel y el Árbol de Navidad, con su adornada majestuosa presencia, tienen un significado verdadero.
En este cuento de Navidad, Lucas, busca desesperadamente quien le pueda adornar su querido abeto que, aquellas Navidades, debía de permanecer solo en el valle.
“Luces de Navidad”, cuento de gran ternura, ilusión, sencillez y sobre todo de Navidad, nos la acerca a aquellos a los que la Luz de la Navidad nunca se atenúa en nuestro interior.



Ya conocéis a mi compañera en este proyecto pues, también lo sabéis, estuve firmando mi primer álbum ilustrado, “La nota que faltaba”, en su librería durante la Feria del Libro de Zaragoza de este 2018. Ella es, Beatriz Barbero-Gil, ilustradora salmantina afincada en Zaragoza, como os digo.
todos los derechos reservados).
Nuestro proyecto de álbum está circulando por muchas editoriales que creemos son sensibles al tema de la Navidad que, si bien es cierto que tiene que ver con una conmemoración religiosa muy importante para los que somos católicos, no es menos cierto su aspecto relacionado con la leyenda, la magia y la ilusión que nos trae cada año la imagen acogedora de Papá Noel. Creemos que nos está costando mucho trabajo encontrar una editorial que quiera apostar por nosotros en este tiempo en el que se le da la espalda y no se mira con buenos ojos todo lo que tiene que ver con este tipo de sentimientos religiosos que, por otra parte, se quiera o no, están muy arraigados en la sociedad, al menos en la española (vosotros me diréis si en vuestros respectivos países sucede lo mismo). Mi compañera Beatriz y yo hemos querido apostar por “Luces de Navidad” porque creemos que es una historia que llega al corazón y que cuando te dejas envolver por sus letras y sus imágenes te sientes que vuelves a tus ilusiones de otros años que ahora puedes compartir con los pequeños de la casa y disfrutarlo junto a ellos. Eso pretende nuestro álbum, “Luces de Navidad”.
Pues nada más, mis queridos seguidores y amigos, y hoy más que nunca os deseo que sigáis soñando y tratando de ser felices y qué paséis una muy feliz Navidad.
Un cariñoso abrazo.
José Ramón.


Ya llegaba la Navidad a aquellos parajes de ensueño −por lo menos es lo que nos parecería a cualquiera de nosotros−, y la nieve empezaba a blanquear las altivas y elegantes montañas que contribuían a crear ese ambiente sereno que envolvía al valle en un abrazo singular, en esa mañana en la que Lucas estaba un poco disgustado con su padre.
Papá, por favor, deja que sean éstas las últimas Navidades que pasemos aquí suplicaba Lucas desesperadamente.
Ya te he dicho que está previsto que este año nieve más de lo normal y que, si permanecemos aquí, seguramente quedaremos aislados todo el invierno. Ya sabes que no queda nadie en el valle. Todos se han ido trasladando a la ciudad pues ya no queda trabajo por estos lugares… intentaba razonar con el pequeño Lucas que, a pesar de su corta edad, ocho años, comprendía perfectamente lo que su padre le decía, aunque se resistía a aceptarlo.
Todos los años tenían la misma conversación, pero con final distinto. Éste parecía el definitivo pues las previsiones meteorológicas se presentaban decisivas a la hora de que su padre no retrasase más la partida.
En la ciudad no podría adornar su querido abeto de tres años que, en el jardín de la casa, ya se erguía majestuoso, creciendo y creciendo, día tras día, con vocación de llegar a ser el más alto y elegante de todos los que allí se alzaban recios y desafiantes a los vientos, las lluvias y las ya próximas frías y blancas nieves. Con este pensamiento, Lucas, se entristecía. La Navidad sin su abeto…….. no sería la misma.
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Venga, Lucas, ayuda a mamá y a tu hermana a meter las cosas en el coche, que se nos hace tarde urgió su padre con impaciencia.
No sé cómo lo voy a hacer, pero ……………………….. se prometió Lucas mientras corría al trastero en busca de la caja que contenía ………………………….
Ya en la ciudad, no dejó pasar ni un día; mejor dicho, no dejó pasar ni una noche sin pedir a Dios que enviase a “alguien” –unos angelitos estarían bien, pensó− para que …………………………………………………………………………..
Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente eran fijos en sus peticiones diarias: “esos sí me harán caso, decía. Siempre me han traído lo que les he pedido…”, decía totalmente seguro y con confianza. “Les escribiré una carta y les pediré que hagan un alto junto al abeto y ……………………………………………………………………..
Llegó el día 24 de diciembre.
El valle lucía completamente nevado como predijo el padre de Lucas. La circulación en vehículos no era posible, por lo que era una realidad que la casa de Lucas quedó totalmente aislada. Eso no significaba que no tuviese vida a su alrededor…
El Sol se dejaba caer sobre el valle y, apoyándose en la fría nieve, se reflejaba con fuerza intentando calentar todo aquél que lo buscase en aquellas gélidas jornadas. La nieve blanca, suave y fría, muy fría, acogía por aquí y allá alguna que otra huella de algún animal vagabundeando en busca de algo que llevarse al estómago, empresa difícil debido al grosor de la nieve caída los últimos días. El ambiente era cálido, a pesar del frío; se oía el silencio y el rumor del viento paseándose por el manto blanco y acariciando las hojas no caducas de los recios abetos. También se divisaban huellas de cazadores que se aventuraban por aquellos rincones en el frío invierno de aquél veinticuatro de diciembre, en busca de algo que aportar a la cena familiar que ya en todos los hogares se empezaba a preparar…menos en las casas del valle que se habían quedado sin el calor familiar de sus habitantes.



Era ya media tarde cuando…¿qué bullicio es aquél que está rompiendo la paz del valle? ¿qué está pasando en el tejado de la casa de Lucas? ¿Y esos trinos y píos, píos de pájaros? Un montón de pájaros se apelotonaban, haciéndose hueco con el ansioso batir de sus pequeñas alas, para introducirse, los primeros, por la chimenea de la casa……………………………………………………………
¿Pero quiénes se acercan por allá a lo lejos? Estaba ya anocheciendo y era difícil ver de quién se trataba. ¡Ya los veo! ¡Qué bonitos ……………………….!
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El silencio volvió al valle aunque, para ser más exactos, se dejó acompañar por los acordes de una conocida canción de Navidad que a lo lejos se dejaban sentir.
Estaba ya entrada la noche y desde las cumbres majestuosas que circundaban el valle se podía ver ……………………………………………………………….