lunes, 27 de julio de 2015

ADIVINA, OTRA VEZ, CONMIGO


Hoy, con un calor abrasante y dejándome arrullar por el canto de la chicharra, bicho que no se deja ver fácilmente, por cierto, y que no hace más que confirmar que hacía un calor que no se podía aguantar, he estado de paseo por un lugar que seguro muchos de vosotros no conocéis y que yo, hasta hoy, tampoco. Ahora ya disfruto del recuerdo de este día y de lo que vi: algo de una belleza singular y, en algunos lugares y momentos, podría decir que sublime, sin pasarme ni un pelo. Y como me gustó tanto, os quiero invitar en una nueva ocasión a, de mi mano y a través de mis letras, introduciros hoy en esta nueva manera de conocer lugares: a través de las adivinanzas que aquí os traigo.
Hoy he asistido a un nacimiento. Bello, como todos, sí, pero significado por una frescura y un brillo especial, fuera de lo común. La mirada clara del que nacía y se asomaba a nosotros desde las alturas, nos hacía guardar la respiración. El Mundo se paralizaba por unos instantes.  Sin tiempo a reaccionar, desde allí, se lanzaba ágil en pos del camino de su vida. Nació limpio y diáfano, sin manchas ni defectos en su ser. Nació entre montañas; nació salvaje, sin casi ruido; quizás algo tímido, al menos en esta época parece lo normal…siempre los recién nacidos nacen algo tímidos cuando se asoman a la luz. Su timidez no fue suficiente para evitar que se lanzase al vacío con esa estela de frescor que nos vino muy bien, hoy, a los que allí estábamos…que no éramos muchos, por cierto, pues el calor frenó a más de uno, seguro.


Mi ensimismamiento se rompió por culpa de un tipo con una cámara, buena, muy buena; estaba tocado con una gorra, sobada, sucia, muy sucia, de un gris que nos indica que en otro tiempo, ya muy lejano, fue de un blanco como el de la camiseta de mi equipo de futbol; llevaba bermudas y camiseta a juego, azules y sucias, muy sucias; parecía que el que iba a dar a luz era él: ¡su barriga era inmensa!; los calcetines blancos y sus zapatillas de deporte terminaban de pintar el cuadro. Realmente estaba hecho un cuadro. Pues como iba diciendo, estaba yo con la mirada fija en tan bello espectáculo y preguntándome cómo sería la vida del recién nacido cuando, de pronto, unos gritos: ¡Papá te vas a caer! Aparté la vista de mi bello objetivo y mis preguntas y adivinanzas sobre la suerte que correría el recién nacido se hicieron humo encima de mi cabeza, de la misma manera y con la misma frustrante inmediatez con la que lo hacen los dibujos animados que ven nuestros pequeños en la tele. El tipo en cuestión saltó la valla protectora y se acercó, con diligencia y poco cerebro…muy poco cerebro…, al límite con el vacío de unos diez o veinte metros de altura o, mejor dicho, de caída. Quería sacar la fotografía de su vida y casi saco yo la de la mía. Por suerte para él no se cayó y para mi desgracia (es broma) no me hice famoso.

Pues eso, que me estaba preguntando cómo sería la vida del recién nacido y al verlo correr barranco abajo, desnudo, ágil y ruidoso, supe que tenía todos los ingredientes para poder soportar los rigores a la que ella, la vida, le someterá. En su caso, más que la vida, será la naturaleza: le irá poniendo trabas mientras discurre altivo y orgulloso, unas veces, y escondiéndose entre rocas y matorrales, otras, en busca de algún compañero que seguro nació, como él, en algún lugar no lejos de allí donde lo hizo el que yo contemplé esta mañana. Con él, con su compañero, ansía el poder soportar el duro camino que le espera: al que yo contemplé la naturaleza, como a nosotros la vida, le manchará, intentará que cambie su rumbo y su camino recibido, la mayoría de las veces, en el calor del hogar; en el caso del que yo vi hoy, recibido en el seno de una gran mole de roca caliza de la que a través de una grieta, más bien cueva, a la que no pude acceder con la vista ni tan siquiera con mi cámara, se dejo ver y fue lanzado a su aventura de vida.

Le espera, también, que la naturaleza, el hombre, lo contamine, lo utilice para sus dudosos, muchas veces, menesteres; le espera ser el origen de conflictos que él no ha provocado…el sólo nació divertido y virgen…esperanzado en tener un “buen camino” como decimos cuando nos dirigimos a Santiago de Compostela, que, por cierto, hoy día 25 de julio es el gran día por allá, por Galicia. Su tesón y la fuerza con la que nació le permitirán seguir, seguro, abrazado a compañeros de viaje que se irá encontrando, dolorido y con no pocas heridas, hasta dejarse morir en los brazos de la muerte salada… 
Hoy lo he visto feliz, disfrutando de su juventud, fresco y lleno de ilusión, la misma que compartimos aquí en nuestro espacio, en nuestro refugio del ajetreo diario: en este blog. 



Quise escribir esto, que esta noche os traigo, allí, junto a la pequeña piscina de agua clara en la que cae el recién nacido, pero no lo pude hacer pues no me lo permitieron los gritos de los domingueros que no leen los carteles que animan a contribuir a la paz del lugar, por el bien de la naturaleza y de todos aquellos que, como yo, buscaban un sitio tranquilo: en mi caso, esa era mi aspiración, para poder plasmar, en mi inseparable libreta, lo que me sugería aquél espectáculo vital. No lo pude hacer allí junto al protagonista de este relato, cuyo nombre ya lo he dicho, y disfruté de su escritura frente a la Sierra que da nombre a un bonito pueblo que espero poder visitar pronto, quizás mañana. Me acompañó, en esa ocasión, un café descafeinado con hielo, causante de mi infidelidad al té que me estimula mientras escribo: el calor decidió por mí.


Aquí os dejo ya, amigos, con la certeza de que casi todos sabéis y habéis adivinado a quién vi nacer entre montañas. Espero que lo hayáis disfrutado tanto como yo.
Un abrazo largo, muy largo…con pensamiento incluido…para todos los que disfrutáis con nuestros momentos en este rincón.


lunes, 13 de julio de 2015

PAN CON MIEL



Hola, queridos amigos, buenas noches. No, hoy no os convoco para adivinar mis lugares favoritos que busco para estar a solas con mi papel y mi bolígrafo. Me gustaría llevar pluma pero es que son incomodas para el trabajo de “campo”: habría que llevar también recambios pues seguro que en el momento más inoportuno deciden pararse, no seguir…y te “cortan el rollo”, y a veces cuesta retomarlo, os lo aseguro. En cambio, cuando escribo en casa, cuando preparo mi rincón vela, música, té, silencio, mucho silencio…—, sí, decido si me apetece escribir la historia que tengo en la mente, empujando por plasmarse en un papel cuadriculado —ya os dije que siempre escribo en un papel con cuadraditos pequeños azules—, con mi bolígrafo preferido, Parker, con un significado especial para mí; o si cojo mi pluma reservada, por su comodidad, para estos menesteres. Pues eso, que hoy no va de adivinanzas sino de cuentos y sueños, que es lo que más me gusta y lo que da nombre a nuestro blog.
Pero antes de nada deciros que en mi cuenta de Google +, desde la que seguís muchos de vosotros estas entradas del blog, ¡¡ya he pasado las 104.000 visitas!! Muchísimas gracias a todos vosotros que os reunís con nosotros a través de esa ventana, y gracias también a los que me habéis añadido en vuestras cuentas de Google +. Día a día vamos creciendo los amigos de este espacio y cita con los sueños y las ilusiones.
Y ahora sí, vamos a hablar de “Pan con Miel”, cuento de gran sensibilidad y cargado de ilusión y esperanza, en la mente y los actos de Irma, una pequeña que no tenía una vida fácil y que se encomendó a una tarea difícil de creer pero cargada de ensoñación y fantasía. Era pequeña pero muy responsable y sensibilizada con la situación por la que pasaba su familia. “Pan con Miel” es, entre otras cosas, un canto a la responsabilidad, que no entiende de edades ni de situaciones sociales, y de la que no parece que en nuestros tiempos andemos demasiado sobrados. La responsabilidad, junto a la capacidad de esfuerzo y sacrificio, son virtudes que nos permiten salir adelante ante cualquier reto que nos presente la vida. No son las únicas, ni creo que sean tampoco las más importantes, pero lo que sí es seguro es que sin ellas no se consigue cosa alguna en esta vida que no te regala nada…nunca. Y esto, Irma, con su corta edad, lo tenía muy claro. 
Pues bien, Jezabel Reigada, (todos los derechos reservados) que ya la conocéis por las entradas anteriores del 4 de julio de 2014 y el 28 de febrero de este año 2015, y cuyas páginas son:
ha dado vida a lo que escribí sobre Irma y sus anhelos e ilusiones…y mágias. Jeza, muchas gracias una vez más por compartir proyecto conmigo. Un cariñoso abrazo desde esta ventana acaba de salir camino del norte de España, camino hacia la maravillosa Asturias —alguna de mis adivinanzas futuras vendrán de allí…seguro—, camino hacia ti.
Pues os dejo con el proceso que siguió Jezabel para ilustrar el párrafo que os traigo hoy. Disfrutad con él y meteros, por un momento, en los sueños de Irma, meteos en nuestros sueños y volved pronto que no puedo estar demasiado sin vosotros.
Un abrazo para todos.
Feliz noche de verano.





Sí, dicen que los sueños se cumplen si lo son de verdad y se sueñan con intensidad. Esto debió de pasar por la cabecita de Irma cuando viendo lo desgraciada que era la vida de su familia, quiso poner en práctica lo que una Leyenda, transmitiéndose de generación en generación, llegó hasta ella. Quería ayudarles colocando en el exterior de su ventana unas bolitas de pan con miel…así lo decía la tradición.
     Es una historia que irradia sensibilidad, inocencia y, sobre todo, fantasía. En ella se pone de manifiesto el amor que, una pequeña como Irma, siente por su familia a pesar de los problemas y las dificultades para salir adelante.
 




Un buen día, recordó la Leyenda del hombre de las montañas y se dijo que seguro que si colocaba las bolitas de pan con miel en la ventana, la urraca las llevaría y las depositaría en la vasija...
Dicho y hecho. Se puso manos a la obra con cierta desconfianza, pues no creía demasiado que, a su vieja casa perdida, viniese ningún pájaro por muy urraca que fuese, a recoger ninguna bolita, por muy dulce que supiese. Se prometió que por ella no iba a quedar y que lo intentaría con todas sus fuerzas.

Cogió un poco de pan duro; lo mojó e hizo unas tres bolitas, que no fueron todo lo grandes que hubiese querido, ya que sus manos no lo eran tampoco. Bueno, tendré que hacer más.................