domingo, 1 de abril de 2012

PAN CON MIEL

      
    

    
     Sí, dicen que los sueños se cumplen si lo son de verdad y se sueñan con intensidad. Esto debió de pasar por la cabecita de Irma cuando viendo lo desgraciada que era la vida de su familia, quiso poner en práctica lo que una Leyenda, transmitiéndose de generación en generación, llegó hasta ella. Quería ayudarles colocando en el exterior de su ventana unas bolitas de pan con miel…así lo decía la tradición.
     Es una historia que irradia sensibilidad, inocencia y, sobre todo, fantasía. En ella se pone de manifiesto el amor que, una pequeña como Irma, siente por su familia a pesar de los problemas y las dificultades para salir adelante.



Cuenta la Leyenda, que en las montañas mora un hombre de edad desconocida y del que se sabe únicamente que... Cuenta también la Leyenda, que una urraca recogerá al amanecer, todas y cada una de las bolitas de pan con miel que hayamos depositado, la noche anterior, en el exterior de las ventanas de casa; con la esperanza de que...
Irma, la protagonista de esta historia, conocía esta Leyenda, pero nunca pensó hasta qué punto podría ser cierta.
Ella era la pequeña de una familia realmente desgraciada. Habitaban en una casa en mitad de la nada; aislada por dos grandes autopistas que discurrían, de norte a sur, atiborradas de vehículos circulando a grandes velocidades y haciendo un ruido realmente molesto; sobre todo por las noches.
Su padre estaba en cama aquejado de una extraña enfermedad...
Su madre era el verdadero sostén de la familia. Se levantaba de noche antes de que el Sol rompiese por el horizonte, para recorrer a pie por caminos, de fango en invierno y de polvo en verano, los casi quince kilómetros que les separaban de la ciudad. Allí, limpiaba en casas, atendía enfermos y mendigaba unas monedas para poder mantener con vida, día a día, a su familia.
Un buen día, recordó la Leyenda del hombre de las montañas y se dijo que seguro que si colocaba las bolitas de pan con miel en la ventana, la urraca las llevaría y las depositaría en la vasija...
Dicho y hecho. Se puso manos a la obra con cierta desconfianza, pues no creía demasiado que, a su vieja casa perdida, viniese ningún pájaro por muy urraca que fuese, a recoger ninguna bolita, por muy dulce que supiese. Se prometió que por ella no iba a quedar y que lo intentaría con todas sus fuerzas.
Cogió un poco de pan duro; lo mojó e hizo unas tres bolitas, que no fueron todo lo grandes que hubiese querido, ya que sus manos no lo eran tampoco. Bueno, tendré que hacer más...
 Un día, cuando Irma ya iba a rendirse y conformarse con su vida, triste y sin esperanzas; al levantarse y abrir su ventana vio asombrada que...
...
Se le cerraban los ojitos en la espera. 
De pronto, cuando el día empezaba a clarear...


(nº de registro de la propiedad intelectual09/2010/2757)
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