miércoles, 6 de junio de 2018

En la Feria del Libro de Zaragoza con "La nota..."





Hola, mis queridos seguidores. Ya estoy de nuevo con vosotros queriendo compartir con todos otra de mis jornadas inolvidables. La verdad es que todas en las que haya estado muy metido en mi primer álbum ilustrado lo son. Sí, os quiero contar cómo transcurrió aquella tarde maravillosa en la que tenía un sitio, muy acogedor, reservado para poder intercambiar palabras y sentimientos con todo aquel que tenía a bien acercarse y al que le entretenía unos minutos hablando de lo que más me gusta: de La nota que faltaba. Así es, este fin de semana pasado, como ya sabéis los habituales de esta ventana, volvía a disfrutar de una jornada de ilusiones y satisfacciones. El meterte en el mundo de la Literatura Infantil es como introducirte en un túnel del tiempo que te lleva a una época sin dígitos. Viajas y no paras de toparte con ideas, historias, momentos, etc. que te permiten olvidarte de tu vida normal, de tu trabajo, que no tiene nada que ver con esta afición por lo sencillo y lo ilusionante. Estuve, el día 2, en la Feria del Libro de Zaragoza hablando sobre lo que escribo, sobre los trabajos que estoy llevando a cabo con “mis” ilustradores (que nadie lo malinterprete, que son “míos” porque son mis compañeros y aprecio un montón su profesionalidad, su arte y su sensibilidad…por eso “me los apropio” J) y, sobre todo, de La nota que faltaba, que fue la protagonista porque estuve allí para dedicar mi primer álbum ilustrado publicado (a ver cuando llega el segundo que ya está al caer). Un cuento que no fue ni el primero, ni el segundo que escribí…ni tampoco estaba entre los diez primeros…pero como se trata de un cuento cargado de sentimientos, valores y gran cantidad de mensajes positivos, se adelantó a todos y encontró el primero una editorial a la que gustó. Algunos de esos mensajes están a la vista, otros implícitos y la mayoría a desgranar y descubrir por los familiares de los más pequeños, que me los imagino en la cama junto a ellos leyendo una y otra noche lo que le pasó a Sax, el protagonista de la historia. Como digo, tiene gran cantidad de mensajes pero no solo se captan a través de la lectura del texto sino que el potencial extraordinario de las ilustraciones hechas por mi compañera en este trabajo, Tania Rico, tienen un papel muy importante en ese descubrimiento de todo lo que en “La nota…” no se ve a la primera.
Pero vayamos por partes.
Parece mentira que, con la cantidad de eventos que llevo realizados con mi “La nota…” todavía me vea inmerso en ese estado fascinante de nerviosismo, los días previos a cada uno de ellos. ¿Sabéis por qué? Pues porque siempre intuyo que cada evento va a ser diferente del anterior…y no me equivoqué tampoco en éste de Zaragoza.
Beatriz Barbero-Gil, magnífica ilustradora, (http://mipezrojo.blogspot.com.es/  https://www.facebook.com/profile.php?id=100005529825194) compañera mía en otro proyecto (https://jrdecea-cuentamelos.blogspot.com/2017/12/luces-de-navidad.html) y dueña de la librería infantil, El Armadillo Ilustrado (https://www.facebook.com/elarmadilloilustrado/), me hizo un hueco en su caseta, la 50 de la Feria, en la que estuve muy cómodo, no solo por su compañía, que nos permitió hablar sobre el proyecto que llevamos entre manos, sino por la distribución del espacio que en principio parecía pequeño y luego no lo fue tanto. Por cierto, os aconsejo que os deis una vuelta por allí (solo en fin de semana) y disfrutéis de los mejores álbumes ilustrados (incluido el mío…que no se os olvideJ) en un espacio agradable y que Beatriz ha sabido organizar, con su sensibilidad, para que el rato que estéis allí se os haga demasiado corto.

El día se anunciaba tormentoso y temía que mi viaje a Zaragoza no sirviese para algo más que poder dar un abrazo a esta encantadora ilustradora. No las tenía todas conmigo pero como me comprometí con ella y con mi editorial, Kolima, pues allí que fui.

Las seis y media era y es la hora a la que las persianas de las casetas que en la Feria se repartían el espacio, frente a la catedral de La Seo y pegado al Ayuntamiento de la ciudad, se abrían tras el parón de la comida. Muy tarde se me antojaba a mí aunque después me alegré pues el calor que pasamos la primera hora, en el interior de la caseta, fue más del que esperaba y eso que me presenté con un niqui. ¡Menos mal!
Cuando llegué, sobre las seis y cuarto (me gusta llegar antes para “reconocer” el terreno y no encontrarme sorpresas…lo hago siempre en todos las situaciones de mi vida), el cielo, con aquellas nubes desgajas que nos daban pistas, a los que allí estábamos, de lo que se avecinaba, proporcionaba un color especial a El Pilar. 


Aproveché para tomar unas fotos y hacer una visita, más corta de lo que suelo hacer cuando voy a Zaragoza, a la capilla donde se encuentra la imagen de “la Pilarica”.
Pues ya preparado en todos los aspectos, el mental, el emocional, el espiritual e incluso el fisiológico…sí, este último también tras haber tenido que escuchar en una cafetería, de las que rodean la plaza, “…lo siento pero los servicios son para los clientes…¿quiere tomar algo?...”. Hay personas, de verdad, que tienen un nulo concepto empresarial. Yo entiendo que a determinada gente no se les deje entrar en los wc de una cafetería, porque siempre estarían sucios…pero prohibirme la entrada a mí, un tipo limpio…¡Cómo son! Rápidamente me busqué otro sitio en el que fuesen más amables y, aunque me dijeron lo mismo, tras mirarme de arriba abajo, me dejaron pasar…¡Lógicamente, amigos!


En fin que, como digo, tras estar preparado en todos los sentidos, me dirigí a situarme donde iba a pasar las dos horas y media siguientes. A los diez minutos de llegar ya tenía firmados dos ejemplares. La tarde prometía.


Recibí la visita de algunos de mis amigos mañicos y de algunos familiares, también, que tengo por aquellas tierras y que fueron los que hicieron algunas de las fotos que hoy os enseño. Gracias a todos ellos por la compañía y el refuerzo anímico que me proporcionaron y que hizo que la tarde fuese muchísimo mejor de lo que ya estaba siendo.
Me gustó hablar de “La nota…” y contarlo innumerables veces, primero a los pequeños que, de la mano de sus padres (siempre aquellos les daban un pequeño empujón en la espalda para que rompiesen la vergüenza que les provocaba mi “¿quieres que te lo cuente?”), se colocaban muy pegados al mostrador, casi con las narices apoyadas en él.


Después, me dirigía a los padres, tíos o abuelos, que de todo se dejó caer aquella tarde por la caseta, y les contaba lo que compartí el otro día con vosotros, en la entrada que precede a ésta, sobre el potencial que tiene en sus páginas este álbum ilustrado.



Todo fue muy agradable aquella tarde, incluida la música  ambiental que englobaba todas las casetas que de soslayo estaban siendo observadas por las figuras goyescas que descansan en la plaza. 


Causalidades de la vida, la música era de saxo. ¡A juego con lo que yo estaba ofreciendo! Estaba feliz. Todo se había aliado para una tarde para recordar. De vez en cuando la música bajaba de volumen y resonaban entre las casetas todos los nombres de los que allí estábamos firmando y dedicando nuestros trabajos. Una gran satisfacción, os lo aseguro.



Recuerdo momentos especiales en los que, por ejemplo, aquella maestra, que no consigo recordar su nombre, aunque lo escribí en la página del libro reservada para mis dedicatorias, me contaba que quería utilizarlo para desarrollar un trabajo que tenía in mente para compartirlo con sus alumnos; o la mirada, muy bonita por cierto, de aquella otra persona a la que conté muchas curiosidades y que, lo hubiese apostado, pensé que tras la charla se llevaría consigo “La nota…” y al final prefirió dejarlo para otro día; o la abuela que pensó en dos parejas de nietos y se llevó sendos ejemplares para los cuatro…¡Cómo son las abuelas!; y los vividos con tantos otros con los que compartí lo que representa este trabajo lleno de valores, música, sensibilidades y, sobre todo, mucho cariño e ilusiones. Estoy seguro que muchos de ellos están ahora leyendo lo que os escribo porque se llevaron consigo mi tarjeta profesional. A todos ellos, les doy la bienvenida a nuestro blog. Espero que lo disfrutéis y os quedéis con nosotros para que cada vez seamos más en este rincón.
La tarde terminó como amenazaba: tormentazo con truenos y lluvia intensa. Desapareció todo el que estaba deambulando entre las casetas y compartí unos momentos de charla con los que allí nos encontrábamos y que regían la caseta de enfrente o la de al lado. La lluvia, aquella tarde, llegó en el momento oportuno para el cierre de la Feria, y yo me despedí de una etapa más en el camino de La nota que faltaba. Solo me queda agradecer a mi compañera, Bea, lo agradable de la tarde y que me haya permitido compartir esos momentos en su caseta. Muchas gracias, amiga, y espero que la Feria termine para ti muy bien, que te lo mereces.


Y a todos vosotros, espero que este relato, quizá un poco, o un mucho, más largo de lo habitual, os haya podido meter virtualmente conmigo en esas sensaciones que viví en la caseta número 50 de la Feria del Libro de Zaragoza junto a mi encantadora compañera, Beatriz.


Un cariñoso abrazo para todos los que estáis aquí conmigo y recordad que debéis continuar soñando y siendo felices.
José Ramón.