domingo, 30 de julio de 2017

PIEDS TANQUEES



Seguimos con temperaturas muy altas: 39 grados en el momento que aconteció lo que os quiero contar. No es que sea nada del otro mundo pero es que tengo ganas de estar con vosotros y contaros algo para que viváis un momento conmigo. Buenas tardes, mis queridos seguidores de mis ilusiones.
Yo creo que eran amigos los que jugaban con esas bolas de acero que pesaban más de lo que se espera cuando se las coge para lanzarlas: entre 600 y 800 grs. Jugaban dos parejas, una contra otra. Los dos de una pareja eran hermanos, con poco pelo y de unos 70 años. Uno bastante más alto que el otro. Los dos con bermudas, aunque las del bajito eran bastante más adecuadas para esa parte de la sesión del circo que los pequeños tanto esperan que llegue. Desde luego para jugar allí, en donde estaban, llamaba bastante la atención y estoy seguro que provocaba la distracción de sus contrincantes.
La otra pareja era más de andar por casa; vamos, más corriente: nada de llamar la atención. Una pareja de dos en el que uno estaba en los 70, como aquellos, y el compañero en la cuarentena. Se les veía más profesionales.
Cada uno de los cuatro disponía de tres bolas metálicas, como mandan las reglas inventadas en la Provenza, aunque se dice que los soldados y marineros romanos las importaron cuando estuvieron dando por saco (perdonad la expresión) por las Galias…y si no que se lo pregunten al del menhir y al de las alitas en el casco. En aquella época las bolas no eran precisamente de acero: lo eran de piedra (estoy seguro que lo habíais adivinado). Entre estos cuatro amigos solo estaba permitido que hubiese doce bolas en juego, ni una más y ni una menos, como también mandan las reglas, y son las que había. Si en lugar de dos por equipo hubiesen sido tres, también permitido, el número de bolas por jugador hubiese sido de dos para, así, no pasar de ningún modo el número de 12 en la pista. El nombre actual de petanca viene del pieds tanquees (pies juntos, en lengua provenzal, pues la bolita pequeña, la de madera maciza, que se lanza primero y se llama boliche, se lanzaba, como el resto de las metálicas, con los pies juntos) y es uno de los deportes más saludables, como bien sabéis.
La sensación de calor, allí donde me senté, era menor que en lo alto de la roca que se daba mucha importancia, seguramente por el castillo que la coronaba. Roca cargada de familias que parecía permitir que un tímido pero precioso río pasase, casi sin molestar, bajo sus pies. (Seguro que alguien ya ha adivinado donde ocurrió lo que os cuento). Sí, la sensación era más agradable pues el agua que corría por allí mismo aportaba la humedad suficiente y la calma necesaria que requería un deporte como la petanca y los espectadores que como yo estábamos allí disfrutando de todo ello. También se dejaban oír lejanos el griterío de los chavales y sus chapoteos dados en la playa artificial que también permite el modesto, y yo creo que algo vergonzoso, río (si algún despistado no se había dado cuenta seguro que no hay nadie al otro lado de la pantalla que no sepa en qué lugar estuve…como alguien lo dirá en los comentarios os remito a ellos para los de fuera de nuestro país). Por todo esto este pueblo está catalogado entre uno de los más bonitos de España.
¡Espera, déjame un momento! dijo el mayor de la pareja que me pareció más profesional.
Se acercó a donde las bolas de acero habían llegado impulsadas utilizando distintas maneras y técnicas alguna ciertamente ridícula—, por parte de sus dueños, con la intención de que besasen al boliche de color rojo pasión. Había mucha competencia por llegar a conseguir, con una, o todas, de las bolas propias, ser la más cercana. Yo, desde mi sitio de privilegio, no perdía detalle.
Están más cerca ellos concluyó tras su examen. Debes lanzarla con fuerza y tratar de sacar ésta de aquí fue prácticamente una orden mientras señalaba la bola más cercana al boliche. Lógicamente pertenecía a uno con bermudas.
El cuarentón lo entendió perfectamente pues le propinó un golpazo a la bola que le indicó su compañero que casi la saca de la zona de juego y la manda con los patos, ignorantes de lo que se estaba jugando a pocos metros, que se afanaban en comer no se qué que bajaba por una pequeña rampa, mezclado en el torrente del río, que, en esta época del año, era muy escaso y no arrastraba casi nada. Ni siquiera, y sobre todo, las porquerías que se veían y habían sido dejadas allí por ese guarro que viene de la ciudad y que siempre nos encontramos entre la naturaleza que no entiende, ni comprende, ni respeta.
Volvamos al juego.
Como digo, con gran precisión, sacó del terreno de juego la del contrario…Era la de aquél del pantalón de Tonetti magnífico grupo de payasos españoles que entre los años cincuenta y hasta 1982 hicieron las delicias de niños, padres y abuelos. A mí me encantaban y sirva este comentario, hecho con todo respeto hacia ellos, para recordarles—, con gran disgusto por su parte y gran júbilo por la del lanzador y su técnico compañero. El hermano de Tonetti es válido el mismo comentario anterior de recuerdo de este grupo de artistas y magos de la risani se inmutó. El tipo estaba sentado en un banco como el mío y miraba de soslayo lo que acontecía en la partida: ya tenía al de las bermudas “simpáticas” a cargo de la situación.
Me costó decidirme en qué banco sentarme: había varias posibilidades, incluso uno de espaldas a lo que allí se estaba barajando y que tanto me divirtió. Por supuesto que no cogí ese. Lo que sí os cuento es que en varias ocasiones me vi hablando para un compañero imaginario que, sentado a mi lado, escuchaba lo que le contaba sobre las bondades de este magnífico deporte y sobre lo que allí estaba sucediendo.
¿Pero qué es aquello? Al hermano del de los pantalones sin piernas le colgaba una cinta desde el banco al suelo. Me tuvo intrigado hasta que se levantó. Por fin se levanta, dije susurrando a mi amigo invisible. Se levantó con desgana y se dirigió hacia donde estaba el resto de jugadores discutiendo el resultado de la partida yo, desde mi sitio privilegiado, tenía claro quién estaba más cerca y así se lo comentaba a “mi compañero”.
Allí se acercaba el alto de los hermanos, con la cinta colgando de una de sus manos. Al final de ella me di cuenta que estaba cogida una pieza metálica de forma troncocónica era algo parecido a esas pesas antiguas que se utilizaban para ponerlas en uno de los platillos y equilibrar el peso de arroz, lentejas, verduras o aquello que se estaba vendiendo. ¿Qué sería aquel artilugio y, sobre todo, para que podría servir? seguro que alguno de los que estáis leyendo esto sabéis la respuesta, pero , os aseguro, que yo, en aquel momento, no tenía ni idea. Con gesto cansado y dolorido, el tipo de la cinta entra en la zona de juego y se acerca a una bola, demasiado alejada de donde estaba dirimiéndose la partida. Debía ser una de las suyas por lo que sucedió a continuación. El hermano de Tonetti posó la pieza metálica, prendida al final de la cinta, sobre la bola y con gesto como si lo que pasaba a su alrededor no tuviese nada que ver con él, empezó a tirar rítmicamente de la cinta hacia arriba…la bola, pegada a la “forma de pesa” metálica, empezó a subir con ella hasta alcanzar una de las manos que rutinariamente siempre la esperaba en la misma posición…: ¡¡el tío vago utilizaba un imán para recuperar sus bolas sin agacharse un milímetro!! ¡Vaya deporte que estaba haciendo! Solo participaba del vicio del juego y no de su beneficio. Estuve un rato divertido no dando crédito a lo que acaba de presenciar y me dije: ¡tengo que hacerme con un artilugio de esos para cuando no quiera agacharme!...es que siempre tendemos a lo fácil. No tenemos remedio.
En el grupo seguían discutiendo hasta que el mayor de la pareja “superprofesional” sacó un metro, de esos metálicos que se enrollan en su cajita cuando se libera la pestaña. Sí, de esos que más de uno se ha dado en las narices cuando violentamente se enrollan, por error nuestro al accionar la pestaña,…por lo menos a mí me ha pasado y el que diga que nunca le ha sucedido, si tiene el valor suficiente, que lo confiese aquí. Pues eso, sacó su metro y se acabó la discusión y la partida. Ganaron los profesionales y mientras se felicitaban, el de las bermudas seguía discutiendo y echándole no se qué culpas, que no tenía ninguna, al de la cinta cómoda me gustó ese artilugio, de verdad que impasible seguía recogiendo sus bolas sin despeinarse ni un solo pelo…ya os dije que tenían, ambos, pocos.
Se fueron ellos y yo continué mi paseo por un camino entre un canal no demasiado limpio y el río que continuaba su peregrinar sin hacer demasiado caso de los de la playa, de los patos, de los petanqueros e, incluso, de mí...quizá porque era un río que me parecía demasiado vergonzoso.
Cuando el Sol se empezaba a despedir de todos nosotros me puse en marcha de regreso. Fue una tarde divertida.
También ha sido divertido el contároslo a vosotros aquí. No es que sea nada del otro mundo lo que os he referido pero me ha permitido estar un rato con vosotros y pensar en lo que nos une, que es esta ventana a nuestra intimidad.
Buenas tardes y recibid un cariñoso abrazo.
Por favor, no dejéis de soñar y de ser felices.

José Ramón.


martes, 25 de julio de 2017

CARGO BLUE




Abrí los ojos esta mañana pensando qué podría hacer en un día sin trabajar como éste: ¿Playa o piscina? La duda en las últimas semanas se me volvió a plantear hoy. Siempre soy así: indeciso a más no poder y eso me crea una gran ansiedad. Quizá porque tengo siempre varias opciones para hacer; siempre tengo un plan “b” y a veces uno “c”. Hoy solo tenía estos dos planes aunque me apetecía hacer algo de deporte —¿quizá era el “c”?— pero con este calor y, sobre todo, esta humedad a estas horas no creí que fuese una opción ni siquiera saludable. Lo dicho, decidí lo que todavía no había decidido: ¿playa o piscina? De momento subí la persiana de mi ventana que, por cierto, solo sirve — pues no me aísla ni medio decibelio del ensordecedor paso de vehículos, incluido el odioso camión de la basura, que circulan por la céntrica calle en la que vivo— para evitarme despertar cuando aparece el Sol que por estas tierras lo hace antes que por ningún sitio en España —bueno, esto puede que sea una exageración pues lo he dicho solo mirando a los puntos cardinales sin situar longitudes geográficas—.
¡No me lo pude creer!¡Estaba nublado! La playa o la piscina podía esperar: el plan “c” tomaba plena vida. Me activé. Rápido al armario, antes de que se plantease un día soleado y caluroso como los pasados, para prepararme para mis habituales 40 minutos de carrera. ¿El ritmo? Pues el de siempre, el que me permite mi corazón que ya lleva varios años conmigo y nos tenemos cariño. Me gusta siempre tener ese detalle con él y correr a su ritmo. Él es el que me indica si debo ir más rápido o más trotón.
Pulsómetro en su sitio, zapatillas y calcetines, más finos que los que utilizo en invierno —por cierto, estos finos llevan una banderita española en su lateral…es que soy español, ¿sabéis? Y me gusta a veces lucir mi bandera cosa que, aunque haya quien lo diga, no tiene nada que ver con la política: solo con el país que amo y en el que nací—, también en su sitio; pantalón y camiseta, en cuya parte de atrás pone “Marathon de…”no me acuerdo el sitio pero es uno importante donde se ha batido el récord de la prueba a nivel mundial por lo llano de su recorrido y las condiciones de carrera en la fecha en la que se realiza…pero no me acuerdo...No es que sea de uno que yo haya corrido, pues no he tenido nunca la oportunidad de hacer ni siquiera uno: nunca he podido prepararme adecuadamente pues cuando no era por este motivo era por aquel otro. Una espinita que tengo clavada.
Seguí, de habitación en habitación, cogiendo mil y una cosas…es que me gusta llevar de todo: carnet, radio, dinero, unas gafas chulas y muy pequeñas que me he comprado y que no abultan nada para leer en caso de necesidad; las de sol no las llevo pues me molesta correr con ellas; una gorra que suelo ponerme, sobre todo en verano, y que voy empapando en las distintas fuentes que me voy encontrando en mi recorrido, etc, vamos, de todo.
 Ya, por fin todo en su sitio —soy un poco pesado en los preparativos y me cuesta salir unos cuarenta y cinco minutos desde que decido salir…a veces me da ganas de darme un par de capones: ¿es que no puedo tardar lo que todo el mundo?— y ya en la calle hice unos estiramientos mientras el pulsómetro cogía el satélite, que en el centro de la ciudad cuesta a veces un rato.
Suelo hacer unos siete kilómetros y medio lo que me sobra para mantener un estado más que aceptable de forma y, sobre todo, para sentirme bien mental y físicamente. Y así los hice.
¿Os acordáis del relato de la pista de patinaje? Os lo recuerdo: lo publiqué, ahora hace un año y unos días, concretamente el 7 de julio. Yo lo acabo de releer y me ha gustado hacerlo. Hacedlo también que seguro que lo pasaréis bien. Bueno, pues en esa pista de patinaje es, cuando está desocupada, donde suelo hacer los ejercicios de estiramiento y vuelta a la calma tras la carrera. En invierno me voy poniendo en distintas partes de ella, pero en verano, con el Sol que golpea duro y la temperatura que se alcanza a la hora que corro, es otra historia: suelo ponerme en la parte izquierda, según las fotos de la entrada que os he comentado, bajo las ramas de uno de los árboles que rodean la pista. No sé de qué especie es aunque creo que venidas, las semillas, de un país lejano. Yo solo busco su protección en mi deporte cuando el Sol me hace daño tras finalizar. Ya sabéis: A quién a buen árbol se arrima buena sombra le cobija. Eso me dio que pensar. Es como en la vida: cuando las cosas nos son menos a nuestro favor, cuando la vida no nos favorece o nos presenta dificultades es cuando buscamos la protección de algo o de alguien, material o imaginable…Pues de esto va lo que os traigo yo hoy aquí:
Desde el 17 de octubre de 2015 no os hablo de “Cargo Blue”, mi primera historia y sobre la que ya os he confesado el significado que para mí tiene. Cargo Blue buscaba esa protección también. La buscaba entre sus amigas las nubes y eso os cuento en la sinopsis de la historia, que podéis leer más abajo, y en la parte de la historia que os comparto. Necesitaba encontrarse en un ambiente que no fuese hostil en cuanto a lo solo que se sentía, y eso lo conseguía, inicialmente, cuando con su morro mirando al cielo se metía entre sus compañeras de viaje…después, quizá lo encontrase también de otra manera…
Os quiero pedir que vayáis a ese día, en las entradas de este blog, y releáis lo que escribí y que es la esencia de lo que para mí significa este cuento tan especial. Una de las cosas que os decía es que estaba a la búsqueda de un ilustrador especial que fuese capaz de dar vida a este entrañable avión de carga. Ya lo tiene y hoy os la quiero presentar: se trata de María José Plata ( https://www.facebook.com/mariajose.platasantos?fref=ts 
http://mjplatailustracion.blogspot.com.es/2016/12/pintando.html  todos los derechos reservados) Una ilustradora, creo que gallega, aunque no estoy seguro. Pero de lo que sí lo estoy es que la sensibilidad que transmite con su arte le va muy bien a Cargo Blue. Espero que os gusten estos bocetos y este diseño del avioncito. Ahora, María José, está terminado otro trabajo y en cuanto pueda empezaremos a avanzar para que, lo antes posible, podamos ofrecerlo a las editoriales. Ya lleva demasiado tiempo descansando en una carpeta de ordenador. Por mi parte, María José, te doy la bienvenida a este blog que, a partir de ahora, será también tuyo. Un abrazo grande con mi agradecimiento por haber querido compartir este proyecto que para mí significa tanto.
Y a vosotros, queridos amigos, os dejo ya con mi cuento favorito. Espero que lo disfrutéis una vez más.
Soñad y sed felices.
Un abrazo muy cariñoso para todos vosotros.
José Ramón.


“Cargo Blue” es la historia de un joven, feliz y responsable avión de carga.
Abrazado a él –porque en el discurrir de la historia se desea abrazarlo…- nos guía por su vida y nos presenta a sus amigas, las nubes. Sí, Cargo Blue no tiene más amigas que las algodonosas nubes blancas que le arrullan y le dan el calor que no tiene en tierra firme.
Ésta es una tierna historia en la que se nos sugiere que la belleza y riqueza de las personas no es siempre lo que se nos muestra de ellas exteriormente, sino lo que guardan en su interior.
“Cargo Blue”, desde el momento que fue escrito, no ha dejado de ser una referencia y guía de estilo de vida, no siempre fácil de seguir.




Me llamo Cargo Blue y mi vida no podemos decir que sea atractiva. Si hay una palabra que la puede definir, ésta es Soledad u Olvido. Cualquiera de las dos están muy unidas al día a día por el que discurre mi vida desde que hace pocos años, pues todavía soy muy joven, relevé a mi padre, un viejo avión de carga, al que, por su edad, no se le permitió volar más.
Sí, soy un avión de carga cuya vida discurre, cuando no estoy volando, en un hangar triste, sucio, lleno de cajas y con los cristales rotos por el abandono. El frío y la lluvia que se cuelan por los huecos que dejan los cristales y que más de una vez me hacen tiritar y mojan mis alas, son mis únicos compañeros en las noches de invierno.
Pero, ¿sabes qué es lo que menos me gusta?: que no se lo puedo contar a nadie, porque estoy solo. Bueno, tampoco es muy cierto esto que digo ya que hay veces, una por semana más o menos, en las que por las noches entran sin avisar algunas personas con unas viejas máquinas que hacen mucho ruido y desprenden un humo que me hace toser; me abren la panza y empiezan a meter muchas cajas y mercancías en mi interior. Eso me indica que, a las pocas horas , normalmente de madrugada, debo de iniciar mi viaje con mucho sueño por el despertar temprano. Ahora soy joven y no me importa demasiado, pero lo mismo hacían con mi papá y el pobre ya era muy mayor para eso.
El viaje, como te cuento, lo inicio cuando el Sol todavía no ha salido; hace frío y muchas veces hay una niebla que, encima, me dificulta la visión. Me gustaría tener una bufanda para no pasar tanto frío…, pero es que no existen bufandas tan grandes para aviones.
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Yo me divierto mucho cuando vuelo y me apoyo en las nubes como si me estuviesen sujetando. ¡Qué tontería! Yo peso más que ellas y eso sería imposible. Imagino que son mis amigas; en realidad yo las considero así. Hablo con ellas y les cuento mis cosas…lo hago porque ya te he contado que mi vida es un poco triste y bastante solitaria, y necesito hablar con alguien que me escuche…claro, como no hablan…

jueves, 13 de julio de 2017

Nuevo "VIENTO DEL SUR"





Hola, amigos de mis ilusiones y de mis sueños. Seguro que muchos de vosotros, sobre todo los españoles, estáis metidos en la ola de calor que estamos sufriendo en la península española y nuestras ciudades africanas. Ya en pleno verano y esperando que lleguen las vacaciones que parecen que no lo hacen nunca…después, cuando estamos metidos de lleno en ellas, el tiempo se nos escapa de las manos y sin darnos cuenta estamos de nuevo en nuestros trabajos soportando al jefe pesado, el que lo tenga; al cliente impertinente, el que trabaje de cara al público, o, simplemente, liados con nuestros asuntos rutinarios de nuestro día a día. Por eso, os quiero aconsejar que cuando lleguen esos días de descanso, si no estáis en ellos ya, que los viváis intensamente, tratando de saborear y de daros cuenta de cada minuto que pasa y en qué lo estáis empleando (con vuestros amigos, haciendo deporte, con vuestros hijos, sobrinos, nietos…). Tratad de vivir las vacaciones muy intensamente y así conseguiréis tener un recuerdo imborrable que os ayudará a vivir vuestra rutina posteriormente con ilusión. Yo intento hacerlo. Intento vivir intensamente los momentos que la vida me presenta y cuando acaban, que el tiempo no se puede parar y acaban más rápido de lo que quisiéramos, esa intensidad me ayuda a revivirlos en mi mente durante mucho tiempo más.
Bueno, que estábamos en la ola de calor soportando los 40 grados que tenemos por estas tierras manchegas en las que me encuentro en esta etapa de mi vida. Y creo que este ambiente de hoy nos brinda una buena oportunidad para traeros una historia que ya muchos conocéis y que discurre entre el abrasador calor de la suave arena de color amarillo claro, cercano al ocre. Ese color que nos habla de sensaciones relacionadas con la hermosura, con los dioses de la antigüedad, con la pureza. Esa arena que nos lleva a pensar en la dignidad, el honor y la integridad de los nómadas que la pisan y son acogidos por sus granos microscópicos. Sí, os estoy hablando de mi cuento “Viento del sur” que no lo traía de nuevo a esta ventana desde el 3 de julio del año pasado, 2016 (os aconsejo que vayáis a esa entrada por lo que contaba en ella). Una historia que para mí, como os he contado en entradas anteriores, tiene un significado especial que me remonta a mi niñez. Es, sin duda, uno de mis cuentos favoritos por la carga emocional que tiene en sus letras. “Viento…” nos habla, sobre todo, de valores —el compañerismo en situaciones difíciles, como es la vida en el desierto; la caridad, la hospitalidad, el compartir con el que tiene menos o con el que, en un momento, lo necesita—. Además y como un valor más y sobre el que se asientan las sociedades, nos habla de lo importante que es la familia y lo hace a través de una experiencia vivida por una familia tuareg. “Viento del sur” no ha dejado impasible a nadie que ha tenido la oportunidad de leerlo y creo que al fin podrá ver la luz pronto en las librerías. ¿Por qué estoy tan seguro? Pues porque estoy de nuevo trabajando, codo con codo, con una nueva ilustradora y que, os quiero ser sincero, creo que le ha dado un aire mucho más realista y más ajustado a lo que yo tengo en mi cabeza sobre cómo es la familia protagonista de esta historia. Realmente, mi nueva compañera, Marta Sedano (http://www.martasedano.com/) (todos los derechos reservados), está llevando a cabo un trabajo extraordinario apoyado previamente por un estudio de documentación muy concienzudo y ciertamente meticuloso. Está siendo una gozada trabajar con ella en equipo, discutiendo todos los aspectos de nuestra historia algo diferente de la escrita inicialmente: ahora está contada en primera persona, lo que la hace más cercana y nos hace al lector vivirla  de manera más cercana y con más intensidad. Realmente queda mejor. 
Para mí está siendo un privilegio poder tomar parte en la maquetación de nuestro producto y en la elección y motivo de las escenas que conformarán este espectacular (permitidme que lo catalogue así) álbum ilustrado, cuando finalmente lo sea. Marta, muchísimas gracias por tu compromiso en nuestro equipo: estoy seguro que ello no nos llevará a lugar distinto de un buen puerto, en este caso de una buena haima en la que descansemos de nuestro esfuerzo, tomando y saboreando la riquísima leche de cabra y los dulces dátiles. ¡Bien seguro que sucederá así! Y aprovecho, en nombre de todos los que conformamos la familia de Cuentos & Dreams, para darte la bienvenida a nuestro entorno repleto de historias relacionadas con la literatura infantil. Un gran abrazo para ti desde aquí.
Pues bien, amigos, os dejo con lo que os puedo traer de “Viento del sur” y las porciones de algunas de las ilustraciones de muestra que tenemos preparadas para su envío a las editoriales.
Os deseo, como siempre, que soñéis mucho y que no dejéis de ser felices.
Un cariñoso abrazo.
José Ramón.

“Viento del Sur” nos permite acercarnos al seno de una familia nómada y vivir y sentir, a través de la historia contada, la acogedora calidez de sus gentes y la sencillez y fragilidad de sus vidas en manos, siempre, de un desierto protector unas veces, y otras cruel, inhóspito e implacable.
En este relato se ensalzan los valores de la familia y las tradiciones que, de abuelos a nietos, se traspasan como un tesoro de valor incalculable pues representan los verdaderos cimientos de toda una vida nómada entre arena, cabras y dromedarios; castigada, a veces, por el viento que venía del sur.


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También, en esas noches, Zaila y Ahmed aprovechaban para transmitir a sus hijos las normas de respeto a los mayores, muy unidas a los principios y costumbres por los que se rigen las gentes del desierto. Y, por supuesto, las normas básicas para sobrevivir en tan inhóspito, peligroso y, a la vez, cautivador entorno; con sus arenas formando las altivas dunas;   su viento que castiga la piel de los seres vivos que lo recorren, como si de perdigones se tratase; y, sobre todo, su bóveda estrellada que tantas miradas de esperanza, sueños y proyectos, captura.
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En las noches de paz como aquélla, Ahmed contaba historias a sus hijos, al igual que lo hicieran en tiempos, su padre y su abuelo.  De esa forma, se conseguían transmitir de generación en generación.




Una de ellas hablaba de los días en los que soplaba el temido Viento del Sur. Un viento terriblemente cálido  que hacía secar los pozos de agua que, aunque escasos, permitían la supervivencia del pobre pueblo nómada al que pertenecían los protagonistas de esta historia. En esos días, cuenta la sabiduría del desierto, solía, por sus arenas, vagar un esbelto Tuareg sobre un dromedario blanco,  con dos grandes tinajas a cada lado de la única chepa del animal, portando el agua más fresca que se pudiera imaginar para socorrer a sus protegidos, los nómadas del desierto……………………………


sábado, 1 de julio de 2017

Nuestra “TELA DE ARAÑA”





Buenas noches, queridos seguidores de mis ilusiones. Este mes os he tenido un poco abandonados en esta página pero os aseguro que no he dejado un solo día de pensar en vosotros. No he sido capaz de encontrar un momento en este junio de locura que he pasado: ¡ya me gustaría que mi ocupación profesional fuese la relacionada con todo lo que os voy poniendo en este blog y en mi página de facebook (el enlace, para el que no lo conozca, lo tenéis en la columna derecha de vuestra pantalla)! Por desgracia no es así y tengo que compartiros con mi otra actividad. Junio no me ha permitido dedicaros ni cinco minutos. Bueno, lo que importa es que de nuevo puedo sentarme tranquilo frente a mi ventana a vosotros y contaros cosas.
Hoy no es un día para la alegría porque os voy a hablar de que hemos tenido que parar por un tiempo, que espero que no sea demasiado largo, el proceso de ilustración de “Tela de araña”, que os lo presentaba el 29 de enero pasado (os recomiendo que visitéis de nuevo esa entrada). Su ilustradora, Helena Segura Alemany (todos los derechos reservados), cuya página ya conocéis y que, una vez más, os recomiendo visitéis ( https://www.facebook.com/Segaley ), me ha pedido suspender nuestro contrato verbal para dar vida a este cuento con el que nos hemos identificado desde el primer momento ambos. “Tela de araña” fue escrito para Helena; sí, Helena, fue escrito para ti y yo lo he sabido cuando te encontré.
Yo hoy quiero compartir estos momentos con vosotros, mis queridos seguidores. Estoy convencido de que estáis conmigo en que la manera en la que Helena ha interpretado lo que escribí, y que parte de ello lo estáis viendo en esta entrada, es de una sensibilidad y una belleza que pocos pueden igualar. Yo quiero que “Tela…” sea ilustrado de la manera en la que tú, Helena, has empezado a hacerlo: has logrado con tu maestría llena de arte crear unos personajes divertidos que, por sí solos, refuerzan lo que yo concebí. Relaté una historia con una carga dramática importante y, a la vez, divertida: me lo pasé en grande yo solo frente a mi papel cuadriculado. Tú te entusiasmaste desde el primer momento (fue una historia escrita para ti…¿recuerdas?) y te pusiste a trabajar con una ilusión que no he visto en ninguno de los ilustradores con los que he compartido y estoy compartiendo proyectos. Me llenaste de bocetos a través del whatsapp y disfrutamos juntos con lo que ibas creando…
Es una pena, queridos amigos. Helena ha tenido que parar nuestro proyecto pues circunstancias importantes en su vida laboral y personal así lo aconsejan. Apoyo este parón porque ahora no está en condiciones de seguir creando la parte gráfica del álbum ilustrado. Yo estoy convencido que todo ello se solucionará pronto…bueno, a lo mejor tarda un poco…, pero se solucionará y volverá a coger sus pinceles porque son parte importante de su vida.
No tengo prisa, Helena, y ya te lo he dicho. Te espero el tiempo que necesites que lo haga. “Tela de araña”, nuestro cuento, se puede permitir esperar a que los problemas de su ilustradora se solucionen.
Y hoy, a parte de contaros esto, porque me gusta y necesito compartir con vosotros, mis amigos y seguidores en este espacio de la red, todo lo que está relacionado con esta pasión que es la escritura infantil, quiero que disfrutéis todo lo que Helena nos adelanta de lo que será en su día un magnífico álbum ilustrado. Espero que lo disfrutéis tanto como lo llevo haciendo yo desde que me lo envió.
Buenas noches y, hoy más que nunca, soñad y sed felices y…los que tengáis algún tipo de creencia pedid por que los problemas de Helena se solucionen pronto y así la podamos tener de nuevo entre las páginas de “Tela de araña”.
Un abrazo muy cariñoso para todos vosotros.
José Ramón.




Una divertida y emocionante historia que discurre alrededor de una bien tejida tela de araña, es la que se nos cuenta en este relato de amistad entre una araña y una mosca. Relación no demasiado comprendida por la progenitora de aquella y sí agradecida por la de ésta. Jorge, el dueño de la habitación en la que desarrolla la escena, quiere ser “protagonista principal” de la misma, a pesar de la insistencia de su cargante madre…
“Tela de Araña” es una entrañable y trepidante historia de amistad, principalmente, sin reparar en distinciones de “raza”, origen, especie; no ausente de emoción, que mantiene al lector expectante hasta su finalización.




En una tarde de un día cualquiera, como muchos anteriores y, seguro, como muchos que quedaban por venir; la madre de Jorge, el sucio inquilino de aquella pequeña, desordenada y, por qué no decirlo, sucia habitación, estaba harta de discutir con él por motivo de su limpieza, y la mayoría de los días, con que mantuviese aquél su estancia cerrada, se conformaba. Ojos que no ven…



–Flavia, ya estoy aquí –dijo aquella mosca que tantas ganas tenía de cazar Jorge.
–Hola, mamá. ¿Salimos a practicar esas acrobacias de vuelo que me enseñaste ayer? –preguntó Flavia, ilusionada por poder salir a volar con su madre.
Sí, pero antes tengo que prevenirte sobre dos peligros que nos acechan....................................................................................
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El segundo y menos peligroso, dijo señalando de nuevo, es aquella tela de araña que está allí arriba, en aquel rincón. Sólo es peligrosa si, al aproximarte a ella, te quedas atrapada en sus pegajosos hilos. Si eso es así, su dueña, aquella araña que ves tejiéndola, caerá sobre ti con la velocidad del rayo y te dará un mordisco que te dormirá para siempre…Flavia se quedó mirándola con cara de estar muy asustada, mientras recordaba su experiencia de hacía un par de días……………………………………
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–Raña, no se hace así. Mira, tienes que ir soltando poco a poco tu hilo entre los dos que he formado yo –enseñaba con paciencia la araña madre a su hija, sabiendo que la tela de su hija no era todavía lo suficientemente pegajosa como para atrapar algo distinto de una triste polilla–. Debes de ir con precisión  de una a otra para que los espacios entre los hilos sean iguales y lo suficientemente pequeños para que entre ellos no se escapen las presas. ¿Si no, de qué vamos a comer? –le preguntó sonriendo, porque sabía que en aquel cuarto lleno de insectos voladores y no voladores, siempre había algún curioso o despistado que caía en la mortífera red y servía de alimento, por unos días, a madre e hija.




–Los insectos más sabrosos son las moscas…………………………………………………………………………………………………………………


Por la noche la tela de araña era aún más efectiva que de día, pues no se veía ni producía ningún ruido al moverse mecida por la corriente del simple abrir y cerrar de una puerta. En las noches de Luna, y cuando las cortinas de la ventana estaban descorridas, los finos hilos acogían el resplandor de los haces lunares que daban a tan mortífera red un aire siniestro difícil de olvidar. Flavia no imaginaba que fuese tan peligrosa semejante obra de arte………………………….……….
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La tela de araña empezó a cimbrear, transmitiendo la señal al interior del agujero en el que la madre de Raña esperaba, pacientemente, la llegada de alimentos.
La madre de Flavia trataba de agitar sus alas y escapar volando de aquella trampa. El esfuerzo era inútil. El cuerpo estaba boca arriba y sus alas totalmente abiertas y pegadas a los mortíferos hilos de seda pegajosa de la tela. Miraba a su hija que aterrada empezaba a darse cuenta de la situación. Sabía que su hora había llegado…………………………………
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