domingo, 24 de junio de 2012

EL GLOBO DE LA VIDA

Hoy quiero compartir con todos unos párrafos de esta historia de fantasía que es “El Globo de la Vida”. En ella podremos soñar, de la mano de Justino, con viajar a...no os lo desvelo para que lo descubráis en sus páginas. El medio de viaje: un globo.
En este relato se ensalza, fundamentalmente, lo importante que es la familia en la vida de una persona y el cariño que debe existir entre sus miembros.

Esta historia que paso a contar, me la contó en su día el protagonista de la misma, aunque yo no me la he llegado a creer nunca. Algo tan maravilloso no ha podido llegar a suceder. De todas formas, como me la contó, hoy yo la relato aquí.
Justino era un hombre que ya pasaba de los treinta. Vivía en una pequeña casa de campo que en su día formó parte de lo que estaba llamado a ser una granja muy productiva, de las mayores de la comarca, si no llega a ser por la desgracia que sufrió en su niñez. Dedicaba todo su tiempo y sus esfuerzos a cuidar de su abuela, ya anciana y desde hace años impedida. Cuando podía, y el cuidado de ella se lo permitía, con su vieja furgoneta realizaba encargos y transportes  que le reportaban un dinerillo, con el que iban sobreviviendo los dos, más mal que bien.
Pertenecían, en su tiempo, a una familia adinerada; pero debido a la desgracia que cayó sobre ellos, cuando Justino tan sólo contaba con nueve años, les hizo tener que ir vendiendo las tierras que rodeaban la casa, hasta donde la vista alcanzaba; y las reses cuya magnífica carne vendían a buen precio en los mercados de la zona. 
....................................................................
Él me seguía contando…
Un buen día acababa de llegar de hacer unos transportes cuando, de repente al bajarse de su furgoneta, vio uno de esos grandes globos de colores que, en los días de buen tiempo, se divisan surcando los parajes  como aquél en el que vivían Justino y su abuela.
Ante su asombro, el inmenso globo de bonitos colores, tomó tierra muy cerca de donde él se encontraba. Lo venía conduciendo un hombre de edad difícil de calcular, pero con una sonrisa y mirada especiales. Con un gesto de la mano le invitó a subir a su nave. Él, Justino, no supo el porqué accedió a la invitación, sin conocerle de nada y, sobre todo, porque debía atender a su abuela que llevaba toda la mañana sola. No lo supo, pero lo hizo.
Subió a la cesta del globo con la ayuda, sin mediar palabra alguna, de aquel cautivador hombre. A continuación, el quemador soltó un chorro de fuego y el globo comenzó a elevarse. Empezaron a meterse entre las nubes blancas que esa mañana cubrían parte del cielo, mientras Justino veía alejarse su casa, desapareciendo de su vista, con cierta preocupación.
Pasaron entre ellas un tiempo que Justino fue incapaz de calcular. Estaba un poco asustado, pues se decía cómo había sido tan imprudente de subirse a ese artefacto: sin saber a dónde iba; ni quién era ese hombre que con maestría lo guiaba; ni, sobre todo, cuándo iba a regresar.
....................................................................

¡Por fin, salimos de las nubes!, dijo aliviado al ver de nuevo su casa  y que estaban descendiendo.
Mientras lo hacían, vio un montón de vacas que pastaban plácidamente  y, pensativo, concluyó que no las recordaba cuando subió a la cesta del aerostático.
Tomaron tierra a unos doscientos metros de la casa  y, rápidamente, se bajó, despidiéndose del impasible tripulante que había permanecido en silencio todo el viaje; agradeciéndole la invitación.
Se encaminó hacia la casa con larga zancada, extrañándose de no ver su vieja furgoneta aparcada junto al porche.
De repente, de la casa salieron un corpulento señor acompañado de dos chavales..............................

–Quédese con nosotros a cenar –le invitó agradecido, Damián.
Justino declinó la invitación y se disculpó por ello, pues debía regresar a su casa…aunque no sabía muy bien si eso era ya posible. Estaba muy preocupado por su abuela.
Se despidió de ellos y se dirigió hacia donde su impasible piloto, le esperaba; aunque ignoraba el motivo del porqué lo hacía.
Ya en el aire, de nuevo entre las nubes, trató de sacarle algunas respuestas al dueño del inmenso artefacto, pero..............................................................





Este cuento está registrado con el nº de registro de la propiedad intelectual  09/2010/2757
http://people.safecreative.org/jose-ramon-de-cea-velasco con el núm. 1108179882843 

viernes, 15 de junio de 2012

CAMINO DEL OESTE

Este cuento que os traigo hoy es un relato lleno de ternura que hace referencia, con añoranza, a tiempos pasados. A través de su lectura se puede disfrutar del embriagador olor a carbón quemado  que produce Martina, la máquina protagonista de la historia que os cuento, y que nos permitirá viajar con ella a ese mundo que anhelaba.
Martina no está a gusto con el trabajo que le ha tocado y su sano inconformismo y valentía -valores que se ponen de manifiesto en el relato-, propician que pueda llegar el cambio y la mejora.
¡¡Viajeros al tren!! Piiiiiiiiiiiiii....chuf........chuf...........chuf.., chuf...,chuf..chuf...chuf, chuf, chuf.piiiiiiiiiiiii


Era pasada media noche cuando a Martina le despertó un empujón y un fuerte golpe seco, precedidos ambos por el chirrido de

 frenos que le eran muy familiares. Cada cuatro o cinco días ocurría lo mismo. A ese sobresalto inicial sucedía siempre un repiqueteo, sonoro y rítmico, al contacto de los metales. Los trabajadores que operaban la “Última Terminal” –así se llamaba aquel lugar–, ataviados con unos martillos extremadamente largos, golpeaban rutinariamente las ruedas de los vagones que acababan de enganchar para su traslado, comprobando que todo estaba correcto para el viaje.
Martina ya conocía esta rutina pues desde hace bastantes años venía haciendo este trabajo. Sabía que tras este ritual debía emprender la marcha.
Martina era una de esas antiguas máquinas de vapor que se paseaban por todos los pueblos del país con su llamativo canto y su elegante columna de humo blanco, hasta que la llegada de las nuevas máquinas eléctricas ocasionó que fuese retirada, cuando tan sólo tenía un año de vida, y destinada al trabajo que realizaba en aquellos días.
Qué orgullosa y feliz se sentía al principio y qué desgraciada después.
Martina se encargaba de llevar vagones viejos y en desuso a unos hangares, a aproximadamente cien kilómetros de la ciudad, para su posterior desguace y destrucción. Representaba un triste trabajo ser la última en conducir a unos vagones de mercancías o de pasajeros, según el día, en su último viaje a su destrucción. No era agradable su misión y temía que un día, que presumía no muy lejano, fuese ella parte de ese macabro convoy, tirado por una flamante máquina eléctrica; fría y nada elegante.
..............................................

A mitad de camino, motivado por una luz roja de uno de los semáforos que se distribuían por la vía para regular la circulación ferroviaria, se veía obligada siempre a hacer un alto de unos minutos: quizá a esa hora, en una estación cercana, nudo de comunicaciones de la zona, debía ceder el paso a un tren de pasajeros que, camino de su destino, circulaba a gran velocidad.
............................................
La luz se tornó verde y Martina, al frente de su convoy, reanudó su parsimoniosa marcha acompañada únicamente por el rítmico “chuf-chuf” de su caldera y por los primeros rayos de Sol que, cegándola, le daban los buenos días al llegar al semáforo. Era la única alegría que recibía................
 Esas ventanas eran de aquellas que los pasajeros, en su curiosidad por saber a qué estación habían llegado, abrían de arriba hacia abajo para asomarse. Se sabía que en esos vagones semejante acción no se debía hacer durante la marcha pues entraría por la ventana la carbonilla que la máquina en cuestión, en su armonioso “chuf-chuf”, proyectaba al aire  formando una cortina que envolvía al tren en su conjunto. 
................................
Pitido sonoro y ciertamente estridente del Jefe de Estación y chuf……chuf……chuf….chuf..chuf-chuf,chuf,chuf….piiii!!!!! Martina se empezó a alejar camino de su destino, con la pena de........... 
..................................
¡Verde, por fin!  Pero… ¡era el otro!; el nuevo…
¿Qué pasa si me voy por él?, pensó Martina. No dudó ni un segundo más, no fuera a ser que se pusiese en rojo y tuviese que irse por el suyo, como siempre. ¡Inició su marcha camino del oeste! 
..............................................
Llegaba a la primera estación de su recorrido. A lo lejos divisaba la banderola roja del Jefe de Estación que le indicaba que debía detenerse. Se acabó, pensó Martina. Ha merecido la pena esta sensación de sentirme de nuevo activa y con una libertad que no disfrutaba desde hacía mucho tiempo, se dijo tratando de buscar la compensación a su “escapada”. Ese pensamiento le hizo llorar y obediente.............................

La columna de humo, producto de una subida en la presión de la caldera, alcanzó una altura que incluso sorprendió a la feliz Martina.
.............................................................


 Este cuento está registrado con el nº de registro de la propiedad intelectual  09/2010/2757.
http://people.safecreative.org/jose-ramon-de-cea-velasco/u1108080449272  

sábado, 9 de junio de 2012

¡QUÉ EMPIECE EL ESPECTÁCULO!


Aquí os traigo hoy, en esta tranquila noche valenciana, un nuevo cuento al que una magnífica ilustradora está dando color y haciendo realidad sus personajes.

 En “¡Qué empiece el espectáculo!” se cuenta cómo un modesto circo, el Circo Markus, se sobrepuso a una grave situación que se le presentó durante su temporada de actuaciones en aquella Villa. El Circo protagonista de esta historia era conocido por sus bien cuidados y amaestrados animales. Ellos son los protagonistas de este relato…bueno, ellos y sus cuidadores.
¡Qué empiece el espectáculo! es un buen ejemplo de cómo el Espíritu de Equipo y el Compañerismo, valores que poseían los integrantes del Circo Markus, son básicos para salir de cualquier situación por complicada que parezca.

No cabía un alfiler bajo la gran carpa de franjas rojas y blancas -como si del forro de un viejo colchón se tratase- del circo que aquellas fiestas, las Patronales de la Villa, acampó en sus afueras.

Disfrutaban por aquellos lugares de una bonita tarde de sábado cuando se disponía a dar comienzo la primera representación del grandioso espectáculo que, el Circo Markus, iba ofreciendo por todo el país. La expectación era máxima y se notaba reflejada en las miradas de los niños que abarrotaban las gradas y esperaban impacientes el inicio de la sesión. Todo eran risas, preguntas sin respuestas, gritos…La espera, entre el comer de palomitas, el dame un puñado más de pipas, y el estate tranquilo que ya empieza pronto, se hacía interminable. Los padres no sabían cómo retener a sus hijos presos de una excitación difícil de disimular.

¡Se apagan las luces!

Un rumor recorre los distintos niveles del graderío.........

Pero si por algo era mundialmente conocido el circo Markus, era por los animales que ponía en escena. Sí, el mago, los equilibristas, los artistas sobre bicicletas de una rueda, los payasos,…todos eran espectaculares; pero los animales que poseían no sólo eran conocidos por lo bien amaestrados que estaban –que lo estaban y mucho–, sino por los cuidados exquisitos que recibían de sus cuidadores. Los leones, los dos elefantes, el dromedario, las cuatro cebras…, los monos –éstos sí que eran graciosos–, cinco monos con una inteligencia prodigiosa. ¿Qué me dicen del oso Guski?, tan grande, bonachón y a la vez tan fiero; con esas garras y ese gruñido que amedrentó a toda la concurrencia. Sí, los animales lo eran todo en el circo y sin ellos no gozaría del prestigio que tenía más allá de por donde el Sol se pone.

En aquellos días de fiesta llegaban al pueblo vendedores y artistas callejeros; ésos que tienen uno o dos números y que repiten sin cesar captando la atención de la gente y recibiendo unas monedas que les permiten seguir viviendo del espectáculo que ofrecen. Entre los forasteros, arribó una compañía que presentaba unos números de saltos y acrobacias en suelo, formando torres humanas, no sin cierto peligro. Acamparon próximos a los terrenos en los que se hallaba extendida la gran carpa del circo Markus, con sus carromatos de vivos colores a su costado.

Se sucedieron los días de fiesta y el circo acaparaba toda la atención del pueblo y sus gentes, con gran disgusto y enfado por parte del grupo de acróbatas.

............................................

Tras varias horas de tensa espera por el informe del veterinario, éste dictaminó: los animales están envenenados...............................

–Ya está –dijo Gabriel–.Nosotros conocemos perfectamente a nuestros animales y somos capaces de imitar todos sus movimientos porque vivimos con ellos desde que nacieron. .......

Fue un abrir y cerrar de ojos. Todos empezaron a moverse, pero…

Un murmullo empezó a recorrer las gradas bajo la gran lona. Las protestas empezaron por la parte más alta. ¡Esto es una tomadura de pelo!, decían. ¡Que nos devuelvan el dinero!, pedían enfadadísimos otros.

¡GRAUUGGHH!, se oyó como un trueno el rugido de un león y la lona a rayas se cimbreó como si alguien superior la estuviese moviendo con la mano asida al cono superior. El rugido hizo callar a todos y amedrentó a la mayoría.............................................

Las fiestas tocaban a su fin y el maestro de ceremonias del gran circo Markus hacía su aparición, por última vez ese año, metido en su haz de luz azulada ante los miles de personas que ese día abarrotaban las gradas extras que se habían colocado.
.....................................................
Sólo quedaba que el hombre de la chistera y metido en impecable frac dijese con voz más potente que nunca: ¡Qué empiece el espectáculo!

(nº de registro de la propiedad intelectualV-898-13)
http://people.safecreative.org/jose-ramon-de-cea-velasco/u1108080449272.