jueves, 17 de diciembre de 2015

LUCES DE NAVIDAD





Hola, buenas noches, queridos amigos. Ya estamos encarando el final de un nuevo año y ya disfrutamos del último de sus meses: diciembre. Me gusta mucho este mes porque me cuenta que un nuevo año está terminando y, si ha sido malo, la alegría de que se vaya…por donde vino…es mayúscula; también porque espero con esperanza que el nuevo 2016 me quite el mal sabor de boca de éste 2015; si por el contrario ha sido un buen año, me permite recordar todos los buenos momento que tuvo y disfrutarlos ahora en mi memoria. De cualquiera de las maneras ya veis cómo enfoco este diciembre, todos los diciembres: siempre con alegría y esperanza de un mejor año o de uno igual que el que se ha ido. Para mí, diciembre, es siempre un mes muy agradable. Diciembre, para mí, es Navidad; es tiempo de añoranzas y de recuerdos; de recuerdos de momentos vividos con seres queridos que ya no están físicamente con nosotros…y digo “físicamente” porque es de la única manera en la que no están. Yo estoy convencido de que, precisamente en estos días, están muy junto a nosotros viendo y sintiendo como, todavía…y siempre, permanecen vivos en nuestra memoria. En este tiempo de Navidad es cuando más los echamos de menos; es cuando más cerca de ellos nos sentimos y cuando más vivos los notamos. Por ello me gusta tanto la Navidad: porque me transporta a otros tiempos en los que fui feliz con gente a la que quise y me quiso. Eso no quiere decir que ahora no lo sea, que lo soy, pero en este tiempo es cuando más recordamos aquellos otros que han tenido un significado especial en nuestras vidas.
Diciembre es para disfrutar estos recuerdos y para vivirlos en familia…a veces de manera difícil pues no todo el mundo vive la Navidad de igual manera: hay personas que no han soportado la pena de haber perdido a sus seres más queridos y no son capaces de encarar este tiempo de la manera que yo lo veo, y, para ellos, es un tiempo de tristeza y difícil de vivir. La Navidad no es tristeza; la Navidad es calidez, cariño, familia, amigos, alegría, añoranza, sí, pero añoranza con vida; añoranza con sonrisas y con sensaciones positivas. La Navidad es estar junto al que no la ve así y ayudarle a ver su Luz. La Navidad tiene luz y no hablo de la que vemos en las calles y escaparates que nos invitan (casi obligan) al consumo; me refiero a la “Luz de la Navidad”, a la que centellea junto al árbol, a la luz de nuestros ojos y nuestras sonrisas (bonitas, muy bonitas, en este tiempo), a la que transmitimos alrededor de la mesa el día 24 y que nos habla de todo a lo que me he referido hoy. La Navidad es perdón y saber ponernos en el lugar del que, quizá en este tiempo, pague con nosotros su desazón y su impotencia por no tener a su ser querido que desapareció ya hace tiempo, mucho o poco; porque quizá no soporte, como nosotros tratamos de hacer (la procesión va por dentro…), esas ausencias queridas; porque seguro que no puede, como nosotros, mantener con vida en su mente a ese o esa que le dejo demasiado pronto. La Navidad nos enseña a ponernos en el lugar del otro más de lo que estamos acostumbrados a hacerlo: es un tiempo de práctica de buenas actitudes. Yo veo la Navidad como un tiempo de “volver a empezar”; de decir: “hoy empiezo a querer de otra manera” y para ello me digo a mí mismo que la voy a disfrutar con intensidad, sin perder ninguno de sus detalles, que son muchos, algunos muy pequeños, y muy llenos de mensajes y contenido. Estamos ya a la puerta de estos días que para mí tienen siempre un significado especial y que me encantan. Yo, hoy, quiero ya desearos que paséis unos días muy felices con todo vuestro entorno querido, teniendo presente a aquella parte de ese entorno que ya os dejó y que no muere porque todavía siguen vivos en vuestra mente.
Y para ello os traigo este bonito cuento de Navidad que ya ha sido adornado con unas preciosas ilustraciones que redobla la calidez que quise transmitir a través de mis letras. La ilustradora es Laura Pastor (http://laurapastor.blogspot.com.es/ reservado todos los derechos), madrileña que ha sabido interpretar muy bien todo el encanto que tiene la Navidad y que traté de reflejar en este cuento. Laura, muchas gracias por querer compartir este proyecto de Navidad. Un abrazo desde nuestro espacio reservado a las ilusiones de todos nosotros.
“Luces de Navidad” ya estuvo en esta página y hoy os lo traigo de nuevo junto a una de las ilustraciones, en este caso la que será portada del cuento, que Laura y yo queremos mostrarla para vuestro deleite. Esperamos que os guste la combinación.
Bueno, pues os dejo con “Luces de Navidad” deseándoos una Feliz Navidad y que la paz llegue a vuestros corazones, familias y, en definitiva, a vuestros seres queridos con los que tenéis esa química perfecta. Un fuerte y cariñoso abrazo, de mi parte, volará hacia vuestros lugares de residencia durante este tiempo de sueños.
José Ramón.



Si hay una época adecuada para que nuestros deseos se cumplan, esa es, sin duda alguna, el tiempo de Navidad.
Esta historia es un canto a la Navidad que llevábamos dentro cuando éramos niños; a la Navidad que llevamos dentro ahora que no lo somos tanto. A esa Navidad en la que Los Reyes Magos, Papá Noel y el Árbol de Navidad, con su adornada majestuosa presencia, tienen un significado verdadero.
En este cuento de Navidad, Lucas, busca desesperadamente quien le pueda…………………………………………………………………………
“Luces de Navidad”, cuento de gran ternura, ilusión, sencillez y sobre todo de Navidad, nos la acerca a aquellos a los que la Luz de la Navidad nunca se atenúa en nuestro interior.

Ya llegaba la Navidad a aquellos parajes de ensueño −por lo menos es lo que nos parecería a cualquiera de nosotros−, y la nieve empezaba a blanquear las altivas y elegantes montañas que contribuían a crear ese ambiente sereno que envolvía al valle en un abrazo singular, en esa mañana en la que Lucas estaba un poco disgustado con su padre.
―Papá, por favor, deja que sean éstas las últimas Navidades que pasemos aquí ―suplicaba Lucas desesperadamente.
―Ya te he dicho que está previsto que este año nieve más de lo normal y que, si permanecemos aquí, seguramente quedaremos aislados todo el invierno. Ya sabes que no queda nadie en el valle. Todos se han ido trasladando a la ciudad pues ya no queda trabajo por estos lugares… ―intentaba razonar con el pequeño Lucas que, a pesar de su corta edad, ocho años, comprendía perfectamente lo que su padre le decía, aunque se resistía a aceptarlo.
Todos los años tenían la misma conversación, pero con final distinto. Éste parecía el definitivo pues las previsiones meteorológicas se presentaban decisivas a la hora de que su padre no retrasase más la partida.
En la ciudad no podría adornar su querido abeto de tres años que, en el jardín de la casa, ya se erguía majestuoso, creciendo y creciendo, día tras día, con vocación de llegar a ser el más alto y elegante de todos los que allí se alzaban recios y desafiantes a los vientos, las lluvias y las ya próximas frías y blancas nieves. Con este pensamiento, Lucas, se entristecía. La Navidad sin su abeto…….. no sería la misma.
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―Venga, Lucas, ayuda a mamá y a tu hermana a meter las cosas en el coche, que se nos hace tarde ―urgió su padre con impaciencia.
No sé cómo lo voy a hacer, pero ……………………….. se prometió Lucas mientras corría al trastero en busca de la caja que contenía ………………………….
Ya en la ciudad, no dejó pasar ni un día; mejor dicho, no dejó pasar ni una noche sin pedir a Dios que enviase a “alguien” –unos angelitos estarían bien, pensó− para que …………………………………………………………………………..
Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente eran fijos en sus peticiones diarias: “esos sí me harán caso, decía. Siempre me han traído lo que les he pedido…”, decía totalmente seguro y con confianza. “Les escribiré una carta y les pediré que hagan un alto junto al abeto y ……………………………………………………………………..
Llegó el día 24 de diciembre.
El valle lucía completamente nevado como predijo el padre de Lucas. La circulación en vehículos no era posible, por lo que era una realidad que la casa de Lucas quedó totalmente aislada. Eso no significaba que no tuviese vida a su alrededor…
El Sol se dejaba caer sobre el valle y, apoyándose en la fría nieve, se reflejaba con fuerza intentando calentar todo aquél que lo buscase en aquellas gélidas jornadas. La nieve blanca, suave y fría, muy fría, acogía por aquí y allá alguna que otra huella de algún animal vagabundeando en busca de algo que llevarse al estómago, empresa difícil debido al grosor de la nieve caída los últimos días. El ambiente era cálido, a pesar del frío; se oía el silencio y el rumor del viento paseándose por el manto blanco y acariciando las hojas no caducas de los recios abetos. También se divisaban huellas de cazadores que se aventuraban por aquellos rincones en el frío invierno de aquél veinticuatro de diciembre, en busca de algo que aportar a la cena familiar que ya en todos los hogares se empezaba a preparar…menos en las casas del valle que se habían quedado sin el calor familiar de sus habitantes.
Era ya media tarde cuando…¿qué bullicio es aquél que está rompiendo la paz del valle? ¿qué está pasando en el tejado de la casa de Lucas? ¿Y esos trinos y píos, píos de pájaros? Un montón de pájaros se apelotonaban, haciéndose hueco con el ansioso batir de sus pequeñas alas, para introducirse, los primeros, por la chimenea de la casa……………………………………………………………
¿Pero quiénes se acercan por allá a lo lejos? Estaba ya anocheciendo y era difícil ver de quién se trataba. ¡Ya los veo! ¡Qué bonitos camellos traen! Sí, son los tres Reyes Magos que se acercaron por aquellos parajes solitarios para cumplir lo pedido por Lucas en su carta, aunque sabían que hasta la noche del cinco de enero no era el momento de manifestarse en los hogares que con tanto nerviosismo los esperaban. Quisieron hacer una excepción, pues la ocasión lo merecía en aquél frío 24 de diciembre.
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El silencio volvió al valle aunque, para ser más exactos, se dejó acompañar por los acordes de una conocida canción de Navidad que a lo lejos se dejaban sentir.
Estaba ya entrada la noche y desde las cumbres majestuosas que circundaban el valle se podía ver ……………………………………………………………….