Buenas noches, mis queridos seguidores. El día
de la presentación, de lo que sea, es siempre un día importante. Hace tiempo
que no os presento un cuento nuevo y hoy quiero hacerlo. Estaba reservándolo
para cuando llegase el momento de hacerlo y ese momento hoy ha llegado. Este
cuento, como todos las historias que ya conocéis, tiene algo de especial; tiene
un mensaje con el que pretendo que, el futuro álbum ilustrado, llegue a los
menudos de la casa y, como en todos mis cuentos, les forme en valores. Hoy,
esta ilusión os hablará de igualdad, tolerancia y relación entre los seres
vivos, independientemente de su raza, ideología, estatus social, etc. Todo ello
a través de una divertida historia de relación entre unas moscas y unas
arañas…¿Os habéis quedado con cara de extrañeza, verdad? Sí, es un cuento con
unos personajes que nadie pensaría que se pudiesen llegar a entender…si es que
al final lo hacen, claro. Pues aquí tenéis lo que quise transmitir en su
momento, a través de lo que hoy os traigo para vuestro disfrute.
Esta es la sinopsis de "Tela de
araña":
Una divertida
y emocionante historia que discurre alrededor de una bien tejida tela de araña,
es la que se nos cuenta en este relato de amistad entre una araña y una mosca.
Relación no demasiado comprendida por la progenitora de aquella y sí agradecida
por la de ésta. Jorge, el dueño de la habitación en la que desarrolla la
escena, quiere ser “protagonista principal” de la misma, a pesar de la
insistencia de su cargante madre…
“Tela de
Araña” es una entrañable y trepidante historia de amistad, principalmente, sin
reparar en distinciones de “raza”, origen, especie; no ausente de emoción, que
mantiene al lector expectante hasta su finalización.
Pero también he elegido este momento para
regalaros una nueva historia porque acabo de formar equipo con una magnífica
ilustradora, residente en una preciosa ciudad de nuestra geografía: me refiero
a Melilla y ella es Helena Segura Alemany (todos los derechos reservados) y su
página, que os recomiendo visitéis, es: https://www.facebook.com/Segaley.
Helena, muchas gracias por aventurarte conmigo en este proyecto; estoy seguro
que vamos, entre los dos, a sacar a la luz un producto bueno, muy bueno, que va
a entusiasmar a todo el que lo lea y que le hará disfrutar, bien seguro, de mi
texto junto a tu bonita manera de ilustrar. Muchas gracias por haber querido
compartir mis ilusiones contigo.
A vosotros, amigos, os diré que, Helena, me
parece que es una profesional como la copa de un pino de grande y que lleva el
arte metido en su corazón, y si no os lo creéis mirad lo que hizo en el primer
momento que encontró tras nuestra conversación de acuerdo verbal de trabajo en
equipo:
Espero que lo disfrutéis.
Os deseo buenas noches con mi deseo de que no
paréis de soñar y ser felices.
José Ramón.
En una tarde de un día cualquiera, como muchos
anteriores y, seguro, como muchos que quedaban por venir; la madre de Jorge, el
sucio inquilino de aquella pequeña, desordenada y, por qué no decirlo, sucia
habitación, estaba harta de discutir con él por motivo de su limpieza, y la
mayoría de los días, con que mantuviese aquél su estancia cerrada, se
conformaba. Ojos que no ven…
Aquella tarde, el cuarto olía realmente mal
pues hacía un par de días que no se ventilaba adecuadamente. Estaba más sucio
que de costumbre: la colcha y el suelo a su alrededor estaban llenos de migas.
Jorge jamás se planteaba si debía merendar tumbado en su lecho o sobre una
bandeja sentado a su mesa de estudio. Siempre lo hacía tumbado sobre la cama.
Ni qué decir tiene que las hormigas que recorrían buena parte de aquella
habitación tan “bien surtida”, movidas por su inagotable ansia de prepararse
para el invierno o para las épocas de escasez, recogían y acumulaban buena
parte de las migas que Jorge dejaba caer. En cierta manera, ayudaban a la limpieza
del sucísimo cuarto y, como Jorge lo sabía, evitaba pisarlas y entretenerse en
exterminarlas. Eran sus colaboradoras; su batallón de limpieza particular.
Por su parte, las moscas, que también
compartían aquel espacio y aportaban su granito de arena a la limpieza de la
habitación, no gozaban del mismo trato por parte de Jorge. Resultaban más
molestas que las hormigas pues se posaban inoportunamente sobre sus piernas y
brazos –buscando la sal de su cuerpo– y porque, por su vuelo acrobático,
representaban un objetivo difícil de batir, lo que hacía muy atractivo y
divertido el intento de cazarlas.
En eso estaba Jorge esa tarde: siguiendo con
la mirada el vertiginoso vuelo de una mosca a la que conocía de días pasados.
Ansiaba darle caza y, de una vez por todas, acabar con su molesta presencia. No
le era fácil pues, cuando estaba en posición de “disparo”, la mosca, como si lo
intuyese, despegaba y con unos quiebros ágiles y más rápidos que el movimiento
del ojo humano, desaparecía del “campo de fuego” del chaval.
Así era. Los ojos compuestos de las moscas les
permitían distinguir cuándo un movimiento hacía cambiar la intensidad de luz
que les llegaba, y eso les alertaba y permitía, la mayoría de las veces,
escapar con vida del ataque. Además, cuando estaban posadas, disponían su
tercer par de patas, el más retrasado, en la posición idónea para, al percibir
el peligro, emprender el vuelo inmediatamente en dirección segura. Esto lo
desconocía Jorge, y sus movimientos siempre eran bruscos y ausentes de todo
tipo de sigilo.
Jorge sabía que era misión casi imposible dar caza a semejante
insecto, aunque desconocía los motivos. Por ello, recurrió a un “arma
especial”.
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–Flavia, ya estoy aquí –dijo aquella mosca que
tantas ganas tenía de cazar Jorge.
–Hola, mamá. ¿Salimos a practicar esas
acrobacias de vuelo que me enseñaste ayer? –preguntó Flavia, ilusionada por
poder salir a volar con su madre.
Sí, pero antes tengo que prevenirte sobre dos peligros que nos
acechan…………………………
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El segundo y menos peligroso, dijo señalando
de nuevo, es aquella tela de araña que está allí arriba, en aquel rincón. Sólo
es peligrosa si, al aproximarte a ella, te quedas atrapada en sus pegajosos
hilos. Si eso es así, su dueña, aquella araña que ves tejiéndola, caerá sobre
ti con la velocidad del rayo y te dará un mordisco que te dormirá para
siempre…Flavia se quedó mirándola con cara de estar muy asustada, mientras
recordaba su experiencia de hacía un par de días…………………………………………………
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–Raña, no se hace así. Mira, tienes que ir
soltando poco a poco tu hilo entre los dos que he formado yo –enseñaba con
paciencia la araña madre a su hija, sabiendo que la tela de su hija no era
todavía lo suficientemente pegajosa como para atrapar algo distinto de una
triste polilla–. Debes de ir con precisión de una a otra para que
los espacios entre los hilos sean iguales y lo suficientemente pequeños para
que entre ellos no se escapen las presas. ¿Si no, de qué vamos a comer? –le
preguntó sonriendo, porque sabía que en aquel cuarto lleno de insectos
voladores y no voladores, siempre había algún curioso o despistado que caía en
la mortífera red y servía de alimento, por unos días, a madre e hija.
–Los insectos más sabrosos son las moscas………………………
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Por la noche la tela de araña era aún más
efectiva que de día, pues no se veía ni producía ningún ruido al moverse mecida
por la corriente del simple abrir y cerrar de una puerta. En las noches de
Luna, y cuando las cortinas de la ventana estaban descorridas, los finos hilos
acogían el resplandor de los haces lunares que daban a tan mortífera red un
aire siniestro difícil de olvidar. Flavia no imaginaba que fuese tan peligrosa
semejante obra de arte………………………………………………………
La tela de araña empezó a cimbrear,
transmitiendo la señal al interior del agujero en el que la madre de Raña
esperaba, pacientemente, la llegada de alimentos.
La madre de Flavia trataba de agitar sus alas
y escapar volando de aquella trampa. El esfuerzo era inútil. El cuerpo estaba
boca arriba y sus alas totalmente abiertas y pegadas a los mortíferos hilos de
seda pegajosa de la tela. Miraba a su hija que aterrada empezaba a darse cuenta
de la situación. Sabía que su hora había llegado.
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