domingo, 29 de enero de 2017

TELA DE ARAÑA


Buenas noches, mis queridos seguidores. El día de la presentación, de lo que sea, es siempre un día importante. Hace tiempo que no os presento un cuento nuevo y hoy quiero hacerlo. Estaba reservándolo para cuando llegase el momento de hacerlo y ese momento hoy ha llegado. Este cuento, como todos las historias que ya conocéis, tiene algo de especial; tiene un mensaje con el que pretendo que, el futuro álbum ilustrado, llegue a los menudos de la casa y, como en todos mis cuentos, les forme en valores. Hoy, esta ilusión os hablará de igualdad, tolerancia y relación entre los seres vivos, independientemente de su raza, ideología, estatus social, etc. Todo ello a través de una divertida historia de relación entre unas moscas y unas arañas…¿Os habéis quedado con cara de extrañeza, verdad? Sí, es un cuento con unos personajes que nadie pensaría que se pudiesen llegar a entender…si es que al final lo hacen, claro. Pues aquí tenéis lo que quise transmitir en su momento, a través de lo que hoy os traigo para vuestro disfrute.
Esta es la sinopsis de "Tela de araña":

Una divertida y emocionante historia que discurre alrededor de una bien tejida tela de araña, es la que se nos cuenta en este relato de amistad entre una araña y una mosca. Relación no demasiado comprendida por la progenitora de aquella y sí agradecida por la de ésta. Jorge, el dueño de la habitación en la que desarrolla la escena, quiere ser “protagonista principal” de la misma, a pesar de la insistencia de su cargante madre…
“Tela de Araña” es una entrañable y trepidante historia de amistad, principalmente, sin reparar en distinciones de “raza”, origen, especie; no ausente de emoción, que mantiene al lector expectante hasta su finalización.

Pero también he elegido este momento para regalaros una nueva historia porque acabo de formar equipo con una magnífica ilustradora, residente en una preciosa ciudad de nuestra geografía: me refiero a Melilla y ella es Helena Segura Alemany (todos los derechos reservados) y su página, que os recomiendo visitéis, es: https://www.facebook.com/Segaley. Helena, muchas gracias por aventurarte conmigo en este proyecto; estoy seguro que vamos, entre los dos, a sacar a la luz un producto bueno, muy bueno, que va a entusiasmar a todo el que lo lea y que le hará disfrutar, bien seguro, de mi texto junto a tu bonita manera de ilustrar. Muchas gracias por haber querido compartir mis ilusiones contigo.
A vosotros, amigos, os diré que, Helena, me parece que es una profesional como la copa de un pino de grande y que lleva el arte metido en su corazón, y si no os lo creéis mirad lo que hizo en el primer momento que encontró tras nuestra conversación de acuerdo verbal de trabajo en equipo:




Espero que lo disfrutéis.
Os deseo buenas noches con mi deseo de que no paréis de soñar y ser felices.
José Ramón.

En una tarde de un día cualquiera, como muchos anteriores y, seguro, como muchos que quedaban por venir; la madre de Jorge, el sucio inquilino de aquella pequeña, desordenada y, por qué no decirlo, sucia habitación, estaba harta de discutir con él por motivo de su limpieza, y la mayoría de los días, con que mantuviese aquél su estancia cerrada, se conformaba. Ojos que no ven…


Aquella tarde, el cuarto olía realmente mal pues hacía un par de días que no se ventilaba adecuadamente. Estaba más sucio que de costumbre: la colcha y el suelo a su alrededor estaban llenos de migas. Jorge jamás se planteaba si debía merendar tumbado en su lecho o sobre una bandeja sentado a su mesa de estudio. Siempre lo hacía tumbado sobre la cama. Ni qué decir tiene que las hormigas que recorrían buena parte de aquella habitación tan “bien surtida”, movidas por su inagotable ansia de prepararse para el invierno o para las épocas de escasez, recogían y acumulaban buena parte de las migas que Jorge dejaba caer. En cierta manera, ayudaban a la limpieza del sucísimo cuarto y, como Jorge lo sabía, evitaba pisarlas y entretenerse en exterminarlas. Eran sus colaboradoras; su batallón de limpieza particular.
Por su parte, las moscas, que también compartían aquel espacio y aportaban su granito de arena a la limpieza de la habitación, no gozaban del mismo trato por parte de Jorge. Resultaban más molestas que las hormigas pues se posaban inoportunamente sobre sus piernas y brazos –buscando la sal de su cuerpo– y porque, por su vuelo acrobático, representaban un objetivo difícil de batir, lo que hacía muy atractivo y divertido el intento de cazarlas.


En eso estaba Jorge esa tarde: siguiendo con la mirada el vertiginoso vuelo de una mosca a la que conocía de días pasados. Ansiaba darle caza y, de una vez por todas, acabar con su molesta presencia. No le era fácil pues, cuando estaba en posición de “disparo”, la mosca, como si lo intuyese, despegaba y con unos quiebros ágiles y más rápidos que el movimiento del ojo humano, desaparecía del “campo de fuego” del chaval.
Así era. Los ojos compuestos de las moscas les permitían distinguir cuándo un movimiento hacía cambiar la intensidad de luz que les llegaba, y eso les alertaba y permitía, la mayoría de las veces, escapar con vida del ataque. Además, cuando estaban posadas, disponían su tercer par de patas, el más retrasado, en la posición idónea para, al percibir el peligro, emprender el vuelo inmediatamente en dirección segura. Esto lo desconocía Jorge, y sus movimientos siempre eran bruscos y ausentes de todo tipo de sigilo.
Jorge sabía que era misión casi imposible dar caza a semejante insecto, aunque desconocía los motivos. Por ello, recurrió a un “arma especial”.
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–Flavia, ya estoy aquí –dijo aquella mosca que tantas ganas tenía de cazar Jorge.
–Hola, mamá. ¿Salimos a practicar esas acrobacias de vuelo que me enseñaste ayer? –preguntó Flavia, ilusionada por poder salir a volar con su madre.
Sí, pero antes tengo que prevenirte sobre dos peligros que nos acechan…………………………
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El segundo y menos peligroso, dijo señalando de nuevo, es aquella tela de araña que está allí arriba, en aquel rincón. Sólo es peligrosa si, al aproximarte a ella, te quedas atrapada en sus pegajosos hilos. Si eso es así, su dueña, aquella araña que ves tejiéndola, caerá sobre ti con la velocidad del rayo y te dará un mordisco que te dormirá para siempre…Flavia se quedó mirándola con cara de estar muy asustada, mientras recordaba su experiencia de hacía un par de días…………………………………………………
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–Raña, no se hace así. Mira, tienes que ir soltando poco a poco tu hilo entre los dos que he formado yo –enseñaba con paciencia la araña madre a su hija, sabiendo que la tela de su hija no era todavía lo suficientemente pegajosa como para atrapar algo distinto de una triste polilla–. Debes de ir con precisión  de una a otra para que los espacios entre los hilos sean iguales y lo suficientemente pequeños para que entre ellos no se escapen las presas. ¿Si no, de qué vamos a comer? –le preguntó sonriendo, porque sabía que en aquel cuarto lleno de insectos voladores y no voladores, siempre había algún curioso o despistado que caía en la mortífera red y servía de alimento, por unos días, a madre e hija.
–Los insectos más sabrosos son las moscas………………………
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Por la noche la tela de araña era aún más efectiva que de día, pues no se veía ni producía ningún ruido al moverse mecida por la corriente del simple abrir y cerrar de una puerta. En las noches de Luna, y cuando las cortinas de la ventana estaban descorridas, los finos hilos acogían el resplandor de los haces lunares que daban a tan mortífera red un aire siniestro difícil de olvidar. Flavia no imaginaba que fuese tan peligrosa semejante obra de arte………………………………………………………

La tela de araña empezó a cimbrear, transmitiendo la señal al interior del agujero en el que la madre de Raña esperaba, pacientemente, la llegada de alimentos.
La madre de Flavia trataba de agitar sus alas y escapar volando de aquella trampa. El esfuerzo era inútil. El cuerpo estaba boca arriba y sus alas totalmente abiertas y pegadas a los mortíferos hilos de seda pegajosa de la tela. Miraba a su hija que aterrada empezaba a darse cuenta de la situación. Sabía que su hora había llegado.
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lunes, 16 de enero de 2017

VAN POPEL





Hola, buenas noches, queridos cómplices de mis historias, mis fábulas y ficciones que a veces se aproximan más de lo que quisiera a la realidad. Después de este tiempo de fiestas y alegrías y…por qué no decirlo, desencuentros, que también los ha habido, quiero traeros algo de lo mucho que tengo pendiente y en lo que sigo trabajando de la mano de “mis” ilustradores. Junto a ellos voy pasito a pasito, cuando sus obligaciones profesionales se lo van permitiendo, dando forma y vida a lo que he escrito y que deseo cuanto antes que pueda estar a disposición de todo el quiera alejarse de su vida rutinaria y dejarse envolver por este mundo de las historias para niños y mayores. Nuestro blog, ya lo he dicho muchas veces, quiero que sea un remanso de tranquilidad, ese lugar de final del canal en el que la barca descansa. Cualquiera podría pensar que queda olvidada en su rincón y en realidad se encuentra en su refugio en el que disfruta de su espacio y de su tranquilidad. Pues ahí estamos, aquí estamos, leyendo, sintiendo y pensando; disfrutando de nuestro tiempo y nuestro espacio, alejados de ese espacio que queremos para nosotros y siempre alguien nos lo ocupa y, en cierta manera, nos lo arrebata. Tenemos necesidad de nuestro rincón, tengo necesidad de mi rincón y quiero compartirlo, aquí, con vosotros.
Os contaba que nos encontramos tras este tiempo de fiestas que, al menos a mí, como siempre, se me ha pasado volando y eso me hace traeros una historia que parece escrita en un ambiente de Navidad. La primera vez que la traje a este espacio (el 28 de octubre de 2012 y que os recomiendo que la releáis) os decía que tenía un aire a esos cuentos de Dickens con esa atmósfera triste y fría. ”van Popel” es un cuento que relata una historia entrañable y llena de ternura, aunque el inicio no sea todo lo alegre que nos gustaría…, pero es que la situación por la que pasaban, Gervasio y Sara, no era muy fácil. Es un cuento fundamentalmente de transmisión de generosidad y solidaridad; de constatación de que, la mayoría de las veces, la gente humilde, los que menos tienen, son los que más dan. Esto os lo contaba también en la última vez que os hable de él (el 26 de julio de 2014, que también os recomiendo que lo volváis a leer pues, en ese caso, hablaba de abuelos…y para mí ha sido una de las entradas que he escrito más entrañables y que me ha hecho recordar muchas cosas de mi vida…encontré en mis letras la paz y el remanso del que hablo siempre que me refiero a este rincón) y hoy os lo quiero mencionar de nuevo porque en esta sociedad tan desnaturalizada y materialista que tenemos y que “disfrutamos”, estos valores y estas respuestas contadas en mi historia no son algo que practiquemos demasiado. Los cuentos, en la literatura infantil, deben de estar cargados de valores y, aunque “van Popel” es un cuento para niños de siete años en adelante, lo es también para mayores y, estos, necesitan muchas veces recordar que los valores deben de ser el motor de nuestra vida y nuestra referencia y…creo que hay que hablar de ellos…por eso os traigo hoy, de nuevo, esta historia de fantasía y de valores.
El segundo motivo de hablaros de cuadros y oleos penetrantes que mezclados con el polvo y la poca luz que a duras penas penetraba en la tienda de Gervasio, aspectos que conforman el ambiente de “van Popel”, es presentaros al magnífico ilustrador que está dando vida a esta historia. Se trata de Daniel Pineda, colombiano de nacimiento, y que en España está llevando a cabo magníficos trabajos de ilustración (todos los derechos reservados). En su página: https://www.facebook.com/danielpinedailustracion/… podéis comprobar lo que os digo. Daniel, gracias por haber querido compartir conmigo este proyecto tan cargado de sentimientos e ilusiones y, sobre todo, fantasía. Estoy seguro que con tu arte va a quedar muy bien. Un abrazo de nuestra parte cargado de aprecio y agradecimiento.
Daniel es un gran profesional y, como todos los buenos profesionales, es metódico y no da un paso sin tener afianzado el previo. Aquí os traigo como ha empezado a trabajar en “van Popel”: se trata de parte del “Concept Art” (concepto manejado por los ilustradores para el diseño de las ilustraciones del cuento) de los protagonistas de la historia: Gervasio y Sara. Lo podéis ver en la imagen que abre esta entrada. Debajo de estas letras os traigo otras dos imágenes-bocetos de cómo será el trazo, la forma de los lugares (casa, tienda). También la textura en acuarela que llevarán las ilustraciones. ¡¡La tienda, personalmente, me encanta!! ¿Qué opináis vosotros?. Espero que disfrutéis este inicio del proceso.
Pues ya está por hoy. Solo me queda desearos que os deleitéis con lo que os puedo traer de mi historia de lienzos, caras, personajes…y mucha ilusión e imaginación. Buenas noches y no dejéis de soñar y sed felices. Un abrazo sentido para todos vosotros. José Ramón.

“van Popel”, es una sentimental historia, con un final inesperado, en la que se cuenta cómo la vida gira y gira dando oportunidades a todos, ya estén vivos o nos hayan dejado hace tiempo…
 Gervasio y Sara, dos entrañables viejecitos, eran así y su vida, que transcurría entre cuadros y el penetrante y embriagador olor del óleo de colores, les dio también su oportunidad.

Eran las seis y media de una tarde fría de invierno cuando Gervasio, agachado, cosa que la mayoría de las veces suponía un verdadero suplicio, estaba terminando de cerrar la persiana metálica de su vieja y polvorienta tienda de cuadros. Las seis y media de la tarde no era la hora habitual para que Gervasio cerrara, pero llevaba unos días en los que no se encontraba con la moral demasiado alta.
En casa le esperaba Sara, mujer extremadamente sensata y de dulces y suaves ademanes. Era, sencillamente, una mujer adorable. Ella, al igual que Gervasio, pasaban ya de los setenta años y sólo se tenían el uno al otro.   Últimamente, él meditaba mucho sobre su vida y eso sólo servía para entristecerle aún más de lo que estaba.


Hacía tiempo que quería cerrar la tienda de cuadros que tanto trabajo le daba y, aunque no tenía prácticamente dinero, jubilarse y pasar tranquilo, junto a Sara, los últimos años de su vida.
Este deseo se antojaba difícil de poder cumplirse ya que no encontraba la manera de vender los casi cincuenta cuadros que aún quedaban en la tienda y que, de hacerlo, le aseguraría el pago del alquiler de la antigua casa en la que habitaban, durante los próximos diez años. Sabía que no era mucho tiempo, pero se convencía de que no debía preocuparse de ello ya que, en diez años, intuía que ninguno de los dos estaría vivo para contarlo.


Gervasio vivía angustiado con estos pensamientos, sobre todo cuando miraba los ojos azules claros, casi blancos, de Sara, su fiel compañera.
Al entrar por la puerta..........................
-Ten confianza, Gervasio. Seguro que las cosas cambian un día de estos -ella contestó, con cariño y tratando de ayudarle pues no soportaba verlo tan abatido.