jueves, 13 de septiembre de 2018

SULTANA (capítulo primero)






Buenas tardes, amigos. De nuevo os traigo una historia para los que realmente leéis todo lo que escribo en nuestro espacio, para vosotros los mayores. Suelo hacerlo tras las vacaciones de verano y Navidad, como bien sabéis. En vacaciones tengo más tiempo de tranquilidad y de pensar en estos temas relacionados con la escritura que tanto me gustan. Sobre todo de pensar en vosotros que, en realidad, sois mi motor y mi incentivo. Si yo supiese que no os gusta lo que escribo, inmediatamente dejaría de hacerlo, No me gusta escribir para mí, únicamente por el placer de escribir. Me gusta escribir para que alguien lo lea y experimente sensaciones. Cada uno las suyas, porque lo que se lee no siempre provoca las mismas en todos. Muchas veces me dicen: si es tan difícil que una editorial te publique tu trabajo (porque realmente es muy difícil encontrar la editorial que se interese por lo que haces y, sobre todo, en cuyas colecciones de su oferta editorial tenga cabida lo que escribes), por qué no te auto publicas que seguro te irá bien…Y yo les digo que no me interesa publicar por publicar; me interesa que a alguien le guste lo que escribo y se decida a apostar por mí. En este caso es lo mismo: me interesa vuestro interés. Sé que lo tengo porque las entradas en el blog suben exponencialmente. El mes de agosto batimos el record de visitas, llegando a las 1916 (el mes anterior, julio, fueron 1565 y ya el record anterior databa de septiembre del año pasado con 1151); eso es gracias a todos vosotros que os sentís cómodos aquí, tras vuestra pantalla. Por ello sigo escribiendo para vosotros.

Este relato llega un día tarde del que quería. Ayer me fue imposible publicarlo. Ayer, día 12 de septiembre, hubiese sido un buen día para hacerlo…
Dedicado a todos vosotros esta historia de fantasía y embrujo que tiene mucho que ver con por donde estuve este verano y con quienes disfruté unas horas maravillosas. Gracias a ellas y a él.
Espero lo disfrutéis y, si alguno ve que he utilizado no adecuadamente algún término relativo al Islam y sus gentes que, por favor, me lo diga y hago las modificaciones adecuadas en el relato para que sea lo más completo posible y sea “nuestro relato”.
Amigos, no dejéis de soñar y de ser felices nunca. Buenas tardes. José Ramón.  



Las seis de la tarde y el Sol empezaba a despedirse. La sombra del muro con su campana se alargaba sobre el pequeño patio superior de la antigua Torre del Homenaje que en momento de esta historia se usaba para otros fines. Hacia ella se dirigía, Kamil. Llegaba tarde y corría que se las pelaba, de estancia en estancia, cruzando jardines y subiendo y bajando escaleras, algunas…casi todas, demasiado empinadas para su gusto. El Sol había sido muy duro ese día con la alcazaba que daba protección a los que allí vivían, sobre todo, y a los habitantes del pequeño pueblo blanco, muy blanco, que a sus pies se arrimaba. Hacía mucho calor todavía que irradiaba de los maravillosos muros con ricos taraceados y espléndidas filigranas al gusto de los árabes que allí habitaban. Eso lo notaba, Kamil, que portaba suriyah y babuchas que amenazaban ser una trampa mortal en su subir y bajar escalones a semejante velocidad. No podía llegar tarde. Iba chorreando de sudor.
A las seis y cuarto de la tarde debía anunciar el cambio de riego y no le quedaba demasiado tiempo y sí otras muchas escaleras que subir. Si en aquella época hubiesen existido los pulsómetros, el de Kamil mostraría una cifra que asustaría al cardiólogo más permisivo.




Se había quedado dormido al arrullo del agua que fluía por una de las muchas y pequeñas fuentes que, a ras de un bello suelo para evitar el derrame de una sola gota, adornaban jardines, estancias y patios de la fortaleza. El sonido del agua era constante, con algún que otro suave pálpito arrítmico, e invitaba a la meditación y al descanso. La vida allí no se entendería si faltase ese plácido run-run.
Esto le paso a Kamil: después de haber hecho sonar la campana para el almuerzo y hacer lo propio que anunciaba, se dejó envolver por esa atmósfera y descansó más de lo que debía cuando no era el momento. Cierto que la comida había sido ese día más pesada que otras veces pero eso no era escusa para faltar a sus obligaciones.
Llegó justo a tiempo para hacer sonar la ancestral campana. Cuatro tañidos eran los ordenados, ni más ni menos, porque el cuatro es un número con mucho significado en el Islam. Permaneció escuchando la estela del último sonido, mientras aún se mantenía mezclado con la suave brisa que ya empezaba a levantarse. Siempre se quedaba embelesado mirando aquella joya de los tiempos pasados que dieron gloria a sus antepasados. Se encontraba sujeta en un muro que se alzaba prolongando el de la cara norte de la Torre de la Alerta, donde se encontraba.
¡Uff, llegué a tiempo por poco!, pensó exhausto. Una vez extinguido el sonido, se dio la vuelta y apoyó su espalda en el muro. Se remangó el suriyab y se dejó caer resbalando hasta quedar sentado. Todavía no había recuperado el resuello.
Había silencio y su respiración acompañaba el ulular de la brisa. De todas formas miró a su alrededor por si alguien le había visto. No había nadie. ¿Seguro? Los últimos días frecuentemente tenía la sensación de que alguien, allí, le observaba…No conseguía quitarse esa impresión.
Tras unos minutos se levantó y procedió al formulismo, más cerca de una liturgia que de una rutina, de anotar, en la tabla sujeta en el muro, la señal adecuada para certificar que se había cumplido con el aviso de la hora para el cambio riego. Cogió el lacre azul que colgaba junto a la tablilla y lo derritió en la pequeña llama que, en un hueco de la pared, permanecía encendida para este fin. Lo presionó contra la tablilla justo en el espacio reservado.
Siempre era igual. De esa forma se certificaba, ante cualquiera que quisiera comprobar si se estaba cumpliendo con los toques de campana que regulaban la vida de la comarca, que no se estaba omitiendo ninguno. Esa era la única responsabilidad de Kamil.
Pero…¿qué es esto? Dijo en voz alta, alarmado. Y rápidamente se dio la vuelta, como buscando a quién había osado cometer tal irregularidad. No había nadie…pero seguía su sensación de ser observado. Le cayó una gota de sudor frío por la frente. Él era el responsable de colocar el lacre en los lugares adecuados y, junto a la señal que hizo cuando llamó al almuerzo apareció una de lacre rojo. Palideció.
El lacre rojo, cuya barrita colgaba junto a la azul, solo se usaba en situaciones de emergencia, normalmente cuando ocurría alguna desgracia como inundaciones, incendios o, en la antigüedad, la llegada inminente de enemigos. Esto último ya no era nada frecuente. Sin embargo, algo muy frecuente por aquellos lugares eran los movimientos de tierra. En esos casos sí se utilizaba el lacre rojo; era casi la única ocasión. Hoy en día se conoce que aquellas comarcas, en las que está basada esta historia, se encuentran sobre una falla tectónica. Entonces, los movimientos de tierras, se atribuían a castigos divinos y a razones que hoy nos podrían hacer sonreír.
El lacre rojo solo se usaba muy de tarde en tarde y no había razón lógica que justificase, en ese momento, la señal en la tabla que estaba ante sus ojos. Como viniese alguno de sus patriarcas iba a tener serios problemas…Pero es que además la señal tiene forma de… No se lo podía creer y ya las gotas que no se derramaban en las fuentes de la alcazaba corrían todas por su espalda, regando su ya fría columna vertebral. ¿A quién se le habría ocurrido recortar el lacre ya en la tabla y darle esa forma? Ahora el pánico se apoderó de él. Debía raspar la tabla y hacer desaparecer semejante señal antes de que nadie pudiese verla.

CONTINUARÁ……….


6 comentarios:

Unknown dijo...

Para cuándo el segundo capítulo,me ha gustado mucho.

José Ramón de Cea dijo...

Gracias amigo/a por tu comentario. El proceso que sigo para escribir es volcar lo que tengo en la cabeza sobre unos folios cuadriculados...siempre cuadriculados...no se el porqué, pero la verdad es que me siento más a gusto escribiendo en papel cuadriculado que en folios blancos. Una vez que lo he terminado, que es la situación actual, busco momentos para escribir de un tirón cada capítulo. Me costó tiempo encontrar el adecuado para el primer capítulo pues necesitaba hacerlo lo mejor posible para dejaros con buen sabor de boca y con la intriga...creo que lo conseguí por tu comentario. Suelo dejar una semana, más o menos, de espacio para dar tiempo a que el mayor número de personas lo puedan leer y no agobiarles con dos o más capítulos pendientes pues así no se disfrutan...mientras esperan el segundo piensan y disfrutan con el primero. Como en otras ocasiones os reto a que vayáis tratando de adivinar de qué va la historia...a ver quién acierta...¡no vale hacerlo en el último!
Bueno solo decirte que me gustaría saber tu nombre para no llamarte Unknown. Gracias de nuevo y, si eres recién llegado/a, pues bienvenido a tu blog. Un cariñoso abrazo. José Ramón.

Marisol dijo...

Muchas gracias por tan bonito regalo.
Me ha hecho mucha ilusión, leer esta bonita historia, basada en la joya de mí muy querida ciudad.
La campana de la vela que, así la conocemos los granadinos, sonaba todas las noches. Le servía de reloj a los agricultores De la Vega, para regar sus campos... Como dice la canción
“ Quiero vivir en Granada,
solamente para oír,
la campana de la vela,
cuando me voy a dormí. Que bonitos recuerdos.
Estoy deseando leer el próximo capituló . Gracias. Un abrazo y, hasta pronto

José Ramón de Cea dijo...

Gracias, Mari Sol, por tu comentario y por lo que nos cuentas de lo que te ha recordado. Esa es precisamente mi motivación: ser capaz de provocar sensaciones y recuerdos, crear situaciones e imágenes que provoquen bienestar y cierta nostalgia, en este caso, por tiempos muy bien vividos. Me alegro haber sido el vehículo para transportarte a tu niñez.
Gracias también por lo que aportas a mi relato porque lo has reforzado mucho. Ya es también tuyo. Me imagino que cuando sonaba para referencia de los agricultores empezó a hacerse en época cristiana...¿o también en época mora?
Espero pronto traer el segundo capítulo y espero, también, ser capaz de emocionarte. Un abrazo.

Helena Segura Alemany dijo...

Muy buen relato para coger el sueño con agrado.Granada es una ciudad especial que inspira a todo el que lo visita...Que recuerdos me trae y que poquito la he disfrutado...Habrá que visitarla de nuevo que al leer tu escrito entran más ganas y así también fijarme en la campana de la vela. Recuerdo la Alhambra en la infancia, preciosa! Granada tiene rincones mágicos�� Me considero melillense pero nací en esta ciudad bonita �� y quiera o no es también parte de mi�� Felicidades por el relato y ya con ganas de leer el siguiente. Transmites mucho, siempre te lo digo. También deberias recopilar todos estos escritos para sacarlos en papel, publicarlo y llegue a tooooooodo el mundo!��. Buenas noches y sigue así. Un abrazo.��

José Ramón de Cea dijo...

Gracias por tu comentario, Helena. ¡Como se nota que me tienes enchufado! Cierto que la Alhambra ha sido mi inspiración en este relato totalmente ficticio. No es difícil sentirte inspirado y tratar de escribir algo que irradie sensibilidad habiendo pasado por ese Patrimonio de la Humanidad. No se necesita mucho esfuerzo para que te llegue al corazón todo lo que se ve, se huele y se recibe por casi todos nuestros sentidos al pasear entre sus jardines y estancias. Solo se necesita estar receptivo a todo. Procuro ser fiel a lo que yo siento y tratar de encontrar las palabras adecuadas para transmitirlo a mis lectores. Si lo he conseguido ya ese es el gran premio para mí.
Me dices que debería publicar mis relatos de este tipo en un libro recopilatorio...bueno, todo se andará. Si alguna editorial se interesa por ello pues no me importaría...pero ese no es mi objetivo, Helena. El objeto de este tipo de relatos es tener un detalle con todos mis lectores que, como he dicho muchas veces, solo leen párrafos parciales de mis cuentos (no los puedo presentar los textos enteros para evitar el plagio). De esta forma agradezco su fidelidad ofreciendo historias enteras con un principio y un final. Ese es mi objetivo principal. ¿El premio? Ya lo he mencionado:vuestros comentarios sobre lo que os ha gustado y sobre lo que habéis sentido. Gracias, Helena, de nuevo. Un gran abrazo.