sábado, 13 de julio de 2013

EL GLOBO DE LA VIDA





Hola, queridos seguidores de este blog. Bienvenidos a una nueva cita con la literatura infantil, aunque en este caso, en el caso de “El Globo de la vida”, podríamos decir que se trata de un cuento que disfrutarán de igual manera los niños y los mayores: es un cuento que no tiene una edad-objetivo definida.
El 24 de junio del año pasado (¡ya hace más de un año! ¡El tiempo vuela!) esta historia se asomó por primera vez a nuestro blog. Hoy, un año y casi un mes después, lo vuelve a hacer. Os la traigo, de la misma manera que entonces, pero, en esta ocasión, acompañada por algo que a los que escribimos este tipo de historias nos gusta mucho y es, ni más ni menos, el ver cómo se van dando los pasos desde que una ilustración, que acompañará parte del texto, se concibe hasta que sus trazos rápidos, que plasmaban la idea inicial, se van haciendo firmes y van dando vida segura a los personajes. Aquí os traigo el boceto inicial de una ilustración ya conocida por vosotros, al menos por los antiguos del blog. El autor, me permito recordaros que es un muy buen ilustrador argentino, muy realista como os dije en su momento, de nombre Juan M. Moreno (todos los derechos reservados, http://suripatagonia.blogspot.com.es/), al que desde aquí, una vez más, envío un fortísimo abrazo de agradecimiento que espero que llegue con toda su fuerza a tierras argentinas (La Plata).
Bueno, amigos, os dejo con las cálidas corrientes de aire y la incertidumbre de Justino en su viaje en El Globo de Vida.
¡Disfrutadlo! Si así ha sido, me gustaría recibid vuestros comentarios, en anónimo o con vuestro nombre (prefiero esto último), pues ello da vida al blog y lo hace más vuestro; más nuestro.
Un afectuoso saludo.
José Ramón.


El “Globo de la Vida” es una historia de fantasía en la que, de la mano de Justino, realizaremos un ilusionante y, a la vez inquietante, viaje en globo. ¿La finalidad? De momento no la desvelo y os dejo a vuestra imaginación el trabajo de completarla.
En este relato se ensalza, fundamentalmente, lo importante que es la familia en la vida de una persona y el cariño que debe existir entre sus miembros.


“Esta historia que paso a contar, me la contó en su día el protagonista de la misma, aunque yo no me la he llegado a creer nunca. Algo tan maravilloso no ha podido llegar a suceder. De todas formas, como me la contó, hoy yo la relato aquí.
Justino era un hombre que ya pasaba de los treinta. Vivía en una pequeña casa de campo que en su día formó parte de lo que estaba llamado a ser una granja muy productiva, de las mayores de la comarca, si no llega a ser por la desgracia que sufrió en su niñez. Dedicaba todo su tiempo y sus esfuerzos a cuidar de su abuela, ya anciana y desde hace años impedida. Cuando podía, y el cuidado de ella se lo permitía, con su vieja furgoneta realizaba encargos y transportes  que le reportaban un dinerillo con el que iban sobreviviendo los dos, más mal que bien.
Pertenecían, en su tiempo, a una familia adinerada; pero debido a la desgracia que cayó sobre ellos cuando Justino tan sólo contaba con nueve años, les hizo tener que ir vendiendo las tierras que rodeaban la casa, hasta donde la vista alcanzaba, y las reses, cuya magnífica carne vendían a buen precio en los mercados de la zona.
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Él me seguía contando…
Un buen día acababa de llegar de hacer unos transportes cuando de repente, al bajarse de su furgoneta, vio uno de esos grandes globos de colores que, en los días de buen tiempo, se divisan surcando los parajes  como aquél en el que vivían Justino y su abuela.
Ante su asombro, el inmenso globo de bonitos colores tomó tierra muy cerca de donde él se encontraba. Lo venía conduciendo un hombre de edad difícil de calcular, pero con una sonrisa y mirada especiales. Con un gesto de la mano lo invitó a subir a su nave. Él, Justino, no supo el porqué accedió a la invitación, sin conocerle de nada y, sobre todo, porque debía atender a su abuela que llevaba toda la mañana sola. No lo supo, pero lo hizo.
Subió a la cesta del globo con la ayuda, sin mediar palabra alguna, de aquel cautivador hombre. A continuación el quemador soltó un chorro de fuego y el globo comenzó a elevarse. Empezaron a meterse entre las nubes blancas que esa mañana cubrían parte del cielo, mientras Justino veía alejarse su casa, desapareciendo de su vista, con cierta preocupación.
Pasaron entre ellas un tiempo que Justino fue incapaz de calcular. Estaba un poco asustado pues se decía cómo había sido tan imprudente de subirse a ese artefacto, sin saber a dónde iba, ni quién era ese hombre que con maestría lo guiaba, ni, sobre todo, cuándo iba a regresar.
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¡Por fin, salimos de las nubes!, dijo aliviado al ver de nuevo su casa  y que estaban descendiendo.
Mientras lo hacían vio un montón de vacas que pastaban plácidamente  y, pensativo, concluyó que no las recordaba cuando subió a la cesta del aerostático.
Tomaron tierra a unos doscientos metros de la casa  y rápidamente se bajó, despidiéndose del impasible tripulante que había permanecido en silencio todo el viaje, agradeciéndole la invitación.
Se encaminó hacia la casa con larga zancada, extrañándose de no ver su vieja furgoneta aparcada junto al porche.
De repente, de la casa salieron un corpulento señor acompañado de dos chavales..............................

–Quédese con nosotros a cenar –le invitó agradecido, Damián.
Justino declinó la invitación y se disculpó por ello, pues debía regresar a su casa…aunque no sabía muy bien si eso era ya posible. Estaba muy preocupado por su abuela.
Se despidió de ellos y se dirigió hacia donde su impasible piloto lo esperaba; aunque ignoraba el motivo del porqué lo hacía.
Ya en el aire, de nuevo entre las nubes, trató de sacarle algunas respuestas al dueño del inmenso artefacto, pero..............................................................”





Este cuento está registrado con el nº de registro de la propiedad intelectual  09/2010/2757 y en