sábado, 14 de noviembre de 2015

CÁLIDO DESIERTO: "VIENTO DEL SUR"




Hola, amigos, buenas noches. Casi un mes desde la última vez que os contaba cosas ha volado y se me ha escapado sin darme cuenta y sin aprovecharlo todo lo que quería, que no era, ni más ni menos, otra cosa que pasarme por aquí y compartir con vosotros mis pensamientos. Dejamos atrás hace muchos meses los calores del verano, pero este buen tiempo que hemos disfrutado por España esta semana pasada me ha traído a la mente, de nuevo, mi cuento del cálido desierto. “Viento del Sur” no nos visitaba desde hace un año y no lo hacía porque no ha habido novedad alguna en relación a una posible editorial interesada en publicarlo: sigue siendo mal momento para que una editorial se aventure con un escritor nuevo, como es mi caso. La autoedición siempre está en el horizonte, pero considero que la calidad del cuento es grande y la de las ilustraciones excelente, para que no haya una editorial que apueste por “Viento del Sur”. Sólo hay que esperar a que la crisis desaparezca del mundo editorial y, por ello, tanto Marta (experimentadísima ilustradora argentina, con más de treinta cuentos ilustrados publicados: http://www.ediciona.com/marta_rivera_ferner-dirf-3027.htmhttp://paistodojunto.ultra-book.com/. Reservados los derechos de autor) como yo, seguimos intentándolo y llamando a las puertas de editoriales que no tienen la buena costumbre de contestar a nuestros mensajes…Bueno, peor para ellas; nosotros a lo nuestro, que no es ni más ni menos que tratar de disfrutar de estos minutos paseándonos, entre amigos, por este espacio cálido. Cálido era también el viento que venía del sur y que hoy, esta noche, nos permite sentirlo y dejarnos envolver por su atmósfera para fabricarnos nuestro momento: ese que deseamos encontrar cuando recibimos el mensaje de que quiero entrar en contacto con vosotros, o, cuando echando de menos estos momentos, pasáis por aquí esperando encontrar algo nuevo en el diván de los sueños de mis historias.
Hoy os vuelvo a intentar introducir en el mundo del vacío y de lo imprescindible; en el mundo de la felicidad básica, de la que se tiene en familia cuando la familia es eso: un lugar de seguridad, cariño y protección, en este caso frente a la dureza del desierto amable. Parece una paradoja el pensar que algo duro es, a la vez, amable…El desierto tiene que ser duro, porque esa es la única manera de proteger a sus habitantes que se confunden con sus microscópicos granos y que, a veces, son engullidos por sus tormentas de arena, como en el caso de este relato. Pero el desierto es también amable: deja vivir a sus nómadas en un terreno espectacular al que la noche adorna con millones de lucecitas que pugnan por ser las que más iluminen las duras facciones de sus hombres azules recogidos a la lumbre del ritual del té. En las noches limpias, sobre todo, crean ambientes naturales de calma y sosiego, en los que de soslayo disfrutan del espectáculo estelar, mientras escuchan todo aquello que sus mayores cuentan y que portan en lo más interno de su ser: regalo de generación tras generación. Es hora del descanso nocturno y, en silencio, entre los ropajes que destiñen sus colores, los pequeños y los mayores buscan tumbarse, entre cueros de cabra y olor a rancio secular, protegidos por la piel de camello que dan forma a sus haimas. ............Yo, ahora, también me retiro a descansar. Os dejo con “Viento del Sur”. Feliz noche queridos amigos.

  “Viento del Sur” nos permite acercarnos al seno de una familia nómada y vivir y sentir, a través de la historia contada, la acogedora calidez de sus gentes y la sencillez y fragilidad de sus vidas en manos, siempre, de un desierto protector unas veces, y otras cruel, inhóspito e implacable.
En este relato se ensalzan los valores de la familia y las tradiciones que, de abuelos a nietos, se traspasan como un tesoro de valor incalculable, pues representan los verdaderos cimientos de toda una vida nómada entre arena, cabras y dromedarios; castigada, a veces, por el viento que venía del sur.

El cielo era como una bóveda que acogía todo lo que, en la noche estrellada, alcanzaba a ver aquellos ojos cansados tras la dura jornada.
Todo brillaba como si algún ser superior hubiera encendido, una a una, las estrellas que colgaban, elegantes, de ese oscuro universo tan característico de las noches del desierto.

Ahmed y su mujer Zaila contemplaban noche tras noche semejante espectáculo  y, por ello,  se sentían unos privilegiados y agradecidos  a ese Ser superior que todo lo controlaba. Daban gracias, también, por haber llegado a la noche vivos y con buena salud, de la que gozaban, igualmente, sus tres hijos: Habib, que ya era un hombretón con sus dieciséis años; Ahmed de trece y que recibió el nombre de su padre; y Haira, de tan sólo seis.
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En las noches de paz como aquélla, Ahmed contaba historias a sus hijos, al igual que lo hicieran en tiempos, su padre y su abuelo.  De esa forma, se conseguían transmitir de generación en generación.
Una de ellas hablaba de los días en los que soplaba el temido Viento del Sur. Un viento terriblemente cálido  que hacía secar los pozos de agua que, aunque escasos, permitían la supervivencia del pobre pueblo nómada al que pertenecían los protagonistas de esta historia. En esos días, cuenta la sabiduría del desierto, solía, por sus arenas, vagar un esbelto Tuareg sobre un dromedario blanco,  con dos grandes tinajas a cada lado de la única chepa del animal, portando el agua más fresca que se pudiera imaginar para socorrer a sus protegidos, los nómadas del desierto………………………………………………