Buenas tardes de verano, amigos de mis
ilusiones. Hoy me quiero remontar al lejano 2014, en el mes de abril, en el que
os presentaba un nuevo cuento. Quiero traéroslo de nuevo pues ya muchos de
vosotros estáis pensando en el nuevo curso —aunque queda mucho de verano todavía…no
quiero que se acabe pues sólo llevo una semana y pico, aunque se echen de menos
las amistades del entorno de trabajo, en mi caso las de la ciudad en la que
trabajo, que no es la de residencia, como me imagino sabéis todos los que me
seguís por aquí y por mi página de facebook—, en los libros, las clases y cómo
les irá a vuestros hijos, vuestros sobrinos, vuestros hermanos, amigos, etc. Sí
este cuento va de un colegio, y en este caso de uno de los considerados de élite: St. Kirsten, en el que un duende nos lo
va a hacer pasar super bien. Creo que es uno de los cuentos con los que más me
divertí mientras lo escribía: yo sólo me reía de las escenas que tenía en la
cabeza y trataba de plasmar en el papel.
Os voy a contar una cosa. Os voy a hacer partícipes
de algo muy personal; de cómo daba forma a mis historias, al menos a las veinte
primeras —de momento sólo tengo veinte, aunque hay otras dos que son versiones
de una de ellas, y otra que estoy modificando el enfoque y que pronto os la
presentaré de nuevo, porque es muy conocida por los que me seguís desde hace más
tiempo—. Pues veréis, nos remontamos a verano de 2010 y yo, por aquel entonces,
estaba trabajando a unas seis horas de viaje en coche de mi vivienda familiar; solía
venir a casa los fines de semana, los viernes, y regresaba el domingo después
de comer. En las seis horas de viaje, conduciendo mi coche por la aburrida
autopista, con no demasiado tráfico, gracias a Dios, iba pensando en la
historia, dándole forma y estructurándola; todo ello en mi mente. Al llegar a
casa, en cuanto tenía un rato y de una sentada, la volcaba en mi papel
cuadriculado, con mi bolígrafo Parker, con el que me gusta siempre escribir mis
cuentos y que, por cierto, fue el que utilicé para firmar mis primeros
ejemplares de “La nota que faltaba” (https://www.facebook.com/jrdeceacuentosanddreams/?ref=aymt_homepage_panel)
en la pasada Feria del Libro de Madrid. Con el tiempo perfeccioné el sistema
pues no quería que se me olvidasen aspectos que había concebido en la mente y
que seguro que podrían funcionar bien en la historia pues, a veces, no podía
ponerme a escribir inmediatamente nada más llegar. Así, me hice con una
grabadora, de esas pequeñas que llevaban los periodistas (ahora usan el móvil…como
todos, que usamos el móvil, con sus APPs, para todo); me la metía en el
bolsillo superior de mi camisa, le daba al “on” y empezaba a hablar, como si
estuviese comentando algo con mi compañero de viaje, que en este caso era mi, a
partir de esos tiempos, inseparable grabadora. Ya no necesitaba ponerme a
escribir rápidamente nada más llegar a casa; de hecho tengo en la grabadora tres historias que en su
momento saldrán hacia el papel…bueno, dos de ellas creo que no lo harán nunca
pues no me gustan demasiado, vistas con los ojos con los que escribo hoy en día;
la otra, una sobre pingüinos, estoy deseando tener un rato para ponerme a contárosla:
esa sí va a estar chula, os lo aseguro.
Bueno, vamos con "St. Kirsten". Este cuento lo ha
empezado a ilustrar un extraordinario Ilustrador mexicano; me refiero a Alex
Herrerías (https://www.facebook.com/alex.herrerias.9?fref=ts)
(https://www.behance.net/AlexH) —todos
los derechos reservados—. Alex, muchas gracias por querer compartir conmigo
este proyecto que sé que saldrá a la luz cuando tus múltiples compromisos te
dejen un momento para terminar de ilustrarlo. Un abrazo desde este blog, en
nombre de todos mis seguidores, por permitir que disfrutemos de tu arte.
De momento, amigos, os presento unos bocetos de
lo que serán las ilustraciones del álbum ilustrado. Espero que os deleitéis con
ellas tanto como yo lo he hecho.
Buenas tardes y seguid soñando y, en este caso,
disfrutando de este tiempo de verano, por estas latitudes europeas; por el otro
lado del Atlántico ya sé que es más invierno y temporada de lluvias... pero soñad y disfrutad también.
Un fuerte abrazo.
José Ramón.
¿Nos hemos preguntado alguna vez qué tienen de especial los colegios de
élite?
St. Kirsten era uno de ellos y en esta historia se nos revela el porqué,
los alumnos que año tras año pasaban por sus aulas, conseguían tan buenos
resultados.
Nicolás sabía mucho de esto. Los duendes lo saben todo de nosotros...
En esta historia trepidante, llena de ternura y acción, se pone de
manifiesto lo importante que es en la vida la responsabilidad con la que
debemos acometer nuestras obligaciones.
Es una historia en la que Nicolás, sustentado siempre por el recuerdo
de su querida Amalia, cumple con su obligación de mantener St. Kirsten como lo
que, desde la época de sus antepasados, venía siendo: uno de los mejores
colegios de élite del país.
El sonido de la bocina que indicaba el inicio
de las clases esa mañana del mes de abril sonó angustiada y desagradable, como
siempre, en el antiguo y majestuoso patio del colegio.
Esa era la señal para que, los siempre serios
profesores, indicasen a los niños que ordenadamente esperaban haciendo fila, el
camino de las aulas.
St. Kirsten era uno de esos colegios
denominados de élite; de esos en los que en su momento estudiaron los más
insignes políticos, economistas, arquitectos, etc, que en la actualidad lideraban
los puestos más importantes de la Nación.
¿Os habéis preguntado alguna vez el porqué unos
colegios son de élite y otros no? Pues la respuesta la encontraréis a lo largo
de esta historia que voy a relatar.
Mucha de la culpa de este éxito atribuido a determinados
colegios, por lo menos en el caso del de esta historia, era debida a personajes
como Nicolás.
Nicolás se encargaba de velar por el colegio y
por sus ocupantes, no sólo por los que, por estar lejos de sus familias,
habitaban en su residencia; sino también por los que todas las mañanas acudían
al colegio en distintos autobuses procedentes de todos los lugares de la
ciudad, e incluso de otras ciudades vecinas, para asistir a clase. Él velaba
por todo y a todas horas; no importaba que fuese de día o de noche porque los
duendes no necesitaban descansar.
Sí, Nicolás era un duende de apenas unos
treinta centímetros que, según se dice, es la estatura media de los duendes.
Era de color verde clarito y tenía unos ojos grandes y avispados, además de una
prominente nariz que casi se juntaba con su no menos prominente barbilla. Iba
tocado, por supuesto, con su característico gorro terminado en punta. No se
podía decir que fuese un duende agraciado, ni tampoco que no lo fuese;
simplemente que era un Duende con mayúsculas y que estaba encargado de la
protección de “su” colegio.
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Aquel día, en ese comprobar rutinario, detectó
que una ensalada tenía una salsa que no estaba en buen estado. Sólo con verla,
olerla, probarla…¡qué sé yo cómo lo hacía!, nuestro duende era capaz de
detectar si algo estaba en unas condiciones que pudiese perjudicar la salud de
sus protegidos; lo cual era su principal misión y para lo que moraba en aquel
colegio. Aquella ensalada lo estaba y tenía que ingeniárselas para que no fuese
llevada al comedor, en aquellas condiciones, para su distribución.
Una característica negativa que poseen los
duendes es que no son demasiado fuertes; más bien son débiles en cuanto a
fuerza muscular aunque la suplen con una fuerza intelectual portentosa.
Tenía que hacer que una de las cacerolas que
reposaba junto a cazos y otros artículos de cocina, más bien desordenados, en
las estanterías desde las que se divisaba ahí abajo la ensalada, cayese
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Era el momento de dirigirse a las aulas y
Nicolás salió rápidamente de la cocina en dirección a aquéllas. Debía estar
atento por si tenía que sacar de apuros, antes de ir a comer, a algún que otro
alumno que no tuviese su día. Cuando Amelia vivía, Nicolás se pasaba todo el
tiempo velando por los estudios y los resultados en los exámenes de los
pupilos.
De vital importancia era si los alumnos se
aplicaban y prestaban atención a las enseñanzas de sus profesores; pero mucho
más si el duende o los duendes, como era el caso de Amelia y Nicolás, estaban
prestos a sacarles de apuros en los exámenes o cuando sus maestros les
preguntaban minuciosamente, de pie junto a la pizarra, la lección del día.
Nicolás era uno de los duendes totalmente entregados a la protección de los
alumnos y a conseguir que sus notas fuesen de las más altas de entre los
colegios del país. En los exámenes
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Por lo contado, es por lo que digo que los
alumnos de los colegios del tipo del de esta historia: futuros médicos,
políticos, investigadores, etc.; eran buenos, pero no tanto como se pensaba y
se piensa en la actualidad. Los verdaderamente buenos y artífices de sus éxitos
escolares y posterior prestigio eran los duendes que los protegían; en este
caso, Nicolás. En el éxito de su trabajo radicaba la diferencia entre unos
colegios y otros; entre que unos fuesen considerados de élite y otros no tanto.
Un buen día, ya de noche, realizando Nicolás su
“ronda nocturna” velando por el sueño de los alumnos residentes, cosa que no
hacía tan diligentemente, por cierto, el guardián que por las noches estaba a
cargo de la seguridad del colegio; pasó al lado del citado vigilante y lo vio
sentado en su cómodo sillón, con la televisión encendida y totalmente dormido.
No daba crédito a lo que veía. Un primer impulso le llevó
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2 comentarios:
Me parece un cuento muy interesante, que ha conseguido captar mi atención.Espero disfrutar de él muy pronto.
Mercedes, muchísimas gracias por tu comentario. Cierto que es una historia "interesante" pues se sale un poco de lo normal. Creo que es una historia trepidante, en el que todo se sucede demasiado deprisa y sólo está Nicolás para atender a lo que el colegio y sus alumnos necesitan. Creo también que es una historia divertida; al menos me lo pareció a mí cuando la escribí. Estoy seguro que cuando sea el momento de que vea la luz, te gustará. Además, está siendo ilustrada por un magnífico ilustrador mexicano, como digo en la entrada. Si no has entrado en el enlace que pongo, en el que se ve su arte, te recomiendo que lo hagas: es una maravilla y "St. Kirsten" no podía estar mejor ilustrado. Ya os iré enseñando, a todos los que seguís mis historias, las ilustraciones terminadas.
Sólo me queda agradecerte que te hayas unido a nosotros en este espacio que pretende ser un refugio para pasar un rato con nuestras historias e ilusiones. Un beso y paso a contestarte el otro comentario que has hecho en otra entrada.
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