miércoles, 20 de julio de 2016

EN AQUEL SOLAR...CIRIACO Y EL CARACOL.





Buenas tardes amigos. ¿Cómo lleváis este verano? Nos pasamos el invierno diciendo cuándo llegará el calor y ahora que ha llegado…¡y cómo ha llegado!...estamos ya un poco hartos de él, sobre todo los que todavía no hemos cogido nuestras vacaciones…¡será por eso!
Pues ya tenía ganas de volver a traeros uno de los cuentos que tenemos ilustrados en su totalidad y que hemos enviado a una editorial, de las más prestigiosas a nivel internacional, para su evaluación. Sé que nuestro trabajo tiene calidad pero también sé que no es fácil entrar en una editorial de ese prestigio…no soy pesimista: mis amigos lo saben de sobra: soy realista y creo que tengo los pies en el suelo aunque me hago, casi siempre, muchas ilusiones…quizá por eso ya tenemos publicado “La Nota que Faltaba”, ¿no creeis? Sí, a veces hay que poner más ilusión de la normal para conseguir llegar a las metas que, al menos a mí me pasa, nos ponemos demasiado altas.
Bueno, lo que os iba a contar…os traigo una historia cargada de valores y así lo comentaba en la entrada del 28 de abril de este año, que os recomiendo os acerquéis de nuevo a ella pues os hablaba, como digo, de valores, de esos de los que carecen en un grado preocupante nuestra sociedad, sobre todo en estos tiempos tan convulsos que nos están tocando vivir. Ahí os hablaba de los valores que podréis encontrar en la selección de cuentos que os presentaba. Pues, “Ciriaco y el Caracol”, cuento que os traigo de nuevo a este espacio, tiene en su esencia muchas referencias a la amistad que se intercambian dos amigos... un poco extraños, para qué os voy a decir otra cosa...¡Y viene muy a propósito en esta época calurosa!
Este cuento está ilustrado por mi compañero, desde Chile, Daslav Mirko Vladilo Goicovic (reservados los derechos de autor) (http://damivago.cl/), y fue presentado en las entradas: 17 de febrero, 23 de marzo y 29 de septiembre de 2013, y 5 de abril de 2015. Os recomiendo que también os deis una vuelta por ellas para imbuiros de lo que os cuento en él a través de mis letras y el arte de mi compañero Daslav. ¡A ver si tenemos suerte, Daslav, y puede ver la luz nuestro trabajo, porque estamos seguros, los dos, que será del agrado de todos los amigos que pasan estos momentos tan especiales con nosotros aquí!
Bueno, pues nada más que desearos que sigáis disfrutando de este buen tiempo, los que aún estáis de vacaciones y, a los que todavía os faltan unos días para cogerlas, que lleguen pronto. Un abrazo a todos, amigos de mis ilusiones. Soñad y sed felices. 




Extrañas parejas de amigos se han visto siempre y, entre ellas, quizá una de las más sea la protagonista de esta historia.
Ciriaco, un escarabajo pelotero, se convierte en el Ángel de la Guarda de Lucio: un caracol con una bonita casa de rayas a su espalda.
Esta historia discurre en el solar descuidado de un chalet en venta desde hace unos años. Su nuevo dueño, recién llegado, decide cortar los rastrojos y ramajes que tanto lo afean, por el paso del tiempo.
La amistad es el valor que se realza en este divertido relato, no exento de dramatismo por lo incierto de su final.....



Discurría la tarde, como otras muchas de aquél caluroso verano, sin más sobresaltos que el ruido de los hierbajos al moverse tocados por la brisa casi imposible de disfrutar en esos días. El calor al nivel de la hierba, lugar en el que vivía uno de los protagonistas de esta historia, era intenso, pero soportable. A pesar de la sequedad reinante, la tierra por la que se desplazaba siempre se mantenía cierto grado de humedad. También los arbustos, que a su paso encontraba Lucio, hacían más llevaderos los rigores de la estación. A él, la verdad, le traía sin cuidado si hacía más o menos calor. La casa que llevaba a cuestas le servía para protegerse de él, siempre que lo desease.
Sí lo has adivinado. Lucio era un caracol con una casa adornada por unas rayas que lo hacían muy atractivo y, a la vez, le permitían pasar desapercibido entre los rastrojos del solar en el que vivía, cuando algún peligro acechaba.
Esa tarde, Lucio se desplazaba por el centro del solar, tratando de encontrar alguna tierna hoja de césped o arbusto, como aquellas de las que daba cuenta en épocas lluviosas. Necesitaba apagar su sed y calmar su apetito. Aunque la empresa era difícil, no cejaba en su intento. Sabía que siempre había algo que llevarse a la boca, aunque no fuese todo lo jugoso que deseaba.
–Buenas tardes, Lucio. ¿Cómo estás?  –dijo Ciriaco, mientras hacía un alto en su ajetreado trabajo llevando una pelota de desperdicios, que no siempre olían todo lo bien que sus amigos deseaban, de un lado para otro.............................................. 


se despidió de él porque, según dijo, era urgente que antes de la puesta del Sol llevase su apestosa bola al otro extremo del solar, argumentando unas razones que, el caracol, no alcanzaba a entender. ¿Cómo nadie puede llevar semejante bola a ningún sitio?, pensaba Lucio. 


Por su parte, Ciriaco, no salía de su asombro de cómo nadie puede estar, permanentemente, cargando con su casa de un sitio a otro.

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