jueves, 2 de noviembre de 2017

CAMINO DEL OESTE





Hola, amigos, desde esta parte de la pantalla a la que llevo sin acercarme casi un mes y medio. Perdonadme por ello pero es que no tengo todo el tiempo que me gustaría dedicaros. Sé que vosotros sois muy fieles a este espacio y me perdonáis que el trabajo no me deje demasiado tiempo para estar con vosotros. Esto lo digo porque, aun no habiendo publicado ninguna nueva entrada este mes de octubre pasado, no habéis dejado de querer pasar unos minutos en nuestro rincón. Sí, hemos tenido más de setecientas visitas en el mes y ya estamos rozando las veintiocho mil…¡¡jo, quién me lo iba a decir tan solo hace cinco años, cuando este blog empezó a coger velocidad, aunque la apertura tímida ocurrió en el 2011, como bien sabéis los antiguos de nuestro lugar en el que nos damos tregua del ajetreo de la vida!! Sí, el tiempo pasa muy rápido y, desde entonces, ya somos muchos los que queremos vernos por estos lares. Gracias a todos, una vez más, por querer compartir vuestro tiempo conmigo, con nosotros.
¿Sabéis una cosa? Yo este espacio lo veo, no solo como un lugar en el que aislarme del mundo y leer algo que me agrade más o menos. Lo veo como un lugar en el que lo que leo me permite hacer volar mi imaginación…me permite dar forma a mis ilusiones y que se puedan hacer realidad. No os voy a engañar, pero el ambiente que me creo cuando me meto de lleno en la pantalla, para sentiros, para tocaros y estar cerca de vosotros, con mi té y mi música (hoy es música de relax, Reiki, meditación, etc), ayuda a que esas ilusiones recorran el interior de mi mente. La historia que viene conmigo hoy, esta noche, es un relato de ilusiones.
La traje en el 2012, en el 2015 y en el 2016: solo en tres ocasiones, Camino del oeste, pasó por nuestro blog. Es una historia para la que no ha sido fácil encontrar el ilustrador adecuado. Ahora ya lo tiene y creo que convendréis conmigo en que la argentina, Ana María Nale, y su estilo naif, es la persona adecuada para dar vida a las ilusiones de Martina, la protagonista de esta historia. Su web ya la conocéis: http://www.anamnale.com.ar/publicaciones.html (todos los derechos reservados). Gracias, Ana, por la maravillosa manera de ilustrar que tienes. Es para mí un verdadero placer compartir proyecto contigo e intentar que las ilusiones de Martina, nuestra máquina vintage, puedan ver la luz pronto y que todos los que pasan por este espacio lleguen a experimentar eso que se siente cuando se acarician y se huelen las páginas de un nuevo álbum ilustrado hecho realidad. ¡Gracias, amiga!
Y a vosotros, queridos seguidores, queridos amigos, no os voy a contar más cosas sobre lo que para mí significa este cuento: en las entradas del 1 de mayo de 2015 y del 6 de diciembre de 2016 creo que fui capaz de transmitiros esas sensaciones que me impulsaron a escribirlo, allá por julio de 2010 (¡jooo, ya más de siete años!). Os recomiendo que las releáis. Yo lo he hecho, con ojos ajenos, antes de ponerme a escribiros hoy y me ha gustado recordarlas.
Bueno, pues os dejo ya con esta entrañable máquina de un tren de otros tiempos…¿mejores?...
Un cariñoso abrazo a todos vosotros, mis amigos en esta ventana. Por favor, como siempre, no dejéis de soñar y de ser felices. Muy buenas noches.
José Ramón.

“Camino del oeste” es un relato lleno de ternura que hace referencia, con añoranza, a tiempos pasados. A través de su lectura vemos cómo discurre la vida de Martina, una joven máquina de tren a vapor, que se ve relegada al transporte de vagones en desuso camino del desguace. En este relato se puede disfrutar del embriagador olor a carbón quemado que sale por su chimenea negra y compartir la desazón de la protagonista por la vida que le ha tocado vivir. Con ella viajaremos camino del oeste, mundo que anhelaba alcanzar algún día. Su sano inconformismo y valentía -valores que se ponen de manifiesto en el relato-, propician que quizá su vida actual se vea alterada.


Martina era una de esas antiguas máquinas de vapor que se paseaban por todos los pueblos del país con su llamativo canto y su elegante columna de humo blanco, hasta que la llegada de las nuevas máquinas eléctricas ocasionó que fuese retirada, cuando tan sólo tenía un año de vida, y destinada al trabajo que realizaba en aquellos días.
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A mitad de camino, motivado por una luz roja de uno de los semáforos que se distribuían por la vía para regular la circulación ferroviaria, se veía obligada siempre a hacer un alto de unos minutos: quizá a esa hora, en una estación cercana, nudo de comunicaciones de la zona, debía ceder el paso a un tren de pasajeros que, camino de su destino, circulaba a gran velocidad..............................
La luz se tornó verde y Martina, al frente de su convoy, reanudó su parsimoniosa marcha acompañada únicamente por el rítmico “chuf-chuf” de su caldera y por los primeros rayos de Sol que, cegándola, le daban los buenos días al llegar al semáforo. Era la única alegría que recibía................
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Llegaba a la primera estación de su recorrido. A lo lejos divisaba la banderola roja del Jefe de Estación que le indicaba que debía detenerse. Se acabó, pensó Martina. Ha merecido la pena esta sensación de sentirme de nuevo activa y con una libertad que no disfrutaba desde hacía mucho tiempo, se dijo tratando de buscar la compensación a su “escapada”. Ese pensamiento le hizo llorar y obediente.............................



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