Abrí los ojos esta mañana pensando qué podría
hacer en un día sin trabajar como éste: ¿Playa o piscina? La duda en las
últimas semanas se me volvió a plantear hoy. Siempre soy así: indeciso a más no
poder y eso me crea una gran ansiedad. Quizá porque tengo siempre varias
opciones para hacer; siempre tengo un plan “b” y a veces uno “c”. Hoy solo
tenía estos dos planes aunque me apetecía hacer algo de deporte —¿quizá
era el “c”?— pero con este calor y, sobre todo, esta humedad a estas horas
no creí que fuese una opción ni siquiera saludable. Lo dicho, decidí lo que
todavía no había decidido: ¿playa o piscina? De momento subí la persiana de mi
ventana que, por cierto, solo sirve — pues no me aísla ni medio
decibelio del ensordecedor paso de vehículos, incluido el odioso camión de
la basura, que circulan por la céntrica calle en la que vivo— para
evitarme despertar cuando aparece el Sol que por estas tierras lo hace antes
que por ningún sitio en España —bueno, esto puede que sea una exageración
pues lo he dicho solo mirando a los puntos cardinales sin situar longitudes
geográficas—.
¡No me lo pude creer!¡Estaba nublado! La playa
o la piscina podía esperar: el plan “c” tomaba plena vida. Me activé. Rápido al
armario, antes de que se plantease un día soleado y caluroso como los pasados,
para prepararme para mis habituales 40 minutos de carrera. ¿El ritmo? Pues el
de siempre, el que me permite mi corazón que ya lleva varios años conmigo y nos
tenemos cariño. Me gusta siempre tener ese detalle con él y correr a su ritmo.
Él es el que me indica si debo ir más rápido o más trotón.
Pulsómetro en su sitio, zapatillas y
calcetines, más finos que los que utilizo en invierno —por cierto, estos
finos llevan una banderita española en su lateral…es que soy español, ¿sabéis?
Y me gusta a veces lucir mi bandera cosa que, aunque haya quien lo diga, no
tiene nada que ver con la política: solo con el país que amo y en el que nací—,
también en su sitio; pantalón y camiseta, en cuya parte de atrás pone “Marathon
de…”no me acuerdo el sitio pero es uno importante donde se ha batido el récord
de la prueba a nivel mundial por lo llano de su recorrido y las condiciones de
carrera en la fecha en la que se realiza…pero no me acuerdo...No es que sea de
uno que yo haya corrido, pues no he tenido nunca la oportunidad de hacer ni
siquiera uno: nunca he podido prepararme adecuadamente pues cuando no era por
este motivo era por aquel otro. Una espinita que tengo clavada.
Seguí, de habitación en habitación, cogiendo
mil y una cosas…es que me gusta llevar de todo: carnet, radio, dinero, unas
gafas chulas y muy pequeñas que me he comprado y que no abultan nada para leer
en caso de necesidad; las de sol no las llevo pues me molesta correr con ellas;
una gorra que suelo ponerme, sobre todo en verano, y que voy empapando en las
distintas fuentes que me voy encontrando en mi recorrido, etc, vamos, de todo.
Ya, por fin todo en su sitio —soy un
poco pesado en los preparativos y me cuesta salir unos cuarenta y cinco minutos
desde que decido salir…a veces me da ganas de darme un par de capones: ¿es que
no puedo tardar lo que todo el mundo?— y ya en la calle hice unos estiramientos
mientras el pulsómetro cogía el satélite, que en el centro de la ciudad cuesta
a veces un rato.
Suelo hacer unos siete kilómetros y medio lo
que me sobra para mantener un estado más que aceptable de forma y, sobre todo,
para sentirme bien mental y físicamente. Y así los hice.
¿Os acordáis del relato de la pista de
patinaje? Os lo recuerdo: lo publiqué, ahora hace un año y unos días,
concretamente el 7 de julio. Yo lo acabo de releer y me ha gustado hacerlo.
Hacedlo también que seguro que lo pasaréis bien. Bueno, pues en esa pista de
patinaje es, cuando está desocupada, donde suelo hacer los ejercicios de
estiramiento y vuelta a la calma tras la carrera. En invierno
me voy poniendo en distintas partes de ella, pero en verano, con el Sol que
golpea duro y la temperatura que se alcanza a la hora que corro, es otra
historia: suelo ponerme en la parte izquierda, según las fotos de la entrada
que os he comentado, bajo las ramas de uno de los árboles que rodean la pista.
No sé de qué especie es aunque creo que venidas, las semillas, de un país lejano.
Yo solo busco su protección en mi deporte cuando el Sol me hace daño tras
finalizar. Ya sabéis: A quién a buen árbol se arrima buena sombra le
cobija. Eso me dio que pensar. Es como en la vida: cuando las cosas nos son
menos a nuestro favor, cuando la vida no nos favorece o nos presenta
dificultades es cuando buscamos la protección de algo o de alguien, material o
imaginable…Pues de esto va lo que os traigo yo hoy aquí:
Desde el 17 de octubre de 2015 no os hablo de
“Cargo Blue”, mi primera historia y sobre la que ya os he confesado el
significado que para mí tiene. Cargo Blue buscaba esa
protección también. La buscaba entre sus amigas las nubes y eso os cuento en la
sinopsis de la historia, que podéis leer más abajo, y en la parte de la
historia que os comparto. Necesitaba encontrarse en un ambiente que no fuese
hostil en cuanto a lo solo que se sentía, y eso lo conseguía, inicialmente,
cuando con su morro mirando al cielo se metía entre sus compañeras de
viaje…después, quizá lo encontrase también de otra manera…
Os quiero pedir que vayáis a ese día, en las
entradas de este blog, y releáis lo que escribí y que es la esencia de lo que
para mí significa este cuento tan especial. Una de las cosas que os decía es
que estaba a la búsqueda de un ilustrador especial que fuese capaz de dar vida
a este entrañable avión de carga. Ya lo tiene y hoy os la quiero presentar: se
trata de María José Plata ( https://www.facebook.com/mariajose.platasantos?fref=ts
http://mjplatailustracion.blogspot.com.es/2016/12/pintando.html todos
los derechos reservados) Una ilustradora, creo que gallega, aunque no estoy
seguro. Pero de lo que sí lo estoy es que la sensibilidad que transmite con su
arte le va muy bien a Cargo Blue. Espero que os gusten estos
bocetos y este diseño del avioncito. Ahora, María José, está terminado otro
trabajo y en cuanto pueda empezaremos a avanzar para que, lo antes posible,
podamos ofrecerlo a las editoriales. Ya lleva demasiado tiempo descansando en
una carpeta de ordenador. Por mi parte, María José, te doy la bienvenida a este
blog que, a partir de ahora, será también tuyo. Un abrazo grande con mi
agradecimiento por haber querido compartir este proyecto que para mí significa
tanto.
Y a vosotros, queridos amigos, os dejo ya con
mi cuento favorito. Espero que lo disfrutéis una vez más.
Soñad y sed felices.
Un abrazo muy cariñoso para todos vosotros.
José Ramón.
“Cargo Blue” es la historia de un joven, feliz y
responsable avión de carga.
Abrazado a él –porque en el discurrir de la
historia se desea abrazarlo…- nos guía por su vida y nos presenta a sus amigas,
las nubes. Sí, Cargo Blue no tiene más amigas que las algodonosas nubes blancas
que le arrullan y le dan el calor que no tiene en tierra firme.
Ésta es una tierna historia en la que se nos
sugiere que la belleza y riqueza de las personas no es siempre lo que se nos
muestra de ellas exteriormente, sino lo que guardan en su interior.
“Cargo Blue”, desde el momento que fue escrito, no
ha dejado de ser una referencia y guía de estilo de vida, no siempre fácil de
seguir.
Me llamo Cargo Blue y mi vida no podemos decir que
sea atractiva. Si hay una palabra que la puede definir, ésta es Soledad
u Olvido. Cualquiera de las dos están muy unidas al día a día por el que
discurre mi vida desde que hace pocos años, pues todavía soy muy joven, relevé
a mi padre, un viejo avión de carga, al que, por su edad, no se le permitió
volar más.
Sí, soy un avión de carga cuya vida discurre,
cuando no estoy volando, en un hangar triste, sucio, lleno de cajas y con los
cristales rotos por el abandono. El frío y la lluvia que se cuelan por los
huecos que dejan los cristales y que más de una vez me hacen tiritar y mojan
mis alas, son mis únicos compañeros en las noches de invierno.
Pero, ¿sabes qué es lo que menos me gusta?: que no
se lo puedo contar a nadie, porque estoy solo. Bueno, tampoco es muy cierto
esto que digo ya que hay veces, una por semana más o menos, en las que por las
noches entran sin avisar algunas personas con unas viejas máquinas que hacen
mucho ruido y desprenden un humo que me hace toser; me abren la panza y
empiezan a meter muchas cajas y mercancías en mi interior. Eso me indica que, a
las pocas horas , normalmente de madrugada, debo de iniciar mi viaje con mucho
sueño por el despertar temprano. Ahora soy joven y no me importa demasiado,
pero lo mismo hacían con mi papá y el pobre ya era muy mayor para eso.
El viaje, como te cuento, lo inicio cuando el Sol
todavía no ha salido; hace frío y muchas veces hay una niebla que, encima, me
dificulta la visión. Me gustaría tener una bufanda para no pasar tanto frío…,
pero es que no existen bufandas tan grandes para aviones.
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Yo me divierto mucho cuando vuelo y me apoyo en las
nubes como si me estuviesen sujetando. ¡Qué tontería! Yo peso más que ellas y
eso sería imposible. Imagino que son mis amigas; en realidad yo las considero
así. Hablo con ellas y les cuento mis cosas…lo hago porque ya te he contado que
mi vida es un poco triste y bastante solitaria, y necesito hablar con alguien que
me escuche…claro, como no hablan…
2 comentarios:
Me gusta muchísimo este cuento y las ilustraciones inmejorables, estoy deseando leerlo.Deseo que su publicación sea rápida. Un abrazo.
Gracias Mercedes. Creo que es uno de mis mejores cuentos pero me ha costado bastante encontrar la persona que sea capaz de ilustrarlo. "Cargo Blue" necesita un ilustrador que sea capaz de interpretarlo adecuadamente. Creo que María José es la persona adecuada. A ver si lo podemos terminar pronto y lo presentamos a alguna editorial y, si Dios quiere, lo podamos tener en las librerías pronto. Creo que va a gustar mucho. Es un cuento, como todos los míos, con muchos valores. Muchas gracias por tu comentario y recibe un abrazo muy cariñoso. José Ramón.
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