Buenas tardes
amigos. ¿Cómo lleváis este verano? Nos pasamos el invierno diciendo cuándo
llegará el calor y ahora que ha llegado…¡y cómo ha llegado!...estamos ya un
poco hartos de él, sobre todo los que todavía no hemos cogido nuestras
vacaciones…¡será por eso!
Pues ya tenía
ganas de volver a traeros uno de los cuentos que tenemos ilustrados en su
totalidad y que hemos enviado a una editorial, de las más prestigiosas a nivel
internacional, para su evaluación. Sé que nuestro trabajo tiene calidad pero
también sé que no es fácil entrar en una editorial de ese prestigio…no soy
pesimista: mis amigos lo saben de sobra: soy realista y creo que tengo los pies
en el suelo aunque me hago, casi siempre, muchas ilusiones…quizá por eso ya
tenemos publicado “La Nota que Faltaba”, ¿no creeis? Sí, a veces hay que poner más
ilusión de la normal para conseguir llegar a las metas que, al menos a mí me
pasa, nos ponemos demasiado altas.
Bueno, lo que os iba a contar…os traigo una
historia cargada de valores y así lo comentaba en la entrada del 28 de abril de este año, que
os recomiendo os acerquéis de nuevo a ella pues os hablaba, como digo, de
valores, de esos de los que carecen en un grado preocupante nuestra sociedad,
sobre todo en estos tiempos tan convulsos que nos están tocando vivir. Ahí os
hablaba de los valores que podréis encontrar en la selección de cuentos que os
presentaba. Pues, “Ciriaco y el Caracol”, cuento que os traigo de nuevo a este
espacio, tiene en su esencia muchas referencias a la amistad que se intercambian dos amigos... un poco extraños, para qué os voy a decir otra cosa...¡Y viene muy a propósito en esta época calurosa!
Este cuento está ilustrado por mi compañero, desde Chile,
Daslav Mirko Vladilo Goicovic (reservados los derechos de autor) (http://damivago.cl/), y fue presentado en las
entradas: 17 de febrero, 23 de marzo y 29 de septiembre de 2013, y 5 de abril
de 2015. Os recomiendo que también os deis una vuelta por ellas para imbuiros
de lo que os cuento en él a través de mis letras y el arte de mi compañero
Daslav. ¡A ver si tenemos suerte, Daslav, y puede ver la luz nuestro trabajo,
porque estamos seguros, los dos, que será del agrado de todos los amigos que pasan estos momentos tan
especiales con nosotros aquí!
Bueno,
pues nada más que desearos que sigáis disfrutando de este buen tiempo, los que aún estáis de vacaciones y, a los que todavía os faltan unos días para cogerlas, que
lleguen pronto. Un abrazo a todos, amigos de mis ilusiones. Soñad y sed
felices.
Extrañas parejas de amigos se han visto siempre y, entre ellas, quizá
una de las más sea la protagonista de esta historia.
Ciriaco, un escarabajo pelotero, se convierte en el Ángel de la Guarda
de Lucio: un caracol con una bonita casa de rayas a su espalda.
Esta historia discurre en el solar descuidado de un chalet en venta
desde hace unos años. Su nuevo dueño, recién llegado, decide cortar los
rastrojos y ramajes que tanto lo afean, por el paso del tiempo.

Discurría la tarde, como otras muchas de aquél caluroso
verano, sin más sobresaltos que el ruido de los hierbajos al moverse tocados
por la brisa casi imposible de disfrutar en esos días. El calor al nivel de la
hierba, lugar en el que vivía uno de los protagonistas de esta historia, era
intenso, pero soportable. A pesar de la sequedad reinante, la tierra por la que
se desplazaba siempre se mantenía cierto grado de humedad. También los
arbustos, que a su paso encontraba Lucio, hacían más llevaderos los rigores de
la estación. A él, la verdad, le traía sin cuidado si hacía más o menos calor.
La casa que llevaba a cuestas le servía para protegerse de él, siempre que lo
desease.
Sí lo has adivinado. Lucio era un caracol con una
casa adornada por unas rayas que lo hacían muy atractivo y, a la vez, le
permitían pasar desapercibido entre los rastrojos del solar en el que vivía,
cuando algún peligro acechaba.
Esa tarde, Lucio se desplazaba por el centro del
solar, tratando de encontrar alguna tierna hoja de césped o arbusto, como
aquellas de las que daba cuenta en épocas lluviosas. Necesitaba apagar su sed y
calmar su apetito. Aunque la empresa era difícil, no cejaba en su intento.
Sabía que siempre había algo que llevarse a la boca, aunque no fuese todo lo
jugoso que deseaba.
–Buenas tardes, Lucio. ¿Cómo estás? –dijo
Ciriaco, mientras hacía un alto en su ajetreado trabajo llevando una pelota de
desperdicios, que no siempre olían todo lo bien que sus amigos deseaban, de un
lado para otro..............................................
se despidió de él porque, según dijo, era urgente
que antes de la puesta del Sol llevase su apestosa bola al otro extremo del
solar, argumentando unas razones que, el caracol, no alcanzaba a entender.
¿Cómo nadie puede llevar semejante bola a ningún sitio?, pensaba Lucio.
Por su
parte, Ciriaco, no salía de su asombro de cómo nadie puede estar, permanentemente,
cargando con su casa de un sitio a otro.
………………………………………………………………………..