Un
monasterio en el que sólo se oyen las pacíficas voces de unos místicos monjes,
es el escenario de esta historia. ¿Sólo? Bueno, también, sobre todo por las
noches si uno presta atención y si, principalmente, se está despierto, se oyen
las voces divertidas de Alf y Gos. Divertidas a veces…
Esta es una historia de aventuras en la que dos ratones campan a sus anchas por
el monasterio, paseándose por los lugares donde trabajan, descansan y rezan los
monjes a los que consideran sus amigos y protectores…bueno, no a todos.
La noche ya caía sobre el valle plagado de las más variadas especies
de árboles y arbustos, y anunciaba el final del día en el monasterio cuyas
torres competían en altura con los majestuosos abetos y cipreses que las
rodeaban. Aunque, para ser más exactos, lo que verdaderamente anunciaba el
final de la jornada, plagada de trabajo y oración, eran las cálidas voces de
los monjes que allí habitaban, resonando por todo el valle durante el último
rezo del día.
Los protagonistas de este cuento no eran ajenos a todo lo que acontecía
en aquella comunidad de religiosos. No lo eran porque, sencillamente, se
sentían parte de ella.
Alf y Gos eran dos pequeños ratones grises que campaban a sus anchas
por los pasillos solitarios del monasterio entrando en las celdas para visitar
a sus queridos monjes; unos más que otros. Entre los “más” se encontraban los
que les dejaban comida en sitios estratégicos. Entre los “menos”, los que se
afanaban en preparar unos magníficos cepos con suculentos trozos de queso. Esto
último, a Alf y Gos, no les preocupaba nada en absoluto pues tantos años en el
edificio y con los mismos monjes, habían propiciado que aprendiesen, entre los
dos, a comerse el deseado trozo de queso a pesar de lo peligrosamente tenso que
se encontraba el muelle del mortífero aparato.
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Alf era más gordito que Gos, pues le gustaba bastante comer y, a
veces, sufría alguna que otra indigestión. Por su parte, Gos, era más racional
y pensaba y calculaba mucho las cosas antes de decidirse a emprender una nueva
aventura. Podríamos decir que Gos era el cerebro de la pareja mientras que Alf
era el corazón…mejor dicho, el estómago.
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Decidieron no esperar más. Había llegado la noche en la que irían a la
celda de Don Gaspar para disfrutar de la comida que, de seguro, estaría
preparada como en tiempos del llorado Don Sebastián.
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El susto fue morrocotudo. Salieron atropelladamente de la celda por
donde habían entrado y se dirigieron a su centro de operaciones: la
bodega.......................
(nº de registro de la propiedad
intelectual09/2010/2757)
http://people.safecreative.org/jose-ramon-de-cea-velasco/u1108080449272
2 comentarios:
Tienen una pinta estupenda todos los cuentos. ¡A por ellos, a por las editoriales!
También leí algunas cosas de tu libro y me gustó mucho. Estoy seguro que se va a vender muy bien. Enhorabuena.
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