sábado, 3 de marzo de 2012

QUESO CREMOSO

Un monasterio en el que sólo se oyen las pacíficas voces de unos místicos monjes, es el escenario de esta historia. ¿Sólo? Bueno, también, sobre todo por las noches si uno presta atención y si, principalmente, se está despierto, se oyen las voces divertidas de Alf y Gos. Divertidas a veces…
      Esta es una historia de aventuras en la que dos ratones campan a sus anchas por el monasterio, paseándose por los lugares donde trabajan, descansan y rezan los monjes a los que consideran sus amigos y protectores…bueno, no a todos.


La noche ya caía sobre el valle plagado de las más variadas especies de árboles y arbustos, y anunciaba el final del día en el monasterio cuyas torres competían en altura con los majestuosos abetos y cipreses que las rodeaban. Aunque, para ser más exactos, lo que verdaderamente anunciaba el final de la jornada, plagada de trabajo y oración, eran las cálidas voces de los monjes que allí habitaban, resonando por todo el valle durante el último rezo del día.
Los protagonistas de este cuento no eran ajenos a todo lo que acontecía en aquella comunidad de religiosos. No lo eran porque, sencillamente, se sentían parte de ella.
Alf y Gos eran dos pequeños ratones grises que campaban a sus anchas por los pasillos solitarios del monasterio entrando en las celdas para visitar a sus queridos monjes; unos más que otros. Entre los “más” se encontraban los que les dejaban comida en sitios estratégicos. Entre los “menos”, los que se afanaban en preparar unos magníficos cepos con suculentos trozos de queso. Esto último, a Alf y Gos, no les preocupaba nada en absoluto pues tantos años en el edificio y con los mismos monjes, habían propiciado que aprendiesen, entre los dos, a comerse el deseado trozo de queso a pesar de lo peligrosamente tenso que se encontraba el muelle del mortífero aparato. 
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Alf era más gordito que Gos, pues le gustaba bastante comer y, a veces, sufría alguna que otra indigestión. Por su parte, Gos, era más racional y pensaba y calculaba mucho las cosas antes de decidirse a emprender una nueva aventura. Podríamos decir que Gos era el cerebro de la pareja mientras que Alf era el corazón…mejor dicho, el estómago.
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Decidieron no esperar más. Había llegado la noche en la que irían a la celda de Don Gaspar para disfrutar de la comida que, de seguro, estaría preparada como en tiempos del llorado Don Sebastián.
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El susto fue morrocotudo. Salieron atropelladamente de la celda por donde habían entrado y se dirigieron a su centro de operaciones: la bodega.......................


(nº de registro de la propiedad intelectual09/2010/2757)
http://people.safecreative.org/jose-ramon-de-cea-velasco/u1108080449272 

2 comentarios:

ethan dijo...

Tienen una pinta estupenda todos los cuentos. ¡A por ellos, a por las editoriales!

José Ramón de Cea dijo...

También leí algunas cosas de tu libro y me gustó mucho. Estoy seguro que se va a vender muy bien. Enhorabuena.