Buenas noches, amigos. Ya caminando por
diciembre, a toda velocidad, y divisando el final de estas vías que nos han
conducido por este apasionante 2018. Sí, creo que ha sido un buen año, al menos
así lo he sentido yo…pero ya habrá tiempo de hablar de él cuando estemos a las
puertas del que ya llega empujando.
Como digo, ya empezado este diciembre con
ritmo, con ganas de llegar a mi tiempo favorito del año. Los antiguos del blog
lo sabéis de sobra pues siempre me gusta mencionarlo. Sí, con ganas de abrazar
la Navidad. Ya sé que deberíamos hacer del resto del año Navidad…pero la
realidad es que nos olvidamos y yo tampoco soy distinto. Solo vivimos el
ambiente de la Navidad en este mes de diciembre y, quizá, en el de enero. Pero
bueno, somos así aunque no debiéramos. Y como somos así, disfrutemos y hagamos
disfrutar a nuestro entorno de este tiempo para las ilusiones, las buenas
maneras, los buenos rollos, en fin, para la concordia y el disfrutar de los
demás; de esos que nos caen mal o no tan bien como debieran; de los que no
soportamos y en estos días tenemos que verles; especialmente a estos son a los
que debemos hacerles la vida agradable y demostrarles que, aunque solo sea en
Navidad, son algo importante o, al menos, significativo para nosotros. Quizá
así los descubramos. Quizá así obre el milagro de la Navidad y descubramos
gente que merece la pena. Probadlo, amigos. Y os invito a que en los
comentarios de esta entrada, cuando sea, compartáis con nosotros si realmente
el milagro de la Navidad se acercó a vuestro entorno.
El tiempo de Navidad es una mezcla de todo. En ella tienen cabida,
principalmente, los que la sienten como lo que su nombre indica; pero también
están, por supuesto, todos aquellos que disfrutan con esa atmósfera que se crea
y conforma un tiempo especial del año; también los que tradicionalmente quieren
reunirse con sus seres queridos que, el resto del año, se encuentran fuera por
motivos de trabajo o porque la vida les ha apartado de sus orígenes y vuelven a
ellos en Navidad. Eso tiene la Navidad que tiene un calor que a todos acoge y,
por eso, me gusta tanto este tiempo.
Y de ilusiones, magia, milagros y, sobre todo,
Navidad, va la entrada de hoy. Ya este cuento es conocido por todos los que
lleváis enganchados a este blog unos años pero…es que me resisto a que llegue
Navidad y no os lo traiga de nuevo…aunque ya lo conozcáis. Así tengo la
posibilidad de hablaros de este entrañable tiempo. Sí, “Luces de Navidad”, es
un cuento exclusivamente de Navidad. Es una historia en la que he querido meter
todos los personajes que, de una u otra manera, están presentes en nuestras
Navidades. En esta historia se ven reflejados todos nuestros, “yo pequeño”, y
todas las ilusiones que cada uno de nosotros queremos seguir manteniendo en
nuestro entorno más cercano, el de la familia. Eso pretende ser “Luces de
Navidad” y aquí os dejo la sinopsis:
Si hay una época
adecuada para que nuestros deseos se cumplan, esa es, sin duda alguna, la de
Navidad.
Esta historia es un
canto a la Navidad que llevábamos dentro cuando éramos niños; a la Navidad que
llevamos dentro ahora que no lo somos tanto. A esa Navidad en la que Los Reyes
Magos, Papá Noel y el Árbol de Navidad, con su adornada majestuosa presencia,
tienen un significado verdadero.
En este cuento de Navidad, Lucas, busca
desesperadamente quien le pueda adornar su querido abeto que, aquellas
Navidades, debía de permanecer solo en el valle.
“Luces de Navidad”,
cuento de gran ternura, ilusión, sencillez y sobre todo de Navidad, nos la
acerca a aquellos a los que la Luz de la Navidad nunca se atenúa en nuestro
interior.
Ya conocéis a mi
compañera en este proyecto pues, también lo sabéis, estuve firmando mi primer
álbum ilustrado, “La nota que faltaba”, en su librería durante la Feria del
Libro de Zaragoza de este 2018. Ella es, Beatriz Barbero-Gil,
ilustradora salmantina afincada en Zaragoza, como os digo.
https://www.facebook.com/profile.php?id=100005529825194&fref=ts https://www.facebook.com/profile.php?id=868896756572184&ref=br_rs
todos los derechos reservados).
Nuestro proyecto de álbum está circulando por muchas editoriales
que creemos son sensibles al tema de la Navidad que, si bien es cierto que tiene
que ver con una conmemoración religiosa muy importante para los que somos
católicos, no es menos cierto su aspecto relacionado con la leyenda, la magia y
la ilusión que nos trae cada año la imagen acogedora de Papá Noel. Creemos que
nos está costando mucho trabajo encontrar una editorial que quiera apostar por
nosotros en este tiempo en el que se le da la espalda y no se mira con buenos
ojos todo lo que tiene que ver con este tipo de sentimientos religiosos que,
por otra parte, se quiera o no, están muy arraigados en la sociedad, al menos
en la española (vosotros me diréis si en vuestros respectivos países sucede lo
mismo). Mi compañera Beatriz y yo hemos querido apostar por “Luces de Navidad”
porque creemos que es una historia que llega al corazón y que cuando te dejas
envolver por sus letras y sus imágenes te sientes que vuelves a tus ilusiones
de otros años que ahora puedes compartir con los pequeños de la casa y
disfrutarlo junto a ellos. Eso pretende nuestro álbum, “Luces de Navidad”.
Pues nada más, mis queridos seguidores y amigos, y hoy más que
nunca os deseo que sigáis soñando y tratando de ser felices y qué paséis una
muy feliz Navidad.
Un cariñoso abrazo.
José Ramón.
Ya
llegaba la Navidad a aquellos parajes de ensueño −por lo menos es lo que nos
parecería a cualquiera de nosotros−, y la nieve empezaba a blanquear las
altivas y elegantes montañas que contribuían a crear ese ambiente sereno que
envolvía al valle en un abrazo singular, en esa mañana en la que Lucas estaba
un poco disgustado con su padre.
―Papá, por favor, deja que sean éstas las últimas
Navidades que pasemos aquí ―suplicaba Lucas desesperadamente.
―Ya te he dicho que está previsto que este año nieve
más de lo normal y que, si permanecemos aquí, seguramente quedaremos aislados
todo el invierno. Ya sabes que no queda nadie en el valle. Todos se han ido
trasladando a la ciudad pues ya no queda trabajo por estos lugares… ―intentaba razonar con
el pequeño Lucas que, a pesar de su corta edad, ocho años, comprendía
perfectamente lo que su padre le decía, aunque se resistía a aceptarlo.
Todos
los años tenían la misma conversación, pero con final distinto. Éste parecía el
definitivo pues las previsiones meteorológicas se presentaban decisivas a la
hora de que su padre no retrasase más la partida.
En
la ciudad no podría adornar su querido abeto de tres años que, en el jardín de
la casa, ya se erguía majestuoso, creciendo y creciendo, día tras día, con
vocación de llegar a ser el más alto y elegante de todos los que allí se
alzaban recios y desafiantes a los vientos, las lluvias y las ya próximas frías
y blancas nieves. Con este pensamiento, Lucas, se entristecía. La Navidad sin
su abeto…….. no sería la misma.
……………………………………………………………….
―Venga, Lucas, ayuda a mamá y a tu hermana a meter
las cosas en el coche, que se nos hace tarde ―urgió su padre con
impaciencia.
No
sé cómo lo voy a hacer, pero ……………………….. se prometió Lucas mientras corría al
trastero en busca de la caja que contenía ………………………….
Ya
en la ciudad, no dejó pasar ni un día; mejor dicho, no dejó pasar ni una noche
sin pedir a Dios que enviase a “alguien” –unos angelitos estarían bien, pensó−
para que …………………………………………………………………………..
Sus
Majestades los Reyes Magos de Oriente eran fijos en sus peticiones diarias:
“esos sí me harán caso, decía. Siempre me han traído lo que les he pedido…”,
decía totalmente seguro y con confianza. “Les escribiré una carta y les pediré
que hagan un alto junto al abeto y ……………………………………………………………………..
Llegó
el día 24 de diciembre.
El
valle lucía completamente nevado como predijo el padre de Lucas. La circulación
en vehículos no era posible, por lo que era una realidad que la casa de Lucas
quedó totalmente aislada. Eso no significaba que no tuviese vida a su
alrededor…
El
Sol se dejaba caer sobre el valle y, apoyándose en la fría nieve, se reflejaba
con fuerza intentando calentar todo aquél que lo buscase en aquellas gélidas
jornadas. La nieve blanca, suave y fría, muy fría, acogía por aquí y allá
alguna que otra huella de algún animal vagabundeando en busca de algo que
llevarse al estómago, empresa difícil debido al grosor de la nieve caída los
últimos días. El ambiente era cálido, a pesar del frío; se oía el silencio y el
rumor del viento paseándose por el manto blanco y acariciando las hojas no
caducas de los recios abetos. También se divisaban huellas de cazadores que se
aventuraban por aquellos rincones en el frío invierno de aquél veinticuatro de
diciembre, en busca de algo que aportar a la cena familiar que ya en todos los
hogares se empezaba a preparar…menos en las casas del valle que se habían
quedado sin el calor familiar de sus habitantes.
Era
ya media tarde cuando…¿qué bullicio es aquél que está rompiendo la paz del
valle? ¿qué está pasando en el tejado de la casa de Lucas? ¿Y esos trinos y
píos, píos de pájaros? Un montón de pájaros se apelotonaban, haciéndose hueco
con el ansioso batir de sus pequeñas alas, para introducirse, los primeros, por
la chimenea de la casa……………………………………………………………
¿Pero
quiénes se acercan por allá a lo lejos? Estaba ya anocheciendo y era difícil
ver de quién se trataba. ¡Ya los veo! ¡Qué bonitos ……………………….!
……………………………………………………………………………………
El
silencio volvió al valle aunque, para ser más exactos, se dejó acompañar por
los acordes de una conocida canción de Navidad que a lo lejos se dejaban
sentir.
Estaba
ya entrada la noche y desde las cumbres majestuosas que circundaban el valle se
podía ver ……………………………………………………………….
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