Buenas noches,
queridos amigos. De nuevo con vosotros en el mundo de todo lo que rodeaba a la
alcazaba de esta historia. Inicialmente quería contároslo en cuatro entregas
pero casi seguro que os regalaré una quinta. Me siento cómodo con esta historia
cargada de simbolismos y de sabores y sensaciones. Creo que así se podría
definir lo que os traigo y os traeré en estos próximos días.
Me gusta escribir
sobre situaciones en las que se pongan en juego nuestros sentidos, todos a la
vez, sin espacios muertos y momentos para la reflexión. La reflexión vendrá
cuando lleguéis al “CONTINUARA” del final que, os lo creáis o no, me cuesta
escribir. Me gustaría compartirlo con vosotros “del tirón”, como dicen por el
sur. Pero la estructura del blog lo haría tedioso y difícil de manejar. Espero
no cansaros con la historia. Espero vuestros comentarios.
¡Ah, una cosa que casi
se me olvida! El sistema ha dejado de avisarme cuando escribís un comentario y
eso me dificulta el contestaros…si no sé que me habéis escrito cómo puedo
entrar y contestaros. ¿Qué he hecho? Pues engañar al sistema: he puesto que
quiero aprobar todos los comentarios que se hagan y así el sistema no tiene más
remedio que enviarme un mensaje diciendo que hay un comentario en espera de
moderación. Entro y lo apruebo. Los apruebo todos. Por ello, si escribís y no
lo veis publicado inmediatamente, no os preocupéis que me ha llegado y pronto lo
veréis publicado y contestado. Espero que eso no os disuada de comentarme lo
que queráis. Me encanta poder interactuar con vosotros y no solo a través de lo
que escribo en las entradas.
Pues ya es momento de
daros paso a la segunda entrega de SULTANA. Espero que la disfrutéis con un
café caliente o un té humeante, que es lo que a mí me gusta.
Recordad seguir
soñando y siendo felices.
Un cariñoso abrazo.
José Ramón.
Kamil, pasaba de la
treintena ampliamente, era alto como ella, de tez morena y pelo corto, negro
azabache, y un poco ensortijado, también como su pelo rizado. Quizá es que nunca
estaba peinado y eso le daba un atractivo especial. Sí, era un árabe
ciertamente atractivo a sus ojos de mujer que sin pestañear lo observaban. El
ladrillo repleto de pequeñísimos agujeros pasaba desapercibido para aquél que
ignorase su existencia. Desde dentro era como mirar a través de un colador de
verduras. Se veía todo muy bien. Su construcción, cuya antigüedad es difícil de
precisar, tenía como finalidad la observación a escondidas de las tramas y conjuras y a través de ese habitáculo poder ponerse a salvo del
enemigo que pudiese asaltar la torre…pero de eso ya hablaremos más tarde…
Desde allí, ella, no
perdía detalle. En silencio, con la respiración agitada, en una posición no
demasiado cómoda pues el lugar era como una caja de cerillas para ese
saltamontes que, en nuestros años de no pensar nada más que en jugar, cazábamos
y lo metíamos dentro, para después soltarlo en medio de la clase de
matemáticas, por ejemplo... Pero para ella era suficiente. Era todo lo que
necesitaba para lo que deseaba. Le gustaba el tipo de personas que no
disimulaban su timidez —Kamil lo era— y
que irradiaban por sus cuatro costados el tesoro que custodiaban en su
interior. Sí, le gustaba mucho y allí disfrutaba sin ser vista.
Kamil era muy
respetado en la alcazaba pues, no en vano, su trabajo guiaba la vida de los que
por allí habitaban. Por ello estaba tan asustado. Allí estaba petrificado
frente a aquella marca de lacre de color rojo, junto a la suya azul que
certificaba que se cumplieron los tañidos correspondientes al almuerzo. ¡Dios santo! ¿Quién ha podido
hacer semejante cosa? Aún tembloroso comenzó a rascar, con su pequeño cuchillo
que utilizaba en las comidas, la tabla de madera para arrancar el lacre rojo
con aquella forma tan especial. Debía hacerlo antes de que nadie pudiese verlo.
Con la manga del suriyab intentaba borrar todo vestigio de lo que allí había
unos segundos antes, pero la marca donde estuvo el lacre no terminaba de
desaparecer. No puedo borrarla y al final romperé mis ropas, dijo rendido y se
sentó frente al reloj solar que, al pie del muro de la campana, indicaba el
momento exacto para hacerla sonar. Allí había un pequeño banco de piedra, sin
respaldo…nunca se supo si aquello era parte de alguna construcción antigua que
quizá sirvió para izar la campana a donde se encontraba entonces colgada. El
caso es que se utilizaba para tomar un respiro a todo aquél que le daba por
subir los empinados escalones que llevaban a la parte alta de la torre. Así lo
utilizaba en aquellos momentos, Kamil, pero por motivos distintos a los
físicos. Con la cabeza entre las manos veía pasar por su mente todo lo que le
podría pasar si alguien se acercaba por allí y se percataba de la irregularidad
cometida.
Ella veía su espalda.
Corría por su estómago, más bien por el bajo vientre, esa sensación que nos
dice que la persona que tenemos en frente, o que permanece en nuestro recuerdo,
es algo muy importante para nosotros. Es una presión únicamente comparable con
la de un volcán segundos antes de hacer erupción. Es la presión del cariño, del
deseo de estar con la persona querida, del amor incipiente…o de todo junto y
revuelto a la vez. Decidió que no era el momento de salir. Tampoco lo fueron
los días siguientes en los que Kamil, con más esfuerzo que resultado, seguía
borrando aquellas marcas de lacre rojo…con forma de corazón.
— ¡Niños, vamos a
clase! Es hora de entrar. Ya basta de jugar por hoy, que tenemos muchas cosas
que aprender antes de volver a casa —
dijo, Raquel, en la entrada a la madrasa del pueblo.
Rubia, de media
melena y rizos divertidos tras la lluvia, Raquel era la maestra de una madrasa
modélica en la comarca. Lo era porque en ella no solo estudiaban árabes sino
que compartían horas de juegos y exámenes —fáciles pues, Raquel, era machacona en sus
enseñanzas y eso, al fin, le reportaba muy buenos resultados; bueno a sus
alumnos que, por cierto, la adoraban — con cristianos y judíos, comunidades,
todas ellas, ampliamente representadas en el pueblo. No así en el interior de
la alcazaba en la que solo estaban permitidos los seguidores de Alá. La madrasa
era un muy buen ejemplo de que es posible la convivencia en armonía de las tres
religiones.
Su abuelo y su padre
abrazaban el Islam y su madre era cristiana. Ella también siguió el ejemplo de
su progenitora, aunque por el pueblo corría el rumor de que tenía sangre judía.
Quizá el origen de semejante invención estaba en el cariño con el que trataba a
sus alumnos judíos…y a los cristianos…y a los árabes. Las invenciones y los
rumores ya sabemos que en los pueblos surgen al doblar una esquina y
desaparecen…nunca. Ella vivía en un pueblo que la quería y ellos, sus pequeños,
como los llamaba, sentían pasión por ella.
De sus antepasados
heredó la belleza de ese perfil mezcla de culturas que hechizaba al que la
conocía. Sus ojos eran de un color difícil de describir: verdes oscuros con
reflejos de luz que al llegar la noche dejaban ver el color de la miel.
Su belleza traspasaba
la piel y se refugiaba en su corazón cargado de valores adquiridos,
seguramente, en el trato diario con las tres culturas. Sabía coger lo mejor de
cada persona, de cada situación, de cada experiencia vivida. Pocos la conocían
por Raquel, y casi todos por Sultana.
Heredado de lo que representaban e hicieron y vivieron sus antepasados cercanos,
Sultana estaba orgullosa de su sobrenombre. Sultana
la bella, a veces, y no le faltaba razón a quién así la llamaba. Sultana,
hechizaba con su mirada dulce pero segura.
CONTINUARÁ...........
5 comentarios:
¡Fantástico!habrá que esperar cada noche para leer el siguiente capítulo �� como un peque que necesita su cuento preferido para poder dormir. Me está viniendo muy bien estas lecturas �� ¡Por cierto! supongo que no seré la única en la que tiene curiosidad de dónde sacas tanta imaginación y ¿cómo?. ¿ Haces un borrador antes de escribir? ¿Directamente escribes lo que se te pasa en ese momento por tu mente y vas escribiendo? O tienes como los dibujantes jajaja un block en el bolso y vas apuntando ideas de lo que ves cada día, en cada viaje...Vuelvo a felicitarte. Está genial.Buenas noches �� bss
Este capítulo es muy interesante,me apetece todavía más seguir leyendo, en un principio creí que iba a ser de suspense y ahora pienso que es una historia de amor,bueno ya iré comprobando en los siguientes capítulos.
Me alegré al leer que has decidido escribir cinco capítulos porque así seguiremos tus lectores todas las semanas expectantes para ver tus publicaciones.
De verdad es genial y pienso de corazón que eres muy buen buen escritor.
Helena, parece mentira que me digas, precisamente tú, que de dónde saco tanta imaginación. Tú si que tienes imaginación para plasmarla en tu arte. En mi caso la imaginación emana de que soy muy observador de todo lo que me rodea y todo me inspira situaciones que me motivan al plasmar en un papel (cuadriculado, como ya comenté en la entrada anterior al hablar de mi procedimiento para escribir) una historia en concreto. No, no llevo block. Escribo de un tirón una historia que tengo en la cabeza, sin preocuparme de la redacción y de los giros gramaticales ni de la puntuación puntillosa...solo quiero volcar la idea en un papel de manera ordenada contando una historia con principio y final. Después dejo pasar unos días y a continuación paso al ordenador con ese modelo...y allí es donde trabajo todo, sobre la base de lo escribí deprisa y corriendo. Ahí es, entonces, cuando presto atención a la escritura como arte: giros, ortografía, puntuaciones, frases largas, cortas, con doble giro, etc. Ahí es donde realmente doy forma a lo que leéis vosotros, asiduos de este blog. Espero que haya satisfecho tu curiosidad que me ha permitido contar a todos mi sistema, con el que siento a gusto a la hora de escribir. Ah, y busco un ambiente especial: música, té, quizá sándalo,luz...mi ambiente en el que introduzco y disfruto contándoos cosas.
Bueno, Helena, gracias de nuevo. Un abrazo fuerte.
Muchas gracias, "Unknown" amigo, por tu comentario. Es muy lícito que no quieras que conozcamos tu identidad. A mí es que se me hace muy raro llamarte "amigo desconocido". Si no es así, debes de saber que, para que salga tu nombre automáticamente, debes abrirte una cuenta en google...aunque solo sea para escribir en este y en todos los demás blogs que desees. Si no quieres hacerlo y no quieres aparecer como desconocido, también puedes firmar con tu nombre tus comentarios y así poder llamarte por él. Solo es una sugerencia porque lo que a mí me importa es tenerte aquí y recibir tus comentarios a los que contestaré encantado.
Sí, intentaré hacer cinco capítulos en agradecimiento a vuestra fidelidad aunque me suponga un esfuerzo que no tenía previsto pues es que, en esta época, no me sobra demasiado tiempo para escribir...pero así me obligo a encontrarlo y escribir para vosotros.
Has sido muy, muy exagerado/a al decir lo de muy buen escritor. Me gusta escribir y me gusta que lo leáis, pues si no no tendría sentido, para mí al menos, el escribir; y me gusta que os guste lo que escribo. Lo demás no me importa. Bueno, también me importa que guste lo que escribo a las editoriales y me lo puedan publicar. No me interesa el publicar por publicar en el sistema de autoedición y de hecho creo que no lo haré...me gusta que mis cuentos sean publicados porque alguien ha querido apostar por mí y le ha gustado lo que cuento y cómo lo cuento.
Nada más, amigo/a. Muchas gracias y recibe un abrazo.
Muchísimas gracias por contestar. Tienes un don mágico y es un lujo que podamos disfrutarlo. Ya he leído el tercer capítulo :) Eres magnífico. Un abrazo.
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