Dos ratones, más listos
que inteligentes. Dos amigos de aventuras y correrías. Dos locos del queso
cremoso…Nos situamos entre las montañas plagadas de árboles que se
deslizan protegiendo sus laderas con sus brazos repletos de recias hojas,
nos situamos para vivir una divertida historia…
Buenas noches, queridos amigos. Hoy llueve
por estas latitudes y llueve a lo loco, parece que sin sentido…pero ¿le falta
sentido a la lluvia alguna vez? Sí, ha llovido y continúa lloviendo “sin
sentido” para nuestros ojos interesados…Pero las gotas nunca caen sin sentido,
porque la naturaleza no está exenta de sentido nunca. Sí bien esto es cierto,
no lo es menos que este verano “sin sentido” que hemos disfrutado en estos
pasados días, por fin nos ha dejado y nos ha vuelto al sentido de la Primavera
de mayo. Estoy disfrutando del sonido de la lluvia golpeteando en las
mosquiteras que tengo puestas en mis ventanas que miran a la naturaleza de unos
bonitos olmos mezclados con recios pinos: mezcla extraña como todas las de
seres distintos, pero capaces de compenetrarse entre sí…
Gos tenía una
inteligencia propia del más inteligente de su especie; en sus correrías entre
los muros fríos de aquel monasterio que descansaba al abrigo del solitario y a
veces triste valle. Y digo “a veces triste” porque cuando sus monjes cantaban dejaba
de serlo y parecía que el Sol se asomaba para ver de dónde venían esa bonitas
voces que ya, desde hace mucho tiempo, formaban parte de aquel espacio que
respiraba paz…¿siempre? …pues la verdad es que cuando Alf, con su barriga llena
de queso -el más glotón de los dos-, y Gos corrían huyendo… divertidos a veces,
y con el pánico metido en sus cuerpecillos blancos, otras, no se podía decir
que se respirase precisamente paz.
La música me acompaña: es Principessa de P. Fresu, R. Galliano, J. Lundgren y presumo que es la ideal para esta noche de
tormenta. Mi vela, la que me ayuda a crear este clima de compenetración y
tertulia distendida con vosotros, está encendida. El vaso en el que está metida
tiene unos dibujos que se me antojan árabes o, al menos, orientales. Es
amarillo. Me gusta el amarillo: no el limón, sino el amarillo tirando a
mostaza. Mi amarillo, el de mi vaso, el que contiene mi vela, es de un amarillo
anaranjado que le da una cierta calidez al ambiente y me hace estar encantado
de haber decidido encontrarme con vosotros esta noche sin sentido…Ahora sí lo
tiene.
Hoy os vuelvo a traer dos historias con los
mismos protagonistas. Dos historias que ya vieron esta ventana a las ilusiones:
“Rabo de ratón” (19 de octubre de 2013) y “Queso cremoso” (3 de marzo de 2012).
Primero escribí la segunda parte (Queso…) y posteriormente decidí que podría
haber una primera parte; que la historia de Alf y Gos necesitaba una primera
parte…Seguro habrá una tercera.
Para mí son dos de mis cuentos preferidos y me
estoy tomando con mucha calma el buscarles el ilustrador que los llene de vida:
todavía no lo he encontrado. Espero que esta noche los volváis a disfrutar.
¿Sabéis una cosa? Me aporta mucho el saber
que seguís conmigo en esta aventura de crear sueños. Me llena de satisfacción y
de orgullo saber que hemos sido capaces de edificar este espacio en el que
ocupamos un lugar en la red de redes: ocupamos el espacio que nos hemos
reservado para nuestros momentos. Muchas gracias. Buenas noches…pero precedido
de un inmenso abrazo, todo lo largo que queráis.
José Ramón.
Esta es una historia de
aventuras en la que dos ratones campaban a sus anchas por un monasterio,
paseándose por los lugares donde trabajaban, descansaban y rezaban los monjes a
los que consideraban sus amigos y protectores…bueno, no a todos...
Un
monasterio en el que sólo se oían las pacíficas voces de unos místicos monjes,
es el escenario de esta historia. ¿Sólo? Bueno, también, sobre todo por las
noches y si uno presta atención y si, principalmente, se está despierto, se
oyen las voces divertidas de Alf y Gos. Divertidas a veces…
RABO DE RATÓN
"Era la hora de la comida; era cuando el Sol
del mediodía más calentaba en aquel monasterio resguardado por las montañas y
rodeado de magníficos ejemplares de abetos y de serios, altivos y elegantes
cipreses. Los monjes hacían un alto en su callada labor y se disponían a comer.
Sentados en los bancos corridos de madera del
austero comedor, con sus cabezas gachas cubiertas por sus amplias capuchas de
color marrón oscuro y de tejido áspero y nada amable; estaban los monjes
saboreando la sopa del día servida en sus cuencos de barro, mientras escuchaban
al hermano de turno que, con voz clara, pausada y transmisora de
espiritualidad, leía pasajes de alguno de los muchos libros religiosos que
atesoraban.
En silencio, todos ellos, comían y meditaban sobre
lo que estaban escuchando.
Gustaban echar migas de pan en la sopa que
acompañaban con un buen vino de cosecha propia que, celosamente, mimaban y
custodiaban en la antigua bodega del monasterio.
Fray Tomás, un entrañable monje, solía sentarse en
la parte más alejada del relator pues le gustaba compartir sus migas de pan con
sus dos amigos, Alf y Gos, que pacientemente, casi apoyando sus pequeños
hocicos en sus pies, esperaban bajo la mesa que dejase caer esos
deliciosos trozos de pan.
Alf y Gos eran dos ratones de color gris, orejas grandes y bigotes, como la mayoría de ratones comunes, aunque estos de común, común, no tenían demasiado...Compartían
su vida con la de aquellos frailes que se pasaban la mitad de su tiempo rezando
por todos los que, fuera de aquellos muros, vivían su trepidante mundo sin
reparar casi en como el tiempo pasaba por sus vidas. Alf y Gos no sabían rezar, pero……………………………
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Una vez, gracias a los reflejos de Gos, Alf se
libró de que su frágil cuello fuese atrapado por el frío e implacable hierro de
un cepo que, violentamente, se liberó cuando sus manos empezaban a atenazar tan
delicioso manjar, con la intención de llevárselo a la boca. Gos lo cogió del
rabo y tiró de él enérgicamente,……………..
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Alf, le pedía insistentemente a su amigo que idease
algo distinto para no asumir tanto riesgo a la hora de hacerse con el manjar
que tan sugerentemente esperaba pinchado sobre la madera de la trampa. Gos, le
decía que el mecanismo del cepo era tan sumamente rápido y violento que no
encontraba manera de pararlo interponiendo algo en su camino. Que, de momento,
debían de continuar con esa estrategia que tan buenos resultados les estaba
dando y que seguiría haciéndolo mientras Alf… conservase su
rabo……………………………………………..
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“Un momento Alf, me parece extraño que haya, justo
en los aledaños de la celda de fray Espina, un trozo de queso
abandonado…”, y continuó, “…debemos de tener cuidado, seguro que es otra de sus
trampas.”………………………………
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El reguero de queso condujo a nuestros hambrientos
roedores a un cuarto que en su día fue un aula. Estaba vacía de muebles y
parecía que no se había abierto hacía años, a juzgar por las telarañas que
protegían los rincones del techo.
Una vez se encontraron los ratones dentro, en mitad
de la antigua estancia, comenzaron a llegar monjes con sus capuchas, como de
costumbre, cubriendo sus cabezas. En esta ocasión era para ocultar su
identidad.
Portaban una escoba cada uno y, cerrando la puerta
tras de si, a la voz de: “¡Qué no escapen!” y “¡Ya son nuestros de una vez por
todas!”, se abalanzaron sobre los ratones con la intención de aplastar sus
blancos y suaves cuerpos, de un escobazo. Éstos, con sus estómagos llenos del
queso…………………………….."
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QUESO CREMOSO
“La
noche ya caía sobre el valle plagado de las más variadas especies de árboles y
arbustos, y anunciaba el final del día en el monasterio cuyas torres competían
en altura con los majestuosos abetos y cipreses que las rodeaban. Aunque, para
ser más exactos, lo que verdaderamente anunciaba el final de la jornada,
plagada de trabajo y oración, eran las cálidas voces de los monjes que allí
habitaban, resonando por todo el valle durante el último rezo del día.
Los
protagonistas de este cuento no eran ajenos a todo lo que acontecía en aquella
comunidad de religiosos. No lo eran porque, sencillamente, se sentían parte de
ella.
Alf
y Gos eran dos pequeños ratones blancos que campaban a sus anchas por los
pasillos solitarios del monasterio entrando en las celdas para visitar a sus
queridos monjes; unos más que otros. Entre los “más” se encontraban los que les
dejaban comida en sitios estratégicos. Entre los “menos”, los que se afanaban
en preparar unos magníficos cepos con suculentos trozos de queso. Esto último,
a Alf y Gos, no les preocupaba nada en absoluto pues tantos años en el edificio
y con los mismos monjes, habían propiciado que aprendiesen, entre los dos, a
comerse el deseado trozo de queso a pesar de lo peligrosamente tenso que se
encontraba el muelle del mortífero aparato…………………………………………………
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Alf
era más gordito que Gos, pues le gustaba bastante comer y, a veces, sufría
alguna que otra indigestión. Por su parte, Gos, era más racional y pensaba y
calculaba mucho las cosas antes de decidirse a emprender una nueva aventura.
Podríamos decir que Gos era el cerebro de la pareja mientras que Alf era el
corazón…mejor dicho, el estómago………………………………………….
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Decidieron
no esperar más. Había llegado la noche en la que irían a la celda de Don Gaspar
para disfrutar de la comida que, de seguro, estaría preparada como en tiempos
del llorado Don Sebastián………………………………………….
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El
susto fue morrocotudo. Salieron atropelladamente de la celda por donde habían
entrado y se dirigieron a su centro de operaciones: la bodega……………………
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2 comentarios:
Hola, excelente blog!! me he pasado por varias entradas y me han encantado!!!
Espero que puedas pasarte por el mio:
http://librospuenteaotrosmundos.blogspot.in
Un abrazo!! :)
Gracias, Cynthia, por tu visita y encantado de que formes parte de nuestro grupo de los sueños. Sabes que estaremos encantados de verte por aquí todo lo frecuentemente que desees. Un gran abrazo desde España.
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