Buenas tardes amigos. Hoy es día en el
que el recuerdo nos hace sentir bien -aunque la nostalgia no quiera separarse
de nosotros-; en el que seguro regresarán a nuestra memoria el sabor de situaciones
especiales; en el que la comprensión, el cariño y el “refugio seguro”, nos
hacen retornar a momentos entrañables. Hoy quiero rememorar junto a vosotros,
en este lugar que tiene vocación de eso, de “refugio seguro”, todos aquellos
momentos que solíamos disfrutar junto a nuestros abuelos. Hoy es el día
internacional del abuelo y mi especial homenaje a ellos lo hago de la mano de
mi historia, “van PopeL”.
Yo no tuve demasiadas vivencias con mi
abuelo, aunque alguna la recuerdo con mucha intensidad…paseando a su lado por
las calles de Madrid, donde nací y viví hasta la edad de nueve años, camino de
su cafetería –“Zahara”, en la Gran Vía– en la que sentado, con un café a su
lado derecho, sobre aquellas redondas mesas de mármol blanco moteado que me
parecían entonces suficientemente grandes y que, después, cuando ya con unos
cuantos años más regresé para revivir aquellos tiempos, vi que eran
suficientemente pequeñas para aquel café y aquel boleto de la quiniela de
futbol de la época. Sí, allí, todas las semanas, mi abuelo rellenaba con
ilusión la quiniela del fin de semana que se avecinaba. Nunca le tocó y yo me
alegré, pues ello me permitió seguir disfrutando de la tarde semanal en la que,
sentado a su lado en aquella cafetería con solera, saboreaba mi pastel sin
perder detalle de lo que su bolígrafo verde, de tinta azul, a modo de bola de
cristal, trataba de adivinar en qué casilla, de aquellas color rojo pálido,
debería poner el aspa de la ilusión.
Con mi abuela sí tuve muchas
oportunidades que ahora enriquecen mis recuerdos.
Ella sobrevivió muchos años a mi
abuelo: también era más joven. Ello me permitió conocerla bien pues mi edad ya
me permitía apreciar y valorar los rasgos de su personalidad, su sabiduría de
la vida, su grandeza de espíritu y su mirada viva que no precisaba de palabra
alguna para expresar lo que tocaba en cada momento, con esos ojos que invitaban
al sosiego y para mí, más de una vez, representaron un “refugio seguro”. Sí, mi
abuela fue especial, lo fue para mí y su vida se extinguió entre mis manos. En
aquella habitación de hospital nos encontrábamos los dos; yo le acariciaba la
mano –estoy seguro que se sintió acompañada- mientras ella se iba de este
mundo: me despedía de ella y le agradecía lo mucho que me dio en vida: nada
material; mucho de su generosidad, bondad y nobleza.
Todavía hoy afloran unas lágrimas
despistadas, que no supieron salir en su día como lo hicieron muchas otras,
mientras escribo y os cuento esto.
Bueno, pues eso…que hoy les quiero
rendir un recuerdo a los abuelos, los vuestros y los míos, por medio de “van
Popel”.
Van Popel ya visitó por primera y única
vez nuestro lugar para las ilusiones, el ya lejano 28 de octubre de 2012,
cuando estábamos a punto de celebrar nuestro primer año en “la Red”…Pero, antes
de hablaros de lo que nos trae esta historia, os diré que, Paula –de momento no
os puedo dar más pistas-, es la ilustradora que, ya convendréis conmigo, va a
darle vida de una manera muy realista y con una belleza que nos va a encantar a
todos. Su manera de ilustrar y sus personajes en su portfolio me engancharon
desde el primer momento: “van Popel” empezaba a tener vida en ese primer
contacto. Paula, gracias por tu acuerdo de formar equipo juntos. Estamos, todos
los que hacemos posible este blog, ansiosos de ver tu arte y mis palabras
juntos en lo que, estoy seguro, será un álbum ilustrado especial. Un personal
saludo desde este espacio que ya es el tuyo también.
Y ahora sí, hablemos de “van Popel”, de esta sentimental
historia, con un final inesperado, en la que se cuenta cómo la vida gira y gira
dando oportunidades a todos, ya estén vivos o nos hayan dejado hace tiempo…
Gervasio y Sara,
dos entrañables viejecitos, eran así y su vida, que transcurría entre cuadros y
el penetrante y embriagador olor del óleo de colores, les dio también su
oportunidad.
En “van Popel” encontramos un mensaje de solidaridad y
generosidad en su más alto exponente que nos lleva a confirmar que los que
menos tienen, al final, son los que más comparten. Os dejo con un fragmento de
este, para mí, cuento con muchos recuerdos.
Eran
las seis y media de una tarde fría de invierno cuando Gervasio, agachado, cosa
que la mayoría de las veces suponía un verdadero suplicio, estaba terminando de
cerrar la persiana metálica de su vieja y polvorienta tienda de cuadros. Las
seis y media de la tarde no era la hora habitual para que Gervasio cerrara,
pero llevaba unos días en los que no se encontraba con la moral demasiado alta.
En
casa le esperaba Sara, mujer extremadamente sensata y de dulces y suaves
ademanes. Era, sencillamente, una mujer adorable. Ella, al igual que Gervasio,
pasaban ya de los setenta años y sólo se tenían el uno al otro. Últimamente, él meditaba mucho sobre su vida
y eso sólo servía para entristecerle aún más de lo que estaba.
Hacía
tiempo que quería cerrar la tienda de cuadros que tanto trabajo le daba y,
aunque no tenía prácticamente dinero, jubilarse y pasar tranquilo, junto a
Sara, los últimos años de su vida.
Este
deseo se antojaba difícil de poder cumplirse ya que no encontraba la manera de
vender los casi cincuenta cuadros que aún quedaban en la tienda y que, de
hacerlo, le aseguraría el pago del alquiler de la antigua casa en la que
habitaban, durante los próximos diez años. Sabía que no era mucho tiempo, pero
se convencía de que no debía preocuparse de ello ya que, en diez años, intuía
que ninguno de los dos estaría vivo para contarlo.
Gervasio
vivía angustiado con estos pensamientos, sobre todo cuando miraba los ojos
azules claros, casi blancos, de Sara, su fiel compañera.
Al
entrar por la puerta..........................
-Ten
confianza, Gervasio. Seguro que las cosas cambian un día de estos -ella
contestó, con cariño y tratando de ayudarle pues no soportaba verlo tan abatido.
¿Por
qué, Gervasio, no conseguía vender los últimos cuadros? Pues, sencillamente,
porque......................
Por la
tienda de Gervasio pasaban, frecuentemente, gente muy entendida en arte que,
nada más ver que lo único que le quedaba eran los cuadros del tal van Popel, de
su sombría etapa; salían casi sin
despedirse
......................................................................................................
Gervasio
y Sara, aunque nada tenían, viendo la imagen que ante ellos se presentaba, decidieron
acogerle en aquella noche fría en la que la nieve estaba a punto de empezar
tímidamente a
caer
........................................................................................................................
Gervasio
se levantó temprano, como todos los días, y se percató de que en la pequeña
salita estaba el colchón enrollado y atado con una cuerda, como se lo habían
entregado la noche anterior, al necesitado hombre. Buscó por la casa y comprobó
que no estaba. Había salido al amanecer, con mucho
sigilo...........................................................................................
“van
Popel…”, leyó Gervasio con gran sorpresa. No se lo podía creer. Claro, por eso
se lo dejó el hombre, pensó.
....................................................................................
Al día
siguiente, estaba ya en la tienda moviendo unas mesas y metiendo en cajas unos
libros viejos cuando sonó la campanilla de la puerta, indicando que alguien
había entrado.
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(nº de registro de la propiedad intelectual09/2010/2757)
http://people.safecreative.org/jose-ramon-de-cea-velasco/ 1108139858499
http://people.safecreative.org/jose-ramon-de-cea-velasco/ 1108139858499
2 comentarios:
Los abuelos es la mayor riqueza para un nieto, tienen tanto que enseñar... disfrutar de ellos es una bendición
Muchas gracias, Fernan, por tu comentario y bienvenida al blog. Esperamos poder disfrutar de tus comentarios en sucesivas entradas...o en las antiguas. Un saludo agradecido. José Ramón.
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