
Tengo hoy una sensación extraña. Es como cuando
hemos estado un tiempo fuera de casa y vuelves a abrir la puerta de tu hogar;
ese sitio en el que te sientes cómodo, entrañablemente a gusto; en el que te
sientes seguro y libre para interpretar tu vida como consideras, sin miradas
ajenas. Sí, tengo la sensación de volver a mi hogar, a mi grupo en el que os
incluyo a todos. Y diréis: ¡Nos confundes! ¿No estás siempre en tu hogar cuando
entras en esta ventana y pasas un rato con nosotros? Y os digo: sí, así es.
¿Entonces? ¿A qué te refieres?, me replicaréis. Pues os lo trato de explicar.
Las últimas entradas que he traído a nuestro blog han sido una incursión por un
género desconocido para mi escritura en el que no me había aventurado… aunque,
para seros sincero, sí os digo que alguna idea tenía en mi cabeza desde hacía tiempo.
Ese nuevo mundo, para mí, el de la novela o relatos “negros”, es como si
hubiese estado fuera de mi hogar un tiempo. Me encontraba en una correría,
discurriendo por caminos en los que no pisaba seguro e iba con todas mis
reservas y precauciones. Vuestros “me gusta” y comentarios en facebook me
fueron dando tranquilidad y seguridad hasta hacerme disfrutar con lo que quería
regalaros…pero no dejaba de estar fuera
de casa. Estaba fuera de mis cuentos, de mis historias para los más
pequeños, de la literatura infantil con la que me comunico con vosotros desde
hace ya unos cuantos años y, de eso, dan fe las 30.800 visitas que ya casi tenemos
en el blog. Ya estoy de nuevo en casa y os traigo, por tercera vez, mi cuento
sobre Chano.
Estamos
ahora, como os digo, en busca de editorial y esperemos que pueda ver la luz
pronto porque, realmente lo pensamos los dos, ha quedado un gran trabajo.
Vosotros opinaréis qué os parece. Espero que os guste.
Seguro
que alguno piensa por qué no contactamos con la ONCE, por ejemplo. Pues os diré
que, en su momento, lo ofrecí y me dijeron que solamente cogían proyectos
realizados por sus asociados. Una pena. Creo que es un cuento muy acorde con
los ideales que persigue tan prestigiosa y querida Organización.
Bueno,
pues nada más en mi reencuentro, tras este parón de arriesgarme en otro género,
con la literatura sobre la que me gusta escribir mucho: la infantil.
Un
cariñoso abrazo a todos vosotros que estáis al otro lado de la pantalla y
seguid soñando y siendo felices, que sé que lo intentáis y lo conseguís…la
mayoría de las veces.
José
Ramón.
Esta corta
historia nos acerca un poco a la vida de las personas invidentes y por
extensión a todos los que tienen algún tipo de limitación. “Chano”, mi amigo es una tierna historia con una moraleja final:
“no siempre lo de los demás es mejor que lo nuestro” Malgastamos la mitad de
nuestras vidas anhelando lo que tienen otros sin valorar lo nuestro y lo que
llena nuestro mundo. Esta historia se desarrolla en un bellísimo pueblo del sur
de España y trata sobre la vista de un ciego; sobre todo aquello que imaginamos
puede llegar a ver un invidente…con los ojos del alma. Recorreremos, guiados
por el bastón de Chano, los lugares
más bellos de su entorno que bien conoce. Se trata de una historia llena de
anhelos, de riqueza interior, de superación personal y, por ello, de una
historia que nos puede ayudar en nuestra vida personal…a mí, por lo menos, lo
ha hecho.
Esta
historia que voy a contaros es la de mi amigo Sebastián, “Chano” para todos los
que le conocemos y le queremos.
Chano
vive en un blanco, muy blanco y bonito, pueblo del sur de España que mira sereno al Atlántico por
donde tantos ataques recibió en el pasado; y por donde tantos amigos de tantos
lejanos países, hoy, traen consigo sus costumbres, ilusiones y tiempo para
compartirlo con sus habitantes, entre blancas paredes que canalizan las
serpenteantes y estrechas callejuelas. En él viven gentes forjadas por el
salitre, los vientos y la bravura de su mar.
Sebastián
“Chano” lo conoce bien y, aunque nunca lo ha podido ver y admirar con sus ojos,
no deja de imaginarse en su mente cómo serán todas aquellas casas y cosas que
lo rodean. Sebastián “Chano” es ciego.
Suele
levantarse muy temprano, cuando el Sol acaba de desperezarse y con sus rayos
empieza a tantear los muros de los habitantes todavía por despertar. No perdona
el paseo paralelo al río. Sí, en su pueblo muere alegre el río para confundirse
con el océano. Siempre se detiene en el mismo lugar, sobre el puente, y allí da
media vuelta y fija su mirada –que aunque no lo creáis los ciegos también la
tienen– en donde supone se encuentra su tranquilo pueblo a aquellas horas.
–¡Cómo
me gustaría poder disfrutar de esta armonía de colores, luces y blancas
paredes! –suele desear tanto verlos…
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En
su pueblo también hay una zona donde el terreno se corta y cae amenazador sobre
unas bonitas calas. Allí es dónde Chano mira con su alma, disfrutando del
último calor del Sol antes de enrojecer ante las cientos de miradas que le
suelen contemplar: con toda su grandeza, al Sol, no le falta un “algo” de
timidez.
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A
veces pensamos que lo que tenemos no es lo mejor del mundo y malgastamos
nuestras vidas deseando lo de los demás…
Sebastián,
“Chano”, a mí me ha ayudado a apreciar lo
que soy y lo que tengo, y eso nunca se lo podré pagar…al menos procuro darle mi
amistad.