domingo, 16 de noviembre de 2014

VIENTO DEL SUR



Buenas noches amigos de mis Cuentos and Dreams. Hoy quiero volver la vista atrás, al año pasado, en el que fue la última vez, concretamente en septiembre…¡¡más de un año!!...sí, en septiembre nos metimos juntos en el mundo del desierto, dimos un recorrido por lo que supone ese espacio de nada aparente y de todo cálido…y no me refiero sólo al calor abrasador del día o al frío gélido y solitario de las noches: me refiero al calor que proporcionan sus gentes, los nómadas; gentes de tradiciones y de costumbres ancestrales que cuidan y aseguran entre sus descendientes: es su seguro de vida y su vida en toda la extensión de la palabra.
Mucho tenemos que aprender de ellos y mucho que imitarles, nosotros que no sabemos vivir sin el móvil, sin la televisión, sin calefacción —su calor, el de ellos, es humano, de familia— o aire acondicionado —su refresco,  el de ellos, lo obtienen al levantar los finales de las pieles de camello que forman sus haimas; o del enfriamiento del sudor producido por ese té verde imprescindible en su existencia … ¡cuánto tenemos que aprender de ellos y cuán difícil no es cambiar nuestra forma de vivir, para hacerlo sólo con lo imprescindible!…
Pues aquí os traigo de nuevo (la historia la habéis podido ir conociendo en las entradas de 3 de marzo, 23 de agosto, 1 de diciembre y 8 de diciembre de 2012, el 5 de abril de 2013 y la última el 14 de septiembre de ese mismo año) esta bella historia al menos a Marta Rivera Ferner (reservados los derechos de autor) (http://www.ediciona.com/marta_rivera_ferner-dirf-3027.htmhttp://paistodojunto.ultra-book.com/), magnífica profesional de la ilustración; y a mí, nos lo parece para que disfrutéis de unos momentos en brazos de aquel viento que venía del sur.
Feliz noche, queridos todos.
José Ramón.

“Viento del Sur” nos permite acercarnos al seno de una familia nómada y vivir y sentir, a través de la historia contada, la acogedora calidez de sus gentes y la sencillez y fragilidad de sus vidas en manos, siempre, de un desierto protector unas veces, y otras cruel, inhóspito e implacable.
En este relato, se ensalzan los valores de la familia y las tradiciones que, de abuelos a nietos, se traspasan como un tesoro de valor incalculable pues representan los verdaderos cimientos de toda una vida nómada entre arena, cabras y dromedarios; castigada, a veces, por el viento que venía del sur.


También, en esas noches, Zaila y Ahmed aprovechaban para transmitir a sus hijos las normas de respeto a los mayores, muy unidas a los principios y costumbres por los que se rigen las gentes del desierto. Y, por supuesto, las normas básicas para sobrevivir en tan inhóspito, peligroso y, a la vez, cautivador entorno; con sus arenas formando las altivas dunas;   su viento que castiga la piel de los seres vivos que lo recorren, como si de perdigones se tratase; y, sobre todo, su bóveda estrellada que tantas miradas de esperanza, sueños y proyectos, captura.
……………………………………………………………………………………..
Estaban tumbados alrededor de una pequeña hoguera, que el mayor de los hermanos se encargaba, siempre, de disponer. Lo hacían para protegerse del frío, a veces gélido que, al ponerse el Sol, se apoderaba del territorio. Era un momento de paz y tranquilidad, en toda su plenitud, disfrutado por la familia nómada protagonista de esta historia; al cual contribuía la multitud de estrellas fugaces que recorrían ante sus ojos, de lado a lado, el firmamento que ante ellos se desplegaba. Permanecían hechizados por el brillo acogedor de las llamas, a la vez que se dejaban invadir por el cálido aroma de un vaso de té verde, que sabía preparar Zaila..........